Granada

Un bar ilustre y de tradición familiar

restaurante san remo

No todos los restaurantes de Granada pueden presumir de tener entre sus clientes habituales a las principales figuras culturales de la ciudad. Miguel Ríos, Luis García Montero, Juan Vida o Joaquín Sabina son asiduos a la cocina del San Remo, un establecimiento que en sus 54 años de trayectoria ha sabido ganarse la fidelidad de sus clientes con una mezcla de calidad, buen servicio y cercanía. Si la clientela es un lujo, la comida no se queda atrás: sin grandes aspavientos ni rarezas, el San Remo se ha hecho un hueco indiscutible en la oferta gastronómica de Granada con unos platos que beben de la cocina andaluza, árabe y francesa y una oferta de 'barra' que ha hecho famosas sus patatas bravas y sus hamburguesas caseras.

Armando García regenta desde hace 19 años este restaurante con apellido -Casa Armando-, pero comenzó a trabajar en el local como camarero con el anterior propietario en 1971. De ahí le viene el nombre original, ya que el fundador de este restaurante ubicado en la calle Puente Castañeda vivía en Niza y era un enamorado de San Remo, así que no tuvo dudas cuando, al llegar a Granada, decidió abrir su propio restaurante. El establecimiento, con una decoración tradicional y nada ostentosa, está lleno de detalles de su clientela ilustre, que ha dejado una huella permanente en el restaurante. Las fotografías que decoran el salón interior son una muestra, pero no la más importante, ya que los manteles y servilletas del San Remo reproducen una caricatura de Armando realizada por el artista granadino Juan Vida.

El San Remo tiene en su 'curriculum' el hito de haber introducido las hamburguesas en Granada "cuando nadie las tenía" y de haber traído por primera vez cervezas de importación. Además, por supuesto, de haber conseguido sobrevivir durante más de medio siglo 'enganchando' a familias enteras, a generación tras generación. "Aquí vienen a comer desde niños con 9 años hasta abuelos de 90", asegura Armando, que apunta que el suyo no es un negocio "frío", sino que los clientes son como amigos que se sienten en su casa, que saben lo que comen y que conocen a quienes los atienden. "Si hemos llegado hasta aquí es por la calidad y el cariño que le damos a la gente".

El dueño del San Remo apunta que pueden cambiar las generaciones y los clientes, pero que hay cosas que permanecen inmutables con el paso del tiempo. "Pueden venir a comer lo que sea, pero las patatas bravas no las perdona nadie".

Las bravas del San Remo y su salsa tradicional -la especial sólo es apta para iniciados- son uno de los platos estrella de la barra del restaurante, junto a los pinchitos, las hamburguesas o las chipolatas. Pero el establecimiento ofrece una completa carta de mesa en la que se han hecho un sitio fijo el solomillo, el confit de pato a la miel de romero o el paté casero.

Armando asegura que el San Remo no sería lo mismo sin su cocinero, José López Montoro, el alma máter de un equipo del que forman parte otras dos personas que, junto a Armando, sacan adelante todos los días el restaurante. Y no es una tarea fácil. La crisis ha hecho mella en el restaurante y el hecho de no tener terraza le juega una mala pasada, pero el San Remo sigue siendo el San Remo, y sus fieles clientes no son de los que pasan de largo.

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