conflicto en Ucrania

La comunidad rusa y ucraniana en Granada: "Somos gente pacífica"

  • La iglesia de San Bartolomé del Albaicín congrega a fieles ortodoxos de las dos nacionalidades

  • Natalia, rusa, asegura que "estoy temblando" con las informaciones que llegan desde Ucrania y da su apoyo "al pueblo entero"

Una mujer, en la iglesia ortodoxa de San Bartolomé de Granada antes del oficio del sábado.

Una mujer, en la iglesia ortodoxa de San Bartolomé de Granada antes del oficio del sábado. / Jesús Jiménez / PS

Caras serias y mucha reserva. La comunidad ortodoxa en Granada, de la que forman parte ucranianos, rusos y nacionales que profesan esta religión de otros países del este de Europa, tiene uno de sus puntos de reunión en la hermosa iglesia de San Bartolomé, en el Albaicín. Un goteo de fieles entra al pequeño templo, cedido hace unos años por el Arzobispado de Granada a la Iglesia Ortodoxa. Se acerca la hora del oficio religioso y ultiman los preparativos para la misa, que se prevé que comience a las once de la mañana. Cumplen su tradición de persignarse antes de entrar, y al salir. Ellas cubren su cabeza con un pañuelo. Dentro, apenas un puñado de fieles, esperan que comience el culto mientras el sacerdote atiende al teléfono. No quieren ser noticia en unos días en los que la opinión pública ve con espanto lo que ocurre a miles de kilómetros.

Natalia Korobchits, rusa que lleva seis años en España, es la única que accede a hablar. Lo hace de manera seria, reposada. “Es horrible”, asegura. Son los palabras que resumen todo lo que se puede leer en estos días sobre la situación que viven tanto su país como Ucrania.

Ambas comunidades conviven en Granada y comparten espacios como esta iglesia dedicada al culto ortodoxo. Natalia, que reconoce que “estoy temblando”, da su “apoyo a los ucranianos”, a la gente del Donbás y “al pueblo entero”. “Lo único que trae la guerra es un sufrimiento enorme, muerte y destrucción”, indica a los periodistas que se encuentran a las puertas de San Bartolomé. Sobre cómo es el día a día de ucranianos y rusos en Granada, Natalia lo tiene claro: “Somos pacíficos”. La convivencia entre nacionales de ambos países discurre por una senda en la que son más los puntos en los que convergen que los que les separan.

Natalia es la única de las fieles que se dan cita en el templo –una veintena aproximadamente– que accede a atender a los medios. Otras mujeres declinan amablemente dar su opinión sobre un tema extremadamente delicado y que, se ve en sus rostros, les conmueve profundamente. Se reconocen, porque así lo dicen, emocionalmente tocadas por un conflicto que recuerda a épocas pasadas, de pesadilla. Preparan en silencio el oficio, que tan singular, en un principio, parece comparado con una misa católica.

La responsable de la iglesia, Olga Bunkova, explicó recientemente en declaraciones recogidas por Efe que el templo del Albaicín sirve de lugar de encuentro entre ortodoxos de diferentes nacionalidades y reúne en sus oficios a creyentes rusos y ucranianos. Con el estallido de los enfrentamiento, el sacerdote de esta iglesia, Mihail Ustimenko, pidió el pasado jueves aumentar las oraciones por la paz. “En cada misa rezamos por la paz entre nuestros dos países. El conflicto en Ucrania lleva muchos años, y nosotros siempre teníamos esperanza de que podrían llegar a un acuerdo”, aseguró Bunkova, que también recalcó que, de momento, no han tenido ningún tipo de problema de convivencia y se ha mostrado convencida de que seguirá siendo así en el futuro porque otra cosa “no tendría ningún sentido”.

La guerra en Ucrania ahora es noticia, pero desde hace años se puede seguir su huella –tenue comparada con esta última semana– en Granada. La Universidad de Granada (UGR) cuenta desde hace años con un programa de atención a estudiantes refugiados. Algunos de ellos han sido ucranianos que pudieron continuar con su formación universitaria gracias a esta iniciativa. Uno de ellos, entrevistado por este diario en 2018, arquitecto de formación, aseguraba que “Ucrania está en guerra y queremos vivir”. Vino a Granada porque “yo no quiero ir a la guerra y matar a otra persona”. En 2015 la Universidad de Granada se adhirió al programa Science 4 Refugees (Ciencia para Refugiados), iniciativa de la Comisión Europea que tenía como finalidad ayudar a investigadores y estudiantes refugiados a encontrar trabajo en Europa. Este año, en el plan director de la institución académica, se recoge el objetivo de ayudar a cuatro personas refugiadas.

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