Historias de Granada
  • Tres de los granadinos que tuvieron un papel destacado en la batalla de Lepanto fueron Álvaro de Bazán, Lope de Figueroa y María la Bailaora

  • Granada celebra el próximo mes los actos del 450 aniversario de la victoria de la Liga Santa sobre los otomanos

La arcabucera, el cojo, el almirante y la pantufla de Pío V

Batalla de Lepanto. Batalla de Lepanto.

Batalla de Lepanto.

Escrito por

Andrés Cárdenas

Aque soldado del Tercio de Granada que combatía en la batalla de Lepanto olía a desamparo cuando se enfrentó al turco que empuñaba una daga moruna. El soldado español llevaba un puñal de misericordia en la mano izquierda y se abalanzó sobre el enemigo con el objetivo de finiquitarle la vida. El turco sintió la puñalada en sus entrañas y en su último esfuerzo consiguió darle un tajo a la vestimenta del atacante. La abertura del corte dejó ver un seno de mujer. El turco quedó perplejo ante el atributo femenino y debió nombrar a Alá antes de morir.

Fue de esta forma tan novelada como se descubrió que uno de los arcabuceros que iba en la armada española, uno de los más valientes, tenía los componentes anatómicos de una hembra. Aquella mujer-soldado se llamaba María, era conocida como la Bailaora y había nacido en Granada. Al parecer no era la primera mujer que para embarcarse se hacía pasar por hombre por la expresa prohibición de don Juan de Austria de que en sus barcos "viajen mujeres y gente inútil". María se cortó el pelo y se hizo pasar por soldado, como pocos años después lo haría Catalina de Erauso, la famosa monja alférez.

Espléndida bóveda del camarín de la Virgen del Rosario Espléndida bóveda del camarín de la Virgen del Rosario

Espléndida bóveda del camarín de la Virgen del Rosario / A. C.

En torno a María la Bailaora hay muchos visos de leyenda. Se sabe al menos que existió gracias a que un testigo de la batalla, un tal Marco Antonio Arroyo, la menciona en un escrito que publica cinco años más tarde. Dice que sí, que en la batalla hubo una mujer granadina llamada María, "que desnudándose el hábito y natural temor femenino, peleó con un arcabuz con tanto esfuerzo y destreza, que a muchos turcos costó la vida". Dice de ella que formaba parte del tercio del accitano Lope de Figueroa y que después de la batalla se ganó el respeto de la tripulación y fue licenciada con honores por Juan de Austria, quien premió su comportamiento con el sueldo de arcabucero de por vida. Fue después de ser descubierta como mujer cuando le dio por el baile, de ahí su sobrenombre.

María era diestra con la espada ropera y con la daga de misericordia que siempre llevaba en la mano izquierda. Combatió en la nave capitana de la flota cristiana, la galera real, donde estaba embarcado Juan de Austria, capitán general de la Armada. Durante la batalla de Lepanto, en donde la flota cristiana de la Liga Santa derrotó a los otomanos, la galera real y la galera capitana de los turcos llamada Sultana, se buscaron y se encontraron en plena batalla. En la Sultana iban los más aguerridos guerreros musulmanes, los llamados jenízaros. Pero en la galera real también iban los mejores arcabuceros. Ambas naves, de proporciones y de tripulaciones muy parecidas, se enfrentaron en el centro de cada flota y el resultado del combate fue decisivo para que los otomanos huyeran con el rabo entre las piernas. Fue en ese combate donde, según el testigo, destacaría María.

De la arcabucera se ha ocupado la historiadora Lorena Martín, que la señala como un personaje muy interesante a la hora de repensar la historia, sobre todo pensando en las mujeres. Los visos de leyenda de los que hablaba antes aparecen cuando se dice que María estaba enrolada en la flota española porque estaba enamorada de un soldado, aunque hay también quien la señala como un marimacho a la que le gustaba el mundo de los hombres. Cualquiera sabe.

