El empedrado 'no histórico' del Albayzín
Hasta hace poco más de 150 años, las calles del centro de Granada y los barrios altos estuvieron formados por terrizas en su inmensa mayoría
Boabdil no caminó por el "típico" empedrado granadino en sus calles. Ni tampoco los Reyes Católicos lo pisaron. Lo mismo le ocurrió a Felipe IV cuando entró a Granada por la Puerta de la Paja, actual Puerta Real. Y me atrevería a asegurar que ni la reina Isabel II pisó las calles empedradas de la ciudad en su visita en siglo XIX. Ninguno de ellos lo pisó porque, sencillamente, el empedrado y enlosado de espacios públicos es un "invento" relativamente reciente, que no se remonta históricamente más allá de mediados del siglo XIX.
Asombra leer determinadas afirmaciones que confieren al empedrado de calles de Granada categoría de bien histórico, remontando su existencia a por lo menos seis siglos atrás, en época nazarí. Y no digamos cada vez que surge alguna obra en el Albayzín y los responsables técnicos y políticos se debaten en el tipo de solado a colocar, con la consiguiente polémica de reducidos círculos ciudadanos. Tanto el empedrado, como el enlosado de vías públicas (y no digamos ya del asfaltado) son aportaciones relativamente recientes a la cultura constructiva granadina.
La anterior afirmación está plenamente documentada en referencias escritas, pues los cronistas de siglos pasados dejaron bien claro lo fragoso que era transitar por las calles de Granada en cuando llovía o nevaba. El suelo se llenaba de charcos. Lo contrario ocurría en verano, con calles convertidas en enormes polvaredas. También dibujaron ese ambiente de calles embarradas o polvorientas los pintores y grabadores.
Pero por si había alguna duda, fue en el último tercio del siglo XIX cuando con la aparición de la fotografía podemos comprobar de manera rotunda la ausencia de calles empedradas al estilo "típico" granadino. Los primeros fotógrafos nos muestran un paisaje urbano en el que el empedrado o enlosado se limita a algunas aceras en las calles más céntricas; sí se aprecian empedrados algunos espacios semiprivados, es decir, rincones de calles y plazoletillas en las que los vecinos tenían una prolongación de sus habitaciones privadas. También aparecen empedrados patios interiores, peanas de cruces, alrededores de monumentos, fuentes, etc., pero con reducidas dimensiones. Se trata de empedrados sin refinamiento, sin formar dibujos como los actuales ni unas nivelaciones cuidadas. Es decir, no existe la sofisticación del empedrado que se desarrolló ya en el siglo XX.
Por supuesto que la zona de rodadura de las calles nos aparece en las fotografías del XIX completamente terriza, llena de huellas de carretas y de cascos de caballerías, con sus charcos y sus baches. En algunas se aprecian canales centrales o incluso correderas al lado de las aceras para que discurriese el agua de lluvia. Pero también las otras aguas de menos alcurnia, unas veces con los avisos de ¡Agua va! y otras sin esperárselo. No olvidemos que las redes de aguas potables y fecales son muy jóvenes en la ciudad de Granada; debido a esta deficiencia, la terrible epidemia de cólera de 1885 se cobró centenares de víctimas.
Las fotografías de José García Ayola (1863-1900) nos presentan una Granada con la mayoría de sus calles terrizas, incluidas las más céntricas. El atrio de la Catedral y Puerta Real están en tierra, o con algunas piedras mezcladas. Aparecen muy pocas aceras. Entre 1885 y 1890 retrató calles del Albayzín que ya tenían algunas cuestas y aceras empedradas; provenían seguramente del plan de empedrado emprendido por el Ayuntamiento tras la revolución de 1868 para dar empleo a inmensidad de jornaleros sin trabajo y prevenir así nuevos estallidos sociales. Las calles del Albayzin que fueron empedradas por esos años eran las que mayores pendientes y erosión presentaban, de manera que casi todas ellas se hicieron con escalones; fueron los casos de la Cuesta de San Cristóbal y Aljibe de Trillo. Las calles más llanas y más anchas siguieron estando en tierra.
Se aprecia por las fotografías un tipo de empedrado tosco, como si los cantos rodados se vertieran sin ningún tipo de orden, mezclando guijarros grandes y pequeños; después deberían ser apisonados a mano y poco más. El resultado que se aprecia es la existencia de infinidad de calvas debido a la ausencia de un mortero que le diera consistencia, ya que el empedrado se hacía sobre tierra cernida. Y ésta desaparecía con la lluvia; sólo se afianzaba en los extremos de la calle porque crecía musgo y la hierba.
Sí nos aparece completamente empedrada la Carrera del Darro en 1885 hasta enlazar con las aceras de la Cuesta del Chapiz, mientras que no lo está el Paseo de los Tristes.
La gran expansión del enlosado y empedrado granadino vino a comienzos del siglo XX. En las colecciones de fotografías de José Martínez Rioboó (1888-1947) empezamos a ver Puerta Real, Reyes Católicos, San Jerónimo y otras calles céntricas con los adoquines típicos que convivían con los raíles de los primeros tranvías. Apreciamos algunas otras calles albayzineras que presentaban empedrado, incluso parte de la Vereda del Enmedio del Sacromonte. Pero eran excepciones. Calles como el Carril de la Lona, Santa Isabel la Real, San Juan de los Reyes, perpendiculares entre ésta y Carrera del Darro estaban en tierra hacia 1915. Las hoy zonas turísticas de Plaza de San Miguel Bajo, entorno de la ermita de San Cecilio y el mismísimo mirador de San Nicolás seguían estado como un aprisco de cabras.
En la primera mitad del siglo XX aparecieron verdaderos especialistas que llegaron incluso a cobrar fama en el oficio del empedrado granadino: de esa época fueron El Picante, El Pimiento y El Tomate. Fue un tiempo en el que sacaron a la calle el sistema de empedrado de patios mediante la formación de figuras vegetales combinando cantos negros y blancos. Con Gallego Burín y el incipiente turismo se impulsó el empedrado de las principales rutas por el Albayzín y Realejo. No obstante, en la década de los años 70 del siglo XX todavía quedaba un alto porcentaje de calles de Albayzín convertido en un barrizal intransitable en cuanto llovía. El nacimiento de barrios con pisos dotados de mejores servicios en el extrarradio (Chana y Zaidín), además de la emigración, provocaron una gran pérdida de población a este barrio. En el año 1984, ya con Antonio Jara como alcalde, se acometió un ambicioso plan de empedrado del Albayzín, al tiempo que se aprovechó para introducir conducciones de agua y darros; había por entonces más de un 30% de calles del Albayzín sin servicios públicos ni empedrar. Por ejemplo: media calle Zenete era por entonces un terraplén lleno de cascajos del bombardeo de la guerra civil.
El empedrado del Albayzín siguió mejorando en años siguientes, en buena parte gracias a los talleres de empedradores que dejaron en un estado excelente toda la vertiente que mira a la Alhambra. Otras calles fueron empedradas con bastantes deficiencias y algunas más han sufrido graves desperfectos a causa de obras públicas y privadas, y cuyo arreglo está en lista de espera.
Empedrado o enlosado son elementos que nunca han formado parte del acervo histórico ni artístico del Albayzín. Al menos si nos remontamos a varios siglos atrás. Las obras que se acometan deberán tener muy en cuenta y ser acordes con los usos y costumbres actuales. El empedrado y/o enlosado son perfectos para el barrio, pero siempre que se hagan con calidad. Hay que tener en cuenta el uso actual de carros de compra, carritos de niños y tipo de calzado. Al menos en las calles de mayor tránsito.
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