La basura asedia al Cubillas
Kilos de porquería se amontonan junto a los contenedores, llenos a rebosar. Al incivismo de quienes dejan restos de comida en la zona se unen los desechos consecuencia de los botellones campestres.
Alfombras, litronas, bolsas de plástico o sillas de terraza no es, desde luego, la 'fauna' que uno espera encontrar cuando decide pasar un día en un paraje natural como es el que rodea al pantano del Cubillas, espacio compartido por los términos municipales de Albolote y Atarfe y que, desde hace ya varios años, adolece de una falta de cuidados que sonrojaría a cualquiera. O no. Porque, según los dos ayuntamientos más afectados por la situación de dejadez que sufre el Cubillas, la competencia en el cuidado y limpieza de este entorno corresponde a la Agencia Andaluza del Agua -antigua Confederación Hidrográfica del Guadalquivir- y, pese a que afirman que en numerosas ocasiones han requerido que se intensifiquen las tareas de limpieza hasta ahora únicamente han encontrado el silencio como respuesta.
Fruto de la dejadez 'florecen' entre los árboles botellas de cristal, plásticos y latas. Alrededor de los contenedores -que están hasta arriba de bolsas- hay desperdigados restos de envoltorios de comida de todas las formas, tamaños y colores. Los animales, en busca de restos de alimentos, abren los envoltorios y desperdigan el contenido de las bolsas, lo que ayuda a que la imagen sea aún más lamentable en un entorno que, según reconocen fuentes del Ayuntamiento de Atarfe, podría ser un buen gancho para atraer a visitantes.
La situación comenzó a degenerar sobre 2007, según asegura Mari López Expósito, dueña del restaurante Las Torres. Hasta esa fecha, dos operarios recogían los restos, pero desde entonces, la limpieza es una asignatura pendiente. "Hemos hablado con la Delegación de Medio Ambiente, el Ayuntamiento, con todos, y ya no sabemos qué hacer", asegura desde detrás de la barra de su local. Resignada, asegura que la situación empeorará con la inevitable subida de las temperaturas propia de la primavera: habrá más visitas, más desperdicios y más olor, una combinación que, claramente, perjudica a su negocio. "No pedimos que vengan todos los días a limpiar, pero sí por lo menos una vez a la semana a vaciar los contenedores", explica, convencida de que, si al menos los contenedores se recogen periódicamente, no habrá tantos desperdicios en el suelo. En su establecimiento se predica con el ejemplo -trasladan la basura, no la tiran nunca en los contenedores de la zona- y tienen claro que su supervivencia depende en buena medida del estado en el que se encuentre este lugar. "Viene gente que, cuando ve lo que hay, se da la vuelta. Es una vergüenza", aclara Mari.
A pesar de la triste imagen que ofrecen los contenedores a rebosar y los restos que se esparcen por doquier, el paraje es elegido por muchos granadinos para dar largos paseos y disfrutar de la recién llegada primavera. Es el caso de Juan Jiménez, jubilado, que reseña que el "abandono es total". Viene a diario a disfrutar de su tiempo libre y tiene claro que, pese a que las administraciones tienen que actuar en este caso, buena parte de la culpa de la situación es de los propios visitantes. "La Administración, quien sea, pone los contenedores y no los recoge, pero también hay quien tira desde el coche la bolsa de la basura". Tan incívico comportamiento no es el denominador común a todos los que deciden pasar un día en el campo - "No todos tiran la basura, hay quien se la lleva a su casa"-, pero la huella de quienes no respetan el entorno permanece indeleble durante semanas. Según Juan, que cada día pasea por la zona, "de vez en cuando vienen y se la llevan [la basura] pero sin periodicidad".
Fuentes de la Delegación de Medio Ambiente aclaran que, desde el pasado verano, se han hecho cinco limpiezas que han supuesto un coste total de 26.500 euros y en las que se ha recogido una cantidad importante de residuos, 18.000 kilos. Sin embargo, la dejadez de algunos de los visitantes más el incivismo de quienes creen que este paraje es directamente un vertedero -en el que dejar abandonados objetos tan variopintos como una alfombra o una barbacoa de hierro- hace que esas limpiezas -por muchas toneladas que se consigan recoger- luzcan más bien poco. De hecho, está a punto de sacarse otro contrato para limpiar la zona por un montante de 12.000 euros.
Junto a los contenedores a rebosar, otro de los aspectos que más llaman la atención es la cantidad de botellas de vidrio que hay esparcidas. Ricardo Merlos, un ciclista que conoce la zona desde su infancia, achaca estos restos a la práctica de botellones campestres, que suelen darse durante los fines de semana -precisamente cuando más familias optan por este lugar como área de recreo para pasar la jornada- y dejar un indeleble rastro de cristales.
Pese a lo crítico que se muestra con el estado en el que se encuentra este lugar -"Lo único que vais a ver son restos de botellas y bolsas", asegura- piensa volver con su bicicleta para practicar deporte.
Y es que el lugar tiene su encanto, a pesar de los kilos de basura que se amontonan y que sirven de sustento para algunos animales, incluso perros abandonados. La competencia para su limpieza es, según explican desde los ayuntamientos de Atarfe y Albolote, de la Agencia Andaluza del Agua, lo que ata de pies y manos a los consistorios. "Ya les hemos remitido quejas, pero han hecho caso omiso", explica el coordinador del Área de Medio Ambiente de Albolote, Gonzalo Caras.
La misma situación viven en el Ayuntamiento de Atarfe. Según fuentes del Consistorio atarfeño "hemos presentado denuncias a la Agencia Andaluza del Agua y nos dicen que está en vías de solución". "Hacemos todos los esfuerzos posibles y hablamos continuamente con la Agencia y con el delegado de Medio Ambiente", aclaran desde el municipio, que está más que interesado en poner en valor este entorno y rentabilizarlo.
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