Granada

Las cabeceras de los periódicos de Granada

  • Acercarse a los periódicos es una manera de amarlos

  • Hay cabeceras que ya se inventaron en el siglo XIX

  • Algunas son para echarse a reír

  • Si se pierden las cabeceras se pierden las cabezas

Acercarse a los periódicos es una manera de amarlos, aunque sean antiguos. Y cuantos más hubiera más libre y abierta estaría la ciudad. En la Granada del siglo XIX aparecieron cerca de 400 publicaciones periódicas entre diarios, semanarios, revistas y hojas informativas, algunas con solo un número y otras rebautizadas o reaparecidas. Los hubo diarios, semanales, mensuales y hasta los que salían de vez en cuando con cabeceras cuyo significado no siempre coincidía con lo que el lector esperaba encontrar dentro. Resulta divertido ver el ingenio que tuvieron para bautizar las cabeceras. Veamos algunos ejemplos sin entrar en contenidos porque los había de todos los colores: patriotas y afrancesados, conservadores y progresistas, carlistas y republicanos, de ciencias y de letras; y algunos ácidamente satíricos y criticones.

En el siglo XVIII hubo uno curioso titulado Llantos de Granada; cuenta las aventuras de Demócrito y Heráclito por el río Darro. (Ver mi artículo Llantos de Granada ¿Por qué lloramos?, en Granada Hoy 28/9/15, Internet). En el siglo XIX aparecen cabeceras con nombres asombrosos: El Loco Constitucional, El Fantasma de Granada, El Tonto de la Colegiata. Los más frecuentes se dedican a la crítica política o social con tintes satíricos para ridiculizar la actuación de autoridades civiles, militares y religiosas o personajes relevantes de la sociedad granadina. En 1823 se publicó El Tábano, periódico claramente anticlerical. Y en 1863 y hasta el 1894 La Pulga "Eco infernal de la opinión y de la prensa…que salta y pica una vez a la semana". Otro realmente agresivo fue El Diablo, "revista infernal, diabluras, enredos, travesuras, extravagancias, arañazos, mordiscos, etc.". El Albahicín, publicado en abril de1839, iba escrito todo en verso.

En la Granada del siglo XIX había cerca de 400 publicaciones con distinta periodicidadEn 1863 nació La Pulga, Eco infernal de la opinión y la prensa... que salta una vez a la semana

Abundan las cabeceras alusivas a nuestro pasado musulmán y a su principal monumento; la más emblemática era La Alhambra; pero hubo otras como El Abencerraje, revista semanal dirigida por Manuel de Góngora; La Torre de la Vela, La Campana de la Vela (político, religioso y literario); El Generalife, revista católica de 1874; La Estrella de Occidente, revista Hispano-marroquí fundada por el arabista Almagro Cárdenas y escrita en árabe y castellano.

Los periódicos religiosos fueron abundantes y sus cabeceras muy elocuentes: La Esperanza, El Hogar Cristiano, La Juventud Católica, La Madre de Familia, dirigida ésta por Enriqueta Lozano; El Bien, publicado en 1867 por el padre Gras y Granollers, fundador de la orden de Cristo Rey. No es el caso de La Beata Habladora; o del que publicó Pedro A. de Alarcón titulado La Redención por el que se le echaron encima la Iglesia y el Ejército en 1854.

Al periodo revolucionario del siglo XIX corresponden: La Democracia, Club revolucionario de Granada, La Revolución, El Progreso, La Idea revolucionaria, etc. No faltaron los dedicados a las ciencias; uno de los más prestigiosos era la Gaceta Médica. Incluso hubo uno editado por niños en 1896 titulado Nuestros días festivos. Hay cabeceras ya inventadas en el siglo XIX y cuyos nombres nos suenan hoy como muy actuales: El Pueblo, El Debate, El Triunfo, La Linterna, La Voz de Granada, El Cascabel, La Opinión, El Imparcial, El Independiente, El Jueves, El Intermedio, etc.

Algunas eran realmente simpáticas: La Tarasca, El Pendón, Los Pollos del Tío Martín, El Papagayo, El Corre-Ve-Dile, El Matamoscas, El Exorcista, El Manicomio, fundado por el periodista Eduardo Hernández, etc. También las hubo con nombre de ríos: El Dauro (1856, dedicado al fomento de la industria y el comercio) y El Genil (artístico y literario, 1842). Y hubo hasta con nombre de la calle que se iba a construir, La Gran Vía, en 1894. Fueron muchas y ya desaparecidas, y es una pena porque si se pierden las cabeceras se pierden las cabezas.

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