El asombro del irlandés ante un genuino plato alpujarreño
UN periodista granadino llamado Javier Valenzuela dijo que el Barranco del Poqueira se había formado cuando la espada de un titán le dio un tajo terrible a la vertiente meridional de Sierra Nevada. La herida que quedó estrechada hacia la eterna nieve y abierta hacia los vientos cálidos y húmedos del cercano Mediterráneo africano.
El coche va haciendo eses hacia Pampaneira. Le digo a Harry que a partir de ahora todo es cuesta arriba y que la sensación que se experimenta es la de ascender a los cielos. Harry va en plan periscopio observando el paisaje. Desde una loma le digo que en los días claros se puede ver la costa africana. También le digo que se vaya preparando para ver tres pueblos de los más bonitos de España: Pampaneira, Bubión y Capileira.
-Parecer nombres de pueblos gallegos -dice Harry.
Le explico que hubo una teoría que decía que, efectivamente, estos nombres vienen de las repoblaciones ordenadas por Felipe II en 1572. Pero después se ha sabido que esos nombres están documentados tres siglos antes de la repoblación al encontrarse un libro escrito en el siglo XII que se llama Crónica de Pocaira.
La subida a Pampaneira la hacemos despacio para que los ojos de Harry se vayan empapando del paisaje, ahora demasiado seco. El barranco es una descomunal 'uve' en cuyas paredes se escalonan castaños, nogales y encinas silvestres, además de los tres pueblos blancos que vamos a visitar.
Después de tropecientas curvas, aparece un mural de cerámica que anuncia Pampaneira e invita al viajero quedarse a vivir en el pueblo. Dejamos el coche en un amplio aparcamiento que hay a la entrada. El cielo está algo gris pero es un gris de los que anuncian más calor. Le digo a Harry que se prepare a ver un pueblo que tiene el honor de tener el Premio Nacional de Embellecimientos y Mejora de los Pueblos Españoles que otorgaba el Ministerio de Turismo. A la entrada está la famosa fuente de Chumpaneira y un mural colocado sobre los tres caños asegura que el agua tiene la virtud de convertir los solteros en casados, pues quien la bebe encuentra novia.
-Yo beber aquí -dice mi acompañante.
-Pero si tú ya estás casado, Harry.
-Nunca saber qué deparar futuro.
La fuente está antes de llegar a la plaza presidida por la iglesia parroquial, de estilo barroco. Nos sentamos en uno de los bares de la plaza y pedimos un refrigerio. Le explico a Harry que por La Alpujarra han pasado muchos viajeros, artistas y hombres de letras en busca de la paz y serenidad que no encuentran en las grandes ciudades. Después damos una vuelta por el pueblo. A Harry le encanta ese rumor de agua que va por los canalillos de las calles y le impresiona los techos de las casas, hechas con launas. Le explico lo que sé, que es una construcción muy típica de la comarca y que los techos se hacen a base de escamas microscópicas de pizarra descompuesta que cuando están mojadas se echan una encima de otras a la manera de una casa de naipe. Así se impermeabilizan los techos.
-¿Y no entrar agua cuando llueve?
-Ni una gota.
Otra cosa que le llama la atención a Harry es la gran cantidad de jarapas que exhiben las tiendas de regalos. Le digo que la jarapa era una prenda típica de La Alpujarra que se hacían en telares manuales. Ahora casi todas vienen de fábricas murcianas.
Aquí cuando hay que venir es en diciembre. Se celebra la fiesta de la matanza. Una pasada.
-Nosotros cuándo probar jamón.
-Tranquilo, Harry, tranquilo.
