Los bancos de Granada

Tiene Granada demasiados bancos de ahorros, bancos populares y banquillos muy malos. Pero faltan banquillos de los acusados. El que más usamos es el banco de la paciencia.

El banco de piedra de la plaza albaicinera de San Nicolás ofrece la más bella estampa de Granada. Una buena sombra es la que dan los plátanos del Campillo. Bancos también son los que guardan el dinero y en todo equipo de fútbol hay unos titulares -en la foto- y unos suplentes, que van al... banquillo.
El banco de piedra de la plaza albaicinera de San Nicolás ofrece la más bella estampa de Granada. Una buena sombra es la que dan los plátanos del Campillo. Bancos también son los que guardan el dinero y en todo equipo de fútbol hay unos titulares -en la foto- y unos suplentes, que van al... banquillo.

20 de julio 2008 - 01:00

RESULTA curiosa la cantidad de acepciones que tiene la palabra 'banco'. Su origen más remoto nos llega del germánico y era aquella tabla con respaldo que servía de asiento y que luego los cambistas medievales utilizaban en las ferias y mercados para hacer su negocio cambiando monedas. Es la más cercana al concepto actual de banco como entidad financiera.

Pero no ha perdido en Granada su significado original porque sigue habiendo bastantes bancos con mucho sabor y hasta olor, que sirven tanto para guardar ahorros como de asientos de almas cansadas y hasta de hotel de escasas estrellas. Tuvimos nuestro Banco de Granada unido a la familia Rodríguez-Acosta, funcionando desde 1964 y como heredero de aquella banca que desde 1830 regentaba la viuda de Rodríguez, aunque duró poco, hasta 1978. El más 'popular' se fundó en 1926 con el curioso nombre de Banco Popular y de los Previsores del Porvenir. Y ahora hay demasiados. Menos bancos y más aire al dinero, como diría el castizo.

Entre los populares, el más largo y solicitado es sin duda el banco-mirador de San Nicolás, en el Albaicín, con hermosas vistas a la Alhambra. Es un murete pensado para admirar, pero contraindicado como dormitorio al carecer de respaldo. Una caída desde aquí puede provocar, después de la vista de la Alhambra, otra de las estrellas aunque sea de día.

Hay bancos más céntricos llenos de jubilados granadinos y tertulianos de solera que todo lo saben; o de otros venidos de lejos con la piel oscurilla que comentan junto a la Fuente de las Batallas los destrozos de la afición futbolera o la precariedad de su contrato laboral. Los bancos de la Trinidad tienen dueños; casi como residentes fijos y sin pagar alquiler son 'okupados' día y noche por un grupo de los que no tuvieron suerte en la vida pero son buenos amigos de Don Simón. Ellos ponen el tinto y Enriqueta desde la esquina, el pan. Y con pan y vino… al banco.

Los de las farolas de Bibarrambla son los más sabios del mundo. En ellos se han posado 'guiris' y chamarileros, busconas y carteristas, vendedores de objetos afanados y cansados viandantes que vienen de la Vega. Allí se comentan tantas cosas y desde hace tantos siglos que han hecho de estos asientos el mayor banco de datos en competencia con la Wikipedia actual. Dicen que todo lo que hay que saber en el mundo está en los bancos de la plaza, en los confesionarios, en los lavaderos y en las fuentes de los pueblos. Sobran las universidades; son mejores los bancos. Por eso, otra de las acepciones de banco es la de acumulación de dinero, de datos, de células madre, de peces, de sangre y arena. Es decir, todo lo necesario para vivir. Tal vez falte sin embargo el más importante: el banco del amor. Pero no quiero dar ideas porque temo que cualquier día me encuentre un rótulo con esta denominación referida a una casa de trato o colocado en el luminoso de algún club de carretera con un corazón palpitando y un ojo cómplice que te guiña.

MURIÓ MUY JOVEN

Cuando la palabra banco pierde categoría y pasa a ser diminutivo alcanza significados muy distintos, aunque lógicamente relacionados. Son los banquillos. Se sientan los que esperan la decisión del entrenador. A mí sólo me sonaban los del Recreativo y el Granada; ahora hay varios equipos que se llaman Granada, pero tan malos que se debería inventar un larguísimo banquillo en el que se sienten las plantillas enteras y que jueguen sólo los futbolistas de verdad, como aquéllos que metían goles y nos mantenían en Primera División.

El más antiguo es el de los acusados. Recuérdese que Granada fue una de las dos únicas sedes de la Chancillería española desde el siglo XVI y, por lo tanto, sabemos mucho de juicios, de jueces y de banquillos de acusados. Aquí reside el Tribunal Superior de Justicia de Andalucía (TSJA) desde 1989.

Faltan muchos banquillos en la Caleta, porque ya me voy hartando de que algunos frecuenten más los bancos y las palmaditas del director, cuando estarían mejor en estos banquillos recibiendo el desprecio del ciudadano. Dicho esto, lo único que nos resta es descansar en el único banco al que estamos acostumbrados los granadinos que bajamos a Motril: el de la paciencia.

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