La banda municipal y los maestros Montero
Ayer y hoy
José María Montero fundó la Banda Municipal. Su hijo Adolfo, exigente profesor de Magisterio y dueño de Musical Montero, alivió sin saberlo las carencias económicas de mi familia
Tal vez haya algún granadino que recuerde que la Banda Municipal de la ciudad la fundó en 1917 un almeriense nacido en Berja en 1874. Fue don José María Montero Gallegos valiéndose de varios músicos jubilados, la mayoría procedentes de la Banda del Regimiento de Córdoba y casi todos formados en las bandas infantiles del Ave María. ¡Madre mía, lo que muchos músicos granadinos deben a las Escuelas del Ave María!
Ensayaban estos jubilados en unas dependencias del antiguo Palacio de los Córdova, junto al Teatro Gran Capitán. Su presentación en la Plaza del Carmen, todos uniformados y tocando el pasodoble Camino de Rosas, fue un gran acontecimiento popular. Su primer concierto fue el 2 de enero, festividad de la Toma, de 1917.
Esta primera Banda Municipal fue la que sustituyó a la del Regimiento en los conciertos del quiosco del Paseo del Salón; aquellos que los granadinos oían con respeto y en silencio porque hasta la circulación era cortada para evitar interrupciones de motos y coches. No tuvieron igual suerte luego los directores siguientes Ventura Clares y el maestro Faus, al que se le iba un color y se le venía otro cuando en pleno concierto apretaban las motos y el tranviario de turno pisaba con saña el inoportuno el timbre.
Pasó la Banda luego por momentos delicados cuando estuvo a punto de desaparecer en 1963 a raíz de una nueva Reglamentación de Trabajo que casi hizo duplicar el presupuesto necesario, por lo que hubo que despedir a 18 músicos contratados y suspender los ensayos. El alcalde Sola y el maestro Faus pudieron resolver la cuestión con más pena que gloria pero la Banda Municipal ahí está y en muy buenas manos por cierto desde 1983, con el ingenioso, excelente y popular maestro Sánchez Ruzafa.
El hijo del fundador de la Banda, don Adolfo Montero Molina, siguió los pasos del padre pero con una frenética actividad en las décadas de los 30 a los 60 en las que ocupó numerosos cargos como músico reconocido, concertista de piano, director de orquesta, profesor serio y exigente en la Escuela de Magisterio y comerciante de instrumentos musicales en su negocio de la calle Reyes Católicos, el que luego pasaría al señor Hidalgo.
Del elevado número de suspensos en solfeo de los alumnos de Magisterio en la convocatoria de junio con el señor Montero, se aprovechaba mi señora madre, puesto que era profesora particular de solfeo y piano. En los meses de verano mi madre aliviaba los escasos ingresos familiares con estas clases particulares y agradecía al cielo que don Adolfo Montero fuera un magnífico pero exigente profesor. El número de aprobados en septiembre era considerable y las clases de mi madre siempre estaban llenas.
Nunca sabrá don Adolfo lo que se lo agradecemos. La paciencia de mi recordada madre era ilimitada; así hasta los más torpes sacaban sobresaliente y pagaba con puntualidad; era entonces cuando mis cuatro hermanos y yo cambiábamos las papas en ajopollo por unos casi transparentes filetes de ternera. Es verdad que luego mi madre se gastaba parte de lo ganado en partituras y métodos de estudio que le vendía el propio Montero en la calle Reyes Católicos o Villar en el Zacatín.
Don Adolfo Montero murió el 22 de noviembre de 1980; hoy una calle granadina junto a la de Mozart, lo recuerda y todavía suenan los ecos de la sentida crónica que redactó uno de sus sobrinos-nietos, el poeta Luis Muñoz Montero, titulada La agonía del gran pianista granadino Adolfo Montero; y comprenderán ustedes que sobre el piano de mi madre, que aún conservo, le tenga puesta noche y día una mariposa prendida en el mejor aceite de oliva.
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