Bubión está a unos centenares de metros de Pampaneira. Eso en línea recta porque para ir a él por la carretera hay que recorrer varios kilómetros. Antes de entrar le cuento a Harry la historia del lama alpujarreño. Resulta que una vez dijeron que el lama Yeshe se había reencarnado en un niño de Bubión que se llamaba Osel. En el Cerro de la Atalaya hay un centro budista y desde allí nombraron a ese niño oficialmente sucesor del lama Yeshe en un acto muy solemne mientras él lamía una piruleta y jugaba con un camión de plástico. A los cuatro años se lo llevaron a un monasterio budista en Nepal y allí estuvo hasta que cumplió los 18 años y decidió la libertad. Dijo que ya estaba bien de tanta filosofía y doctrina budista y se fue a Ibiza. Ahora, ya un hombre hecho y derecho, está decidido a hacer cine y vive poca gente sabe dónde. Va de vez en cuando a Bubión, donde su padre aún mantiene una casa, pero totalmente de incógnito. Los que lo han visto dicen que está muy delgado y que se ha dejado melena.
Bubión tiene villa turística y una iglesia en la parte baja del pueblo, a donde llevo a Harry. Le cuento a mi amigo que allí se celebran las fiestas de moros y cristianos le hago partícipe de la leyenda de ese castaño tan enorme que el tronco albergaba a una hilandera y sus diez hijos. Cogió el árbol tanta mala fama que en un juicio fue sentenciado a morir en la hoguera. Tardó dos semanas justas en consumirse entre las llamas.
Bubión es el más pequeño de los tres pueblos del Barranco. Tiene muchos establecimientos con terrazas donde poder ver pasar el día sin ningún tipo de remordimientos.
A sólo un kilómetro y medio está Capileira, mi debilidad personal en cuanto a pueblo alpujarreño. He escrito sobre este pueblo cientos de veces y siempre que lo hago tengo la sensación de que no he sabido expresar lo que siento cuanto estoy allí. Capileira hay que verlo de abajo a arriba. Primero hay que ir al fondo del pueblo, donde están los 'tinaos' más vistosos de la comarca. Harry me pregunta qué son los 'tinaos' y yo se lo explico tal y como me acuerdo que me lo explicó el viejo Anselmo, que aparecieron por la necesidad que se tenía de contar con más espacio en las casas. Así se fueron haciendo habitaciones o espacios habitables juntando dos casas por arriba y sobre la calle.
La calle Vicario está llena de 'tinaos' y tiene un banco en el que nos sentamos a descansar un poco. A Harry le sofoca subir y bajar cuestas.
-¡Oh! 'Tinaos' ser solución arquitectónica perfecta. Los de Nueva York deberían copiar en vez de hacer tantos rascacielos -dice Harry.
Cuando voy a Capileira pongo en marcha un ritual que se reproduce casi por instinto. Voy a comer siempre al asador de mi amigo José Luis, me tomo un café con mi amigo Paco López en el negocio que tiene arriba del pueblo y duermo en el hotel Los Llanos, regentado por otra amiga: Gloria. Harry se sorprende de lo bien que me tratan en esos sitios y yo les digo que son ya muchos años de amistad, desde que hace treinta años comenzara a ir por allí a escribir reportajes sobre la zona. Es en el asador de José Luis donde nos sentamos para llenar la andorga.
-Harry, vas a comer algo que te va a encantar. Se llama plato alpujarreño.
-¿Llevar jamón?
-Sí, claro. Por eso no te preocupes.
Le digo a José Luis en un fuera aparte que le ponga más jamón que otra cosa al plato alpujarreño que le pedí para Harry. José Luis me guiña el ojo y le pone al irlandés un plato en donde rebosa el jamón, las papas a lo pobre, la morcilla y el chorizo. Y dos huevos fritos en pleno centro de las viandas.
-¡Oh! Esto ser mucha comida para dos personas -dice Harry cuando ve el plato que ponen encima de la mesa.
-No Harry, este plato es para ti solo. Yo he pedido ternera y una ensalada.
-Pero yo… reventar. ¡No poder!
-Si puedes, machote. No tenemos prisa. En La Alpujarra nunca hay que tener prisa.
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