"Los empresarios del sector turístico son muy miopes: van al objetivo inmediato"
desde la barrera Mateo Revilla. EX Director del Patronato de la Alhambra y Profesor de la UGR
Dejó la Alhambra para volver a dar clases de Historia del Arte y luego la docencia en la UGR para impartir un taller de lectura de textos como voluntario
Mateo Revilla (Beas de Segura, Jaén, 1948) ha pasado media vida dedicado a la enseñanza como profesor del departamento de Historia del Arte de la Universidad de Granada y la otra media el frente de la colina de la Alhambra. Allí estrenó el cargo de director de su patronato y ejerció durante dos décadas de largo y fructífero servicio. Y como bisagra entre la etapa académica y la alhambreña, pasó por el puesto de viceconsejero de Cultura. Tras prejubilarse en la Universidad, ha tenido tiempo de desarrollar una intensa labor de voluntariado.
-Después de haber desempeñado un cargo tan exigente como el de director del Patronato de la Alhambra durante dos décadas, ¿sintió cuando lo dejó que no sabía qué hacer?
-Yo me fui de la Alhambra en el año 2004 pero volví a mi puesto de profesor de Historia del Arte en la Universidad. No sentí ese vacío porque me llenaba mucho la actividad y puse mi empeño en trabajar, en preparar bien mis clases y en estudiar. Realmente no paré, aunque ya no tenía la presión de la responsabilidad de un cargo tan expuesto. Gané en una vida más serena, sin estrés, pero en cuanto a actividad no bajé el ritmo.
-Además del cambio de ritmo físico, cuando se levanta el pie del acelerador, cuando uno deja un cargo así, se pierde la responsabilidad pero también la influencia, los contactos sociales... Habrá gente que se sienta enganchada a todo eso que llevan aparejados ese tipo de puestos.
-Yo estuve en la Alhambra 19 años y como viceconsejero de Cultura un año y medio. Son más de 20 años en puestos de responsabilidad pública. Evidentemente tenía un nivel de relaciones sociales muy intenso pero los últimos años yo ya acusaba un gran cansancio. De hecho yo pedí dejar la Alhambra, por eso no sentí que me quitaran una actividad que me satisfacía sino que me liberaban de una carga. La vuelta a la actividad de profesor con unos horarios maravillosos y sin obligaciones de tipo social para mí fue muy satisfactorio.
-Y después de esa etapa, cuando hace tres años se acogió a un programa de jubilación anticipada de la Universidad, ¿sí sintió ese parón?
-Además de seguir estudiando, leyendo y paseando, desde entonces colaboro como voluntario en la Biblioteca Pública con un taller de lectura de textos de Historia del Arte. He hecho tres ediciones. Casa año escojo una obra de un cierto nivel pero no de excesiva complejidad. Unas veces elijo una monografía concreta y otras algo más genérico, de técnicas y método. Acuden personas muy variadas que participan muy intensamente y es enormemente enriquecedor tanto para el docente como para la sociedad. A uno le obliga a que la lectura no sea pasiva y en el terreno personal es magnífico porque te das cuenta que es un beneficio para mucha gente.
-Ahora, con la perspectiva del tiempo, cómo valora su gestión en la Alhambra.
-Yo no soy la persona más adecuada.
-Durante su periodo se amplió el perímetro del recinto monumental y se adquirieron varias fincas que suponen el 25% de la superficie del recinto; se regularon los flujos turísticos y se empezó a considerar la relación arquitectura-paisaje, entre otros logros. Habrá algo de lo que se sienta especialmente orgulloso y tal vez algo que cambiaría.
-Personalmente el balance yo creo que es positivo. Hay muchas cosas que no merece la pena enumerar de las que me siento muy orgulloso, como los nuevos elementos de protección del monumento, la extensión de su área de protección o haber colaborado en que en Alijares no se construyera una urbanización. También me siento orgulloso de las medidas reguladoras de los cupos turísticos. Se hicieron muchas cosas, pero evidentemente cuando se tiene una mínima exigencia con uno mismo ve que cometió algunos fallos que ahora no cometería.
-¿Alguno que se pueda reconocer?
-Se dice el pecador pero no el pecado... (risas). Bueno, quizás en temas de organización, de administración... Cambiaría cosas, pero claro es una cuestión que sólo se ve a toro pasado. La perspectiva del tiempo da una visión más rica.
-Cuando uno viaja en esta época del año a otros países ve que la masificación de turistas que hay en otros monumentos es algo absolutamente terrible.
-Sí, terrible. Yo ya hasta me cuestiono no volver a sitios que me gustan. En mayo estuve en Roma y hay monumentos que uno renuncia a visitar porque es una incomodidad tremenda. Estoy bastante orgulloso de haberme adelantado en el tema de la regulación de visitantes, aunque fue muy criticado en su momento. Pusimos unos números de turistas por horas porque eso es fundamental, y no tanto por la conservación como para que la experiencia de recorrer un lugar como la Alhambra sea algo agradable. El gran problema es que se sigue utilizando el patrimonio cultural como un reclamo turístico. Hay un porcentaje de turismo cada vez más alto de puro consumo: el turista de yo también he estado aquí.