Los zapatos del Papa

En la antesala del camarín de la Virgen del Rosario, en pleno Realejo, hay una vitrina que resguarda una pantufla de terciopelo rojo que perteneció a Pío V. Los papas eran dados a regalar su calzado cuando había una ocasión que lo mereciera. Recordemos que en la Casa de Pisa se exponen los zapatos rojos que pertenecieron a Benedicto XVI. El papa emérito, que renunció a todos los símbolos del papado, regaló estos zapatos de color rojo cereza al director de la Farmacia Vaticana, el hermano Rafael Cenizo, en agradecimiento a sus atenciones y servicios. Al final han ido a parar al museo sobre San Juan de Dios que tiene la orden hospitalaria en Granada. Pío V envió su zapatilla a Granada por la intercesión de la citada Virgen en la batalla de Lepanto. Y es que Granada tuvo mucho que ver en aquella batalla. De ahí que haya organizado aquí una serie de actos para celebrar el mes que viene el 450 aniversario de aquel acontecimiento.

La pantufla de Pío V que hay en el camarín de la Virgen del Rosario La pantufla de Pío V que hay en el camarín de la Virgen del Rosario

La pantufla de Pío V que hay en el camarín de la Virgen del Rosario / A. C.

Un antecedente histórico de la batalla de Lepanto está en la llamada Guerra de la Alpujarra. El papa estaba la mar de contento con que don Juan de Austria hubiera derrotado a los moriscos, por lo que lo fichó para que fuera uno de los comandantes máximos de la llamada Liga Santa, un grupo que el Sumo Pontífice había creado para responder a la creciente amenaza de los otomanos en el Mediterráneo.

En la Liga Santa estaban los Estados Pontificios, la República de Venecia, la República de Génova, el Ducado de Saboya, la Orden de Malta, la Orden de San Lázaro y la Monarquía Hispánica. Para enfrentarse a los sarracenos se decidió utilizar el puerto de Messina como lugar de reunión. Allí arribarían 6 galeazas, 76 fragatas y unos cien mil hombres. Los otomanos eran más y tenían más naves, pero la palmaron el 7 de octubre en el golfo de Patras. Tras más de cuatro horas de batalla los cristianos consiguieron la victoria a pesar de haber perdido 17 galeras y 8.000 hombres. Las pérdidas turcas fueron más cuantiosas: perecieron casi 25.000 hombres y fue capturada la mayor parte de la flota.

La victoria contribuyó, como es lógico, a disminuir el control turco en el Mediterráneo y a crear un sentimiento de optimismo entre los cristianos. Miguel de Cervantes, que participó y perdió la movilidad de uno de sus brazos en la batalla, la calificó como "la más alta ocasión que vieron los siglos". La pantufla era la que llevaba el Papa mientras rezaba para que ganara la batalla la liga que él había creado.

El papel de Granada

¿Qué papel tuvo Granada en dicha victoria? Parece ser que bastante pues en ella participó el llamado Tercio de Granada, que se había formado para combatir a los moriscos en La Alpujarra. Al frente del mismo estaba el accitano Lope de Figueroa y Barradas, del cual nos ocuparemos después.

Retrato de Álvaro de Bazán Retrato de Álvaro de Bazán

Retrato de Álvaro de Bazán / A. C.

Uno de los almirantes que estuvo en la Liga Santa fue el granadino Álvaro de Bazán, que había nacido en las inmediaciones de lo que es hoy la plaza de Isabel la Católica. Álvaro de Bazán era todo un experto en la utilización de los galeones de guerra, además de ser el primero en utilizar por primera vez infantería de marina para realizar operaciones anfibias y por no haber sido derrotado nunca. Un fenómeno. Los que quieran saber más de él no tiene más que viajar a Viso del Marqués, donde está el palacio que mandó construir el famoso marino y donde está el Archivo Militar de la Marina.

