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En el corazón de la Universidad de Granada

  • María del Carmen García Garnica es desde el pasado verano secretaria general de la UGR, responsabilidad que compagina con la docencia y la investigación

María del Carmen García Garnica, en su despacho de la Secretaría General del Hospital Real.

María del Carmen García Garnica, en su despacho de la Secretaría General del Hospital Real. / antonio l. juárez / PS

María del Carmen García Garnica habla con los ojos. Le brillan de orgullo al hablar de sus dos hijas. Le brillan, pero de emoción, al referirse a sus padres. Viste de forma sencilla, colores lisos que enmarcan una sonrisa diáfana y facilitan un día a día en el que brega con el cargo de secretaria general de la Universidad de Granada y la docencia. Ella cuenta que estudiar Derecho no fue vocacional. “Tenía muchas dudas”. Ahora cada mañana sube la treintena de escalones que conducen a uno de los puntos claves de la Universidad de Granada. Si el Hospital Real, sede del Rectorado, es el corazón de esta UGR, el despacho de la secretaria es una aurícula, encargada de bombear al resto del órgano no sangre, sino informes, normativa, análisis, trabajo serio y riguroso.

Bien temprano, cada mañana los pasos de García Garnica conforman un triángulo formado por su domicilio, el Rectorado y la Facultad de Derecho, donde imparte clase dos días a la semana. Todo queda apuntado meticulosamente en la agenda de esta mujer.

A veces los límites de cada uno de estos vértices quedan difuminados y es en casa donde prepara clases y avanza con aspectos relacionados con la Secretaría General, donde se concentran las áreas de gestión que sirven de base para el funcionamiento del resto de órganos que componen la Universidad.

García Garnica, en clase en la Facultad de Derecho. Es catedrática desde 2012. García Garnica, en clase en la Facultad de Derecho. Es catedrática desde 2012.

García Garnica, en clase en la Facultad de Derecho. Es catedrática desde 2012. / antonio l. juárez / PS

Para llegar a su despacho hay que alcanzar el patio del Archivo o de Carlos V, por tener justo en el centro una escultura del fundador de la Universidad. Una pequeña puerta de madera da paso a una treintena de escalones para llegar al descansillo donde está el despacho de la secretaria general, acceso vigilado perennemente por un San Agustín de Pedro Atanasio Bocanegra (1670). Tiene un libro abierto y con el dedo alecciona a un niño que a su vez imita el gesto del santo.

“Una vez que empecé a estudiar Derecho me enamoré”, confiesa García Garnica sobre su etapa estudiantil. Quedarse en la Universidad no era el plan. Dudó entre opositar o elegir otro camino pero “me cautivó la carrera”. En cuarto curso comenzó a investigar, enganchada con el Derecho Civil. “Es el del día a día, el de las cuestiones más básicas, el que alcanza desde antes de nacer hasta después de la muerte. Por ahí pasamos sí o sí. Es apasionante”. De 25 asignaturas sólo tuvo cinco profesoras, cinco nombres que recita casi del tirón: Ana Rubio, María Álvarez Manzaneda, Mercedes Moya, María Jesús Calatrava y Rosa López Barajas.

La secretaria general, con su mascota, Rita. La secretaria general, con su mascota, Rita.

La secretaria general, con su mascota, Rita. / antonio l. juárez / PS

La jornada laboral de la mañana queda casi siempre enmarcada entre trabajo de oficina dentro de su despacho -dos pantallas sobre la mesa quedan bajo la mirada de un retrato de García Lorca-y reuniones de las distintas comisiones. “Cuando se está en gestión lo que más se resiente es la investigación”. Desde hace once años dirige un máster en Responsabilidad Civil, un tema del que habla con verdadera pasión. “No se trata sólo de sancionar, sino de la reparación. ¿Cómo se valora el sufrimiento?”. Entre sus preocupaciones la protección de datos y la digitalización. “De las cosas que me alegro de haber promovido estar la adhesión de la UGR al pacto digital para la protección de las personas”.

Los miércoles y jueves da clase en la Facultad de Derecho. “Le doy mucha importancia a la docencia. Es una responsabilidad que tenemos motivar a los estudiantes. Y para eso es importante tomarse en serio las clases”. Los días de clase todo lo demás gira alrededor de la docencia.

El almuerzo permite a García Garnica regresar a casa. “En Granada somos unos privilegiados”, pondera sobre la opción que le da esta ciudad-donde todo está más o menos cerca- de regresar a su hogar a la hora de comer. “Me encanta estar en familia y sacar ese rato”. Y es que, por escasos, la secretaria general de la UGR reconoce que esos momentos con los más cercanos, con sus dos hijas, ya universitarias, con su pareja, Rafael, y con sus padres, son los más preciados en ese día a día en el que apenas se separa del portátil y el móvil.

“Me gusta lo que hago. Disfruto con los temas del trabajo”. No esconde ese apasionamiento y no rubrica con una afirmación rotunda: “Estar en la Secretaría General es un privilegio”.

Antes que ella otras dos mujeres ocuparon este mismo puesto clave en la gestión universitaria, su predecesora, María Asunción Torres López, y Rossana González González, la primera en llegar a este cargo en 2008. A su llegada únicamente ha introducido un cambio en el despacho, una enorme maceta. “Estar aquí es una oportunidad de mejorar el funcionamiento de la Universidad desde dentro”.

El momento es clave para la institución, que tiene que ajustar su maquinaria a una nueva legislación nacional y tendrá que acompasarse a la normativa autonómica que ya se prepara. Este macrotrabajo tiene que compaginarse con eso de apagar fuegos del día a día y un calendario que marca a marchamartillo el desarrollo de proyectos de investigación y normativos. Una tarde con tiempo libre es el espacio destinado a otras aficiones. Como el cine -La sociedad de la nieve ha sido una de las últimas películas que ha visto-, pasear con su perrita Rita, leer o sus padres, a quienes agradece el apoyo para estar ahí en una carrera exigente. Catedrática desde 2012, señala que uno de los problemas con el que se enfrentan las mujeres es “tener que renunciar para llegar”. “Estamos perdiendo talento”, asevera al tiempo que destaca la “inteligencia” de sus dos abuelas, una capacidad que quedó en el terreno de lo doméstico por la imposibilidad de formación. “Lo que hubieran podido haber hecho...”.

Y lanza un aviso a navegantes. “Me preocupa que la generación que viene pueda normalizar mensajes y modelos que ahonden en la desigualdad. Hemos hecho un gran esfuerzo”.

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