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El chopo en Granada, de regular las inundaciones en el Genil a ser protagonista de una revolución

  • Fueron claves en el desarrollo de otros cultivos que permitieron crecer a la provincia, como la remolacha o el tabaco

  • Ahora se postulan como un valor seguro, con beneficios medioambientales asegurados

Labores de corte en una chopera.

Labores de corte en una chopera. / Foto cedida por María del Carmen Jiménez Barrionuevo-Liñán.

Los chopos y la innovación fueron objeto del discurso de apertura del curso académico en la Universidad de Granada. El catedrático de Física Aplicada de la UGR Antolino Gallego Molina fue el encargado de proponer "un paseo" que comenzó en lo poético y finalizó en lo práctico.

Enraizadas en la Vega, forman parte del paisaje granadino desde hace siglos. El profesor Gallego recordó que "el chopo de Granada ha sido y sigue siendo uno de los recursos madereros más importantes de la provincia". Fue usado "ampliamente" durante el periodo en de Al Ándalus. Así, se empleó madera de copo en las cubiertas de las dos naves laterales del Patio de la Guardia de la Alhambra. "Es bien conocida la existencia de rollizos de chopo en las cubiertas y techumbres de muchas casas moriscas de la ciudad de Granada y la comarca de la Vega", recordó Antolino Gallego.

En su discurso recaló en la presencia de las choperas en la Vega entre los siglos XVIII y XIX. Entones era vegetación de ribera del río Genil. Tenían entonces estas plantaciones un "valor ambiental" y también uso, ya que su madera se empleó en andamios, techumbres y cubiertas. En 1883 "llega a la Vega de Granada la llamada revolución del oro blanco", reseña el catedrático. El cultivo de remolacha espoleó la economía provincial, propició que se asentara el tranvía con trazados que hoy son una fantasía y creó una clase burguesa granadina. "En 20 años se asientan en Granada 14 azucareras". La alta demanda de la construcción conllevó más demanda de madera y "se iniciaron las repoblaciones masivas con chopos". Este cultivo permitía además "regular las avenidas del río Genil". Era un cultivo protector que desembocó en la que el profesor universitario denomina primera Revolución del Chopo en Granada. 

Cuando la remolacha retrocedió en favor del tabaco, la madera era necesaria para construir los secaderos de la Vega. "La madera de Granada era considerada como madera de primera categoría", resume Gallego.

Al cultivo del tabaco le llegó su declive sobre la mitad del siglo XX. La madera del chopo únicamente se empleó en las cubiertas de los secaderos, mientras que para el resto se empleaba ladrillo y hormigón. "Se pierde así el uso del chopo como madera estructural".

Antolino Gallego, durante su lección inaugural en el Crucero del Hospital Real. Antolino Gallego, durante su lección inaugural en el Crucero del Hospital Real.

Antolino Gallego, durante su lección inaugural en el Crucero del Hospital Real. / antonio l. juárez / PS

Llega un nuevo hito con el tirón del comercio hortofrutícola. Se requería madera para las cajas, preferentemente ligera y blanquecina. Se introducen en Granada ejemplares clones híbridos italianos, con capacidad para producir más madera en menos tiempo, de color claro y con menos densidad. Se llega entonces a la segunda Revolución del Chopo en Granada. "En 1962 Granada era la primera provincia española productora del chopo", explicó en su discurso el catedrático.

La madera de las choperas se empleó en las cajas para productos hortofrutícolas y celulosa. Mientras, en otras comunidades, a partir de los años 80, se comienza a producir tablero contrachapado. Se emplea en transporte, caravanas y barcos y luego en construcción. Se viró a un producto de más "valor añadido que el de los envases", que requiere de maderas de "mayor calidad" y lleva de la mano que en esos lugares donde se producen esos troncos más gruesos se dé la tercera Revolución del Chopo. A esta no llegó Granada. "Nunca se generó en Granada una industria del contrachapado industrial", resume Gallego.

En 2008 la crisis propició que "muchos propietarios necesitaran el dinero de la corta de la chopera" pero no volvieron a plantar. Sin subvenciones, se pasó de las 12.000 hectáreas de principios de siglo a las 4.500 de 2021. Pese a ello, se plantea el profesor Gallego si es posible una tercera revolución que "puede venir de la mano del uso del chopo como madera estructural para construcción".

Ventajas, todas. Enumera el catedrático que la falta de explotación de recursos forestales como el pino "es sinónimo de masas forestales más vulnerables a incendios y plagas". Recuperar las choperas de la Vega  para su uso en la construcción en prefabricados mixtos madera hormigón mejora el aislamiento acústico y permite estructuras más ligeras, es menos costoso o, además, tendría una huella de carbono nula.

El desarrollo de este producto conlleva un ecosistema industrial, con aserraderos y empresas dedicadas a las vigas o prefabricados. En esa línea trabaja Life Madera para el Futuro, que cuenta con un proyecto demostrativo, el Edificio Impulso Verde que se levanta en Lugo.

Además de industrial, el chopo permite otro tipo de avances. Así, "una hectárea de chopos puede proporcionar el oxígeno suficiente para la vida de 142 personas". Las choperas de la Vega, añade Gallego, generan oxígeno para las personas que viven en el Cinturón.

Además de ejercer como "granjas de carbono", son un filtro verde de los nitratos, amortiguan la subida de las temperaturas y permiten que se mantenga la vida en las choperas. En ellas se ha constatado la existencia de hasta 71 especies de aves, de las que 68 son probablemente reproductoras, concluye el profesor sobre las posibilidades del cultivo de este árbol.

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