A Álvaro de Bazán, primer marqués de Santa Cruz y gran amigo de los dominicos, se le ocurrió llevar una imagen de la Virgen del Rosario a la batalla de Lepanto. Por supuesto los granadinos que participaron en el enfrentamiento no dudaron en achacar la victoria a la intercesión divina de su Virgen, por lo que desde ese momento se le llamó la Virgen de Lepanto. Desde entonces la iconografía de la imagen quedó ligada a la batalla. De hecho, en el siglo XVIII le construyeron un camarín que está considerado como el mayor y más espléndido monumento dedicado a la batalla que jamás se ha levantado. Ustedes, estimados lectores, lo podrán comprobar. Está adosado a la iglesia de Santo Domingo y se puede visitar pidiendo cita. Una maravilla arquitectónica y una obra maestra de la decoración que está precedido por un palacete en el que se pueden contemplar varios objetos y obras de arte relacionadas con la batalla contra los turcos. Allí hay lienzos de la batalla y en la techumbre se pueden ver angelotes que portan arcabuces. Como curiosidad, la Virgen lleva un traje de plata cincelada que le hicieron en 1628. Está considerado como la obra cumbre de los camarines y molesta saber que una inmensa mayoría de granadinos ni siquiera sabe que existe.

Según el investigador Gabriel Pozo, Álvaro de Bazán, fiel servidor de Carlos V y Felipe II, tuvo una vida muy relacionada con Granada. De aquí se fue a los nueve años, pero no olvidó el suelo donde nació y donde había heredado de sus abuelos alguna casa solariega, un palacio y varias propiedades en el centro de la ciudad.

Detalle del bajorrelieve sobre Lope de Figueroa Detalle del bajorrelieve sobre Lope de Figueroa

Detalle del bajorrelieve sobre Lope de Figueroa / A. C.

En cuanto a Lope de Figueroa, el accitano que combatió como maestre de campo en Lepanto, era un as en los abordamientos de barcos enemigos, un aguerrido soldado dispuesto siempre a batirse el cobre por la corona española. Hasta Lope de Vega lo cita poniéndolo en boca de uno de sus personajes teatrales: "Invencible Marte, don Lope de Figueroa, famoso del Tajo al Ganges". Formó parte de los Tercios de Flandes que estuvieron al mando del duque de Alba y después participó en la Guerra de las Alpujarras. En un libro que ha escrito sobre él Juan Orti Pérez, se dice que es "el prototipo de los Tercios españoles del siglo XVI". Su hoja de servicios es un monumento al valor y la lealtad y uno de los militares con más prestigio que dio el siglo XVI para las armas españolas. Un tipo con un coraje enorme "tan descuidado de temor que rozaba la temeridad", según se ha escrito. Se batió en casi todos los escenarios en los que desplegaron los ejércitos españoles y si se tuviera que hacer un currículo sobre él seguro que ocuparían varios pliegos.

César Girón también se ocupa de él en un reciente ensayo, sobre todo en su participación en la Guerra de Las Alpujarras. En 1570 se hallaba en Galera, donde se libró una de las más encarnizadas batallas contra los moriscos. En la localidad almeriense de Serón le alcanzó la pierna un tiro de arcabuz, que le produjo una cojera vitalicia. Los soldados lo llamaban cariñosamente el Cojo. Fue nombrado jefe de los presidios de la costa de Granada y tendría la misión de capturar y evitar la huida de los moriscos al norte de África. Por lo visto el ilustre soldado Miguel de Cervantes formó parte de su tercio y en sus escritos alabaría también las hazañas del accitano. Los enemigos de España eran sus enemigos. Estaba en todos los escenarios bélicos posibles y sus superiores siempre lo elegían cuando tenían un problema guerrero que resolver. Murió repentinamente lejos de su tierra natal, en la localidad oscense de Monzón, donde se encontraba acompañando al rey en una reunión de las Cortes. Inmediatamente los poetas comenzaron a loar sus hazañas.

Ahora Granada está decidida a volcarse en el aniversario de dicha batalla. Numerosos actos y conferencias organizados por una comisión creada para tal fin recordarán aquel acontecimiento. Qué menos.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios