Granada

Un ascensor suspendido en el aire

  • El enlace de Alhambra con la ciudad protagoniza el episodio central de la serie de disputas que enfrentan casi diariamente a la Junta del PSOE y al Ayuntamiento del PP por los temas patrimoniales en Granada

El enfrentamiento entre PP-PSOE que los opone sistemáticamente a la hora de decir cualquier maniobra de restauración, conservación o protección del patrimonio granadino vivió su último episodio del 2011 en torno a la propuesta municipal de construir un ascensor que comunicara la Alhambra con la ciudad. En este capítulo se pasó del enfrentamiento al duelo y del duelo a un Mortal Kombat en el que había que tumbar la idea antes de que se formulase en proyecto.

La anunciación de la buena nueva la hizo el alcalde en plena campaña para las elecciones municipales, el 16 de mayo. En realidad, José Torres Hurtado no hizo más que presentar una versión de lo que era una petición histórica de los empresarios y hoteleros granadinos: una nueva conexión de la Alhambra con la ciudad de Granada, en concreto con su casco histórico, que él expuso a través de una serie de túneles y un ascensor que arrancaría del Paseo de los Tristes o de la Carrera del Darro para que se facilite al turista la comunicación con la ciudad palatina.

Al Patronato de la Alhambra le faltó tiempo para responder que veía "riesgos" en esa proposición municipal y que abogaba por realizar estudios de viabilidad antes de hacer públicos proyectos de este tipo.

Como si de una canción de Valderrama y esposa se tratase, esas fueron sólo las primeras líneas de una disputa entre el alcalde de Granada y la directora del Patronato, María del Mar Villafranca, que se narró en los titulares de prensa pero que tenía una diferencia sustancial: en esta copla opinó hasta el tato.

El desafió se lanzó para las municipales, pero el combate se libró en las nacionales. Y, claro, en todo ese tiempo, todo el mundo valoró un proyecto del que nunca se llegaron a ver imágenes.

El alcalde, eso sí, lo explicó muy pormenorizadamente. Había dos opciones para los ascensores: una, en el Paseo de los Tristes, a la altura del Puente de las Chirimías; la otra, en la Carrera del Darro, cerca del Puente de Espinosa. En el primer caso el túnel tendría unos 92 metros de extensión y en el segundo 113. La altura del ascensor sería de 64 metros. El ascensor -con capacidad para unas 50 personas- que daría acceso al monumento desde el Paseo de los Tristes llegaría a la plaza de los Aljibes, en el interior del recinto monumental. El de la Carrera del Darro comunicaría con la Puerta de las Armas.

Por una lado, Torres Hurtado sostenía que la conexión es imprescindible para que los turistas hagan "gasto" en la capital y paseen por el centro histórico. Según dijo, la colina es un conglomerado "estable" y permite excavar los túneles sin peligro de derrumbe. Por otro, Villafranca aseguró que, con la legislación en la mano, no está permitido realizar una obra que altera "el carácter" de un inmueble monumental y que, además, no está demostrado que una infraestructura de estas condiciones mejore el acceso a la Alhambra ni mucho menos que suponga un aumento de las pernoctaciones en la ciudad.

A iniciativa propia o a instancias de la prensa local, también aportaron su opinión a favor del ascensor representantes del empresariado granadino como Carlos Navarro, Rafael Piñar o Gerardo Cuerva. El catedrático de Economía Aplicada de la Universidad de Barcelona Jori Siñach, que pasó por Granada en el mes de noviembre, manifestó sus discrepancias con la idea empresarial de que se podría aprovechar para el turismo. Y especialistas en patrimonio como Víctor Fernández Salinas, vicesecretario del comité nacional de Icomos España, apuntó desde Sevilla allá por el mes de octubre que "es difícil justificar algo tan agresivo".

