Decenas de formas, colores, materiales… Tradicionales, modernas, transgresoras… Es lo que nos encontramos en cualquier tienda cuando queremos comprar copas para el vino. Sin embargo, y a pesar de las modas, si lo que deseamos verdaderamente es disfrutar de un buen vino en todo su esplendor, la elección debe hacerse sin dudar. Y es que el sabor y el disfrute del vino cambian de forma radical según la copa en el que lo bebamos. No se trata de un esnobismo ni de una exageración, es una realidad que cualquiera puede comprobar probando un mismo vino en copas con formas diferentes…Y creerá que son vinos distintos.
Pero empecemos por el principio.
La copa se compone de varias partes diferenciadas. Se llama boca a la forma que tiene los bordes. Lo ideal es que se cierre para que los aromas se reserven y se concentren. Además, la forma que tenga la boca hará que al beber, el vino se deslice hacia unos puntos determinados de la lengua y en un orden determinado, llenándonos de las características organolépticas de ese vino.
El cáliz es la parte abombada de la copa. Es en el cáliz propiamente dicho donde se sirve el vino. Deben ser más abombadas para los tintos que para los blancos, ya que aquellos necesitan mayor amplitud para desarrollar sus aromas. El cáliz permite hacer girar y oxigenar así los vinos. El tallo o la caña es el lugar por el que se debe sostener la copa, y nunca por el cáliz, ya que la mano calienta con gran rapidez un vino. La caña debe ser, por lo tanto fina y lo suficientemente larga como para permitirnos sujetar la copa y hacerla girar con facilidad. Como siempre explico a los asistentes a mis catas, la taza tiene un asa para no quemarnos los dedos al cogerla y la copa tiene tallo para no calentar el vino con el calor cogiendo la copa por el cáliz. El pie es el elemento que sirve para apoyar la copa y para sujetarla. Lo importante es que guarde relación con el resto de la copa con el fin de que asegure su estabilidad.
Los elementos que hay que tener en cuenta en la elección de las copas son, por orden de importancia, su forma, su tamaño y el material del que están hechas.
La forma. En primer lugar, una copa de vino debe ser convexa, en forma de tulipa cerrada. El borde tiene que curvarse hacia el interior para retener y captar los aromas del vino y canalizarlos hacia la nariz. Una copa cuyo cáliz sea poco profundo dejará una superficie demasiado grande de vino en contacto con el aire y no podrá retener los aromas. En este caso, la mitad del placer de la degustación se habrá perdido.
El tamaño. Deben ser lo bastante grandes para poder servir el vino en cantidad suficiente sin llenarlas más de un cuarto o un tercio de su capacidad. Si la copa es muy pequeña o está demasiado llena, ni se podrá hacer girar el vino para liberar los aromas, ni podremos levantarla con comodidad para observarlo al trasluz. El servicio de los espumosos se realizará en copas tipo flauta, llenándolas hasta las tres cuartas partes para observar el ascenso de las burbujas y apreciar la calidad y el color del vino.
Los materiales. Tienen que ser transparentes, lisos y sin facetas. Las pesadas copas de vidrio tallado, o fileteadas de oro, son ciertamente bonitas pero no favorecen la apreciación del vino ni del placer de la degustación. Las copas de color impiden admirar la capa del vino. El material ideal es el cristal fino. El cristal proporciona una claridad óptima y su finura permite ver sin ningún tipo de deformación lo que contiene la copa.
Estas explicaciones parecen simples, pero ¿cómo explicar científicamente por qué es más agradable degustar un vino en un recipiente de cristal que en una copa ordinaria? Las catas comparativas han convencido a los expertos de que las copas de cristal fino contribuyen al placer gustativo. No obstante, el material tiene menos importancia que la forma o el tamaño.
La degustación del vino involucra casi todos los sentidos: el gusto, el olfato y la vista. Por eso, la copa perfecta para un determinado tipo de vino permite conocerlo en profundidad, apreciando durante la degustación todo el potencial de sus aromas, sabores y texturas.
La copa no sirve solo para beber, también es un elemento de evaluación del vino. Como regla general, las copas grandes intensifican los aromas. Es por ello, que las diseñadas para vino tinto son más grandes que las demás ya que posibilita sumergir la nariz en el tazón. El diámetro del borde lleva al vino hacia la parte de la lengua que percibe el sabor dulce. Una apertura más grande hace que la superficie de contacto entre la bebida y el oxígeno también sea mayor.
Los principales tipos de copas de vino tinto son:
- Copa Burdeos. Es más alta y su tazón no es tan grande. Está diseñada para vinos con más cuerpo como el Cabernet Sauvignon o el Merlot, debido a que su tamaño permite que se dirija directamente a la parte posterior de la boca y se realce el sabor.
- Copa Borgoña. Su forma de balón facilita el movimiento del vino dentro de la misma y esto beneficia el desprendimiento del aroma.
- Copa Pinot Noir. Es de gran tamaño y su forma busca potenciar el dulzor o la acidez del vino.
- Copa Cabernet Sauvignon. Resulta de fácil manipulación y permite disfrutar el aroma y sabor del vino, debido a que suaviza los bordes ásperos.
Las copas de vino blanco son más pequeñas y presentan una apertura más pequeña en forma de U. Sus aromas frutados no necesitan tanta oxigenación para ser percibidos. Del mismo modo, al tener una apertura y un tamaño más pequeño, el vino blanco conserva mejor su temperatura.
Las dos principales copas para vino blanco son:
- Copa Tulipán: Resalta el aroma a fruta y gracias a su tamaño es de fácil manipulación.
- Copa Chardonnay: Cuenta con una forma redonda hacia el interior para canalizar y potenciar sus aromas.
Las copas de espumoso tienen una forma de “flauta” y es ideal para percibir los aromas de los espumosos. Además, su forma alargada permite apreciar la evolución de las burbujas. La copa Pompadour es baja en comparación a su gran abertura de la boca ocasionando que las burbujas desaparezcan rápidamente.
¿Cómo limpiar correctamente una copa de vino?
La mejor forma de limpiar una copa es enjuagarla con agua caliente y, posteriormente, rociarla con una mezcla de agua y alcohol en cantidades iguales. Luego se deberá repasar la copa y sacarle brillo con trapos secos y limpios hasta que quede completamente transparente.
Hagan la experiencia: tomen un mismo vino en copas de formas diferentes y se sorprenderán.
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