El comercio, acorralado en el Centro

El precio de los alquileres y la caída del consumo han desplazado al pequeño comerciante de las calles más históricas del centro granadino, en las que sólo quedan un puñado de supervivientes

G. S. M. Granada

25 de octubre 2015 - 11:13

Hace poco más de un mes, la droguería La Giralda cerró las puertas que llevaban 135 años abiertas en la plaza Pescadería. Hoy el estrecho local, que en más de un siglo sólo había cambiado los productos de sus estanterías, está en pleno proceso de reforma. En los últimos años de crisis, el centro de Granada se ha despedido de muchos de sus establecimientos históricos. Comercios y bares con solera -no hay más que recordar El Sevilla, que cerró sus puertas en 2014- han ido cayendo y dejando paso a establecimientos de todo tipo, consagrados al turista al que tanto le debe Granada.

Cualquier granadino puede recorrer mentalmente con relativa facilidad las principales calles históricas del centro. El Zacatín, la plaza Bib-Rambla, la de las Pasiegas, la Romanilla y todas las estrechas y encantadoras vías peatonales que las unen. En ese mapa mental -y en su versión física-, bares y restaurantes han ido sustituyendo paulatinamente a los establecimientos comerciales que los precedían. No hace tanto que la plaza Bib-Rambla era el sitio al que todo niño granadino iba a comprar sus juguetes. Pero ahora apenas queda una quincena de comercios, la mayoría enfocados al 'guiri'.

La caída del consumo que ha marcado la crisis, la desaparición de la renta antigua y el cambio de prioridades de los ciudadanos han acelerado el proceso de desplazamiento del comercio tradicional en el centro histórico, que se encuentra cada vez más acorralado. Porque, háganse una pregunta: ¿estarían más dispuestos a gastarse 50 euros en una comida o 79 en una camisa?

La presidenta de la Federación Provincial de Comercio, María Castillo, recuerda que todos los días se están abriendo nuevos comercios, pero que es cierto que cualquier comerciante tradicional "se lo piensa mucho" antes de pagar los precios tan elevados de las calles principales del centro histórico. La hostelería, un servicio "que de una forma u otra se consume a diario", tiene más facilidad para facturar, así que suele resultar más sencillo afrontar unas rentas desorbitadas. Eso sí, Castillo defiende la necesidad de que haya comercio en el centro: "el comercio mantiene viva a la ciudad".

Pablo Salas forma parte de la cuarta generación de comerciantes granadinos al frente de la Zapatería Salas. Desde la inauguración de su primera tienda en la calle Hileras, en el año 1924, los Salas han sido testigos de excepción de los profundos cambios que ha experimentado el centro comercial, cada vez más centro hostelero. De hecho, Pablo recuerda que la calle Navas, donde la familia tenía una de sus zapaterías, ya sufrió un proceso como el que ahora ha experimentado la plaza Bib-Rambla. "La calle Navas era una calle muy importante de ventas hace 25 años y se ha transformado". Ahora la Zapatería Salas es uno de los pocos comercios que siguen activos en la zona de Bib-Rambla y Pescadería, donde llevan instalados casi cuarenta años. Después de tanto tiempo, la tienda -que al igual que otras de la cadena granadina se han ido modernizando- funciona a la perfección gracias a su clientela fiel y al turismo. La clave, según Salas, está en el precio de los alquileres. "El bar que funciona genera muchos más ingresos para afrontarlos", indica.

La mercería Emilio lleva 45 años instalada en la calle Marqués de Gerona, hasta donde se trasladó desde su primera ubicación, la plaza Bib-Rambla. "El centro ha cambiado del todo. Antes entre Bib-Rambla y la zona de las Pasiegas había 14 mercerías. Ahora solo quedamos dos", explica Emilio Hurtado, el propietario del establecimiento, que asegura que el hecho de que el centro se haya convertido en una zona de bares no beneficia en nada al comercio que queda. "Muy bien no nos viene, la gente viene a beber, no a comprar".

Desde el restaurante Cunini, instalado en la plaza Pescadería desde hace más de 60 años, no ven con malos ojos la creciente competencia. Uno de sus propietarios, Aparicio Heredia, asegura que la especialización de su restaurante, el pescado y el marisco, lo diferencia del resto. "No nos afecta la competencia, yo lo prefiero. Tener mayor oferta no es un problema", indica el restaurador, que recuerda que hace años el Cunini y una cafetería eran la única opción hostelera en la zona. "Antes todo era comercio y jugueterías".

La calle Ganivet es uno de los mejores ejemplos del avance de la hostelería en el centro. Desde hace 29 años Miguel Olmedo, trabaja en esta vía con sus establecimientos de moda. El comerciante asegura que no ve perjudicial el cambio, sobre todo porque los locales de hostelería que han abierto sus puerta son de nivel y generan mucho movimiento. "Donde se mueve la gente, el escaparate se ve".

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