Incluso se creó una comisión técnica de expertos que valorasen el proyecto, aunque las conclusiones se remitirían al alcalde y la directora, que son los que finalmente decidirán si se hacía el proyecto o no. Y si ese consejo de sabios era la solución su dictamen fue tan confuso como el rango de su decisión arbitral. Tras cinco horas de reunión, la comisión dijo "sí" al ascensor pero con tantas salvedades que la viabilidad técnica se tambaleaba ante las propias conclusiones de los expertos.

Y esa resolución, es básicamente, el estado en el que se encuentra ahora al propuesta: un ascensor suspendido en el aire y pendiente de unas elecciones autónomicas.

De once millones más de lo presupuestado cuando se falló el concurso del Gran Teatro de la Ópera en octubre de 2008 a nada. De 51 millones de euros en total a cero, ese ha sido el proceso que ha seguido el gran proyecto cultural de la Junta de Andalucía para Granada.

La entonces consejera de Cultura, Rosa Torres, se fotografió primero con la maqueta y después con el ganador del concurso, el arquitecto japonés Kengo Kuma. Entonces todo eran parabienes para el estilizado, llamativo y faraónico proyecto y su discreto autor.

Poco movimiento de ficha había habido hasta que en febrero de 2010 se anunció la derrama, y menos desde esa fecha. Hasta que marzo de 2011 el concejal de Cultura, Juan García Montero, escenificaba el réquiem de esta no-obra.

Con un cartelón del PP en medio del solar y un altavoz portátil, el edil anunció que justo donde se encontraba ya debería estar muy avanzada la construcción de lo que luego pasó a conocerse como el Espacio Escénico.

Aunque se barajó como fecha de inauguración el año 2013 o 2015, más que moverse la fecha lo que se había movido era la financiación, porque como apuntó en su día García Montero, la Junta sí había tenido dinero para invertir los 66 millones del Museo Picasso.

El caso es que, con la crisis dejando a la población granadina sin dinero para las entradas de la ópera, la noticia no causó mucho revuelo, se fue confirmando poco a poco, como el que no quiere la cosa, y ahí sigue el solar como el día que lo abandonó García Montero.

Mejor fortuna, pero aún así con un futuro incierto, ha tenido otro proyecto granadino que en este caso ha quedado cercenado por la crisis cuando los albañiles estaban ya a punto de poner los cerramientos y dar una mano de pintura. Con el palillo entre los dientes y sin mover un dedo podían estar mirando las paredes del delicado edificio de la Plaza de la Romanilla desde hace un año y medio.

La historia de este otro edificio, que en este caso estrenó 2011 in media res, sigue sin ver su fin. En muchos de sus episodios se parece a la del Espacio Escénico y a la de casi todos los proyectos de obra nueva que están ahora construyéndose en el aire o ven tambalear sus cimientos: sobrecoste del presupuesto inicial y dificultad para afrontarlo. Por lo menos este despide el año con un tema que parece ya cerrado: el de la cesión del solar del Ayuntamiento a la Fundación. Sin embargo ni hay fecha de inauguración prevista ni siquiera se ha fijado la del próximo consejo rector, punto indispensable para que las instituciones concreten cómo se va a solicitar el crédito que permita hacer frente al aumento presupuestario.

En el otro extremo están los proyectos que se han presentado este año y por ahora tampoco hay que pensar que se tienen que diluir en 2013.

Por un lado, la gran intervención arquitectónica en el patrimonio granadino para los próximos años: el atrio de la Alhambra. El arquitecto granadino Juan Domingo Santos y el Pritzker portugués Álvaro Siza resultaron el equipo ganador del concurso que se falló en febrero de 2011.

Y un equipo que también ha dado mucho que hablar en 2011 ha sido el de la pareja formada por Antonio Jiménez y Yolanda Brasa, que han presentado un edificio que modificará el skyline de Granada, una torre de 25 plantas en un solar cercano al inexistente Espacio Escénico y el nuevo Puerto Deportivo en Motril.

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