-El turista que busca fotos para Facebook o Instagram.
-Eso no tiene ningún interés ni para la persona ni para la ciudad. Es más, es un problema grave.
-¿Y ese problema lo fomentan los hosteleros?
-Los empresarios del sector turístico son muy miopes: van al objetivo más inmediato. No había ni hay una estrategia de futuro. El sector que está surgiendo después de la crisis está repitiendo el modelo, incluso en zonas que estaban bastante bien conservadas, como las Baleares, se está propiciando el 'turismo de consumo de alcohol'. Otra cosa terrible son los grandes cruceros, y no hay una perspectiva de turismo sostenible.
-Si se está al frente de un monumento o en cualquier cargo de defensa del patrimonio, ¿parece que se está en contra de los intereses económicos?
-Una parte de mi gestión, que mucha gente ha visto como positiva, era frustrante porque consistía en estar continuamente diciendo que no a toda esas personas que querían aprovechar la Alhambra como plataforma para un lanzamiento publicitario: desde películas de escaso valor cultural a actividades de lo más peregrinas, como cenas a recepción o desfiles de modelos. Yo me siento muy orgulloso de haberme negado en redondo a que actuaran en la Alhambra las Spice Girls, algo que tenía incluso el apoyo del alcalde y la Consejería de Cultura. Hay que mantener un decoro del monumento y buscar una intención cultural en la visita del mismo. No puede verse sólo como un instrumento al servicio de los intereses económicos privados. Contra todo eso hubo que luchar y hay que seguir luchando.
-En ese sentido, qué opina del rodaje de la serie 'Isabel'.
-Ya en nuestro periodo de gestión se pusieron unas normas para los rodajes, y en este caso se han hecho escenas muy elementales. La serie está bien: aunque se le pueden poner objeciones es una cosa decorosa, digna.
-Y de la propuesta del ascensor. -Un disparate y una estupidez, y digo estupidez. Todo parte de no conocer la realidad de que las características físicas del espacio de la Alhambra y de lo que es su visita: que para percibir su arquitectura tiene que haber un número limitado de visitantes. Lo que hay que hacer es programar la accesibilidad en función de la capacidad de la Alhambra y no al revés. Es una estupidez, repito la palabra, poner más medios para que suba más gente al monumento cuando el principio determinante es el número de personas que cabe.
-¿La idea es sólo un ejemplo de esos intereses económicos?
-Me da la sensación de que los responsables del Ayuntamiento y otras personas que hablan de esto van muy poco a la Alhambra porque es una gozada, y yo lo hago frecuentemente, si no subir la Cuesta de Gomérez al menos bajarla. Ese paseo es una de las cosas más bonitas que se pueden hacer en Granada. En cuanto a los medios que hay, el taxi y el minibús son más que suficientes porque allí no caben más de 7.000 personas al día. El problema que tenemos es que desde los grandes cruceros a los viajes del Imserso, todo pasa por la Alhambra... Hay una falta absoluta de imaginación y no a todo el mundo le gusta hacer lo mismo. La Alhambra es lo más fácil pero hay que buscar alternativas.
-Cada gestor imprime indefectiblemente un sello en su gestión. ¿Cómo definiría, en unas cuantas palabras, la suya y la de María del Mar Villafranca? ¿Qué diferencias encuentra?
-Hay muchas diferencias de matices. Yo estuve 19 años y entonces se pusieron unas bases y algunas se han mantenido porque funcionan muy bien, como el servicio de jardinería. En otras cosas de ahora estoy en desacuerdo, como la intervención del Patio de los Leones.
-¿Cómo la hubiese hecho usted?
-Hay un error conceptual. Por principio, en la teoría de la restauración no se pude restituir un espacio a su estado originario si este se ha trasformado o ha desaparecido. Cualquier intervención tiene que dejar las huellas del tiempo y de ningún modo es admisible volver a remodelar el patio tal y como pudo haber estado en la época islámica.
-Y qué le parece incluir en la zona 'buffer' el Sacromonte y el Valle del Darro.
-Yo creo que hay que hacerlo. Hay un principio que es claro: en un complejo arquitectónico como la Alhambra su definición formal o su configuración no terminan en sus límites. El entorno hay que preservarlo porque determina la configuración del monumento y el Sacromonte entraría en esa zona de paisaje. Eso es muy sencillo de ver si te asomas a una torre, como por ejemplo la de Comares.
-Y en cuanto a sus planes más inmediatos, ¿algún libro preparado para leer este verano? ¿Tiene ya elegido el del taller de textos del año que viene?
-Bueno sí, el año que viene quiero hacer un taller sobre Velázquez y estoy viendo varias monografías. Además de las obras de Velázquez, estoy con un libro de un químico muy famoso, Atkins: Indagaciones de un científico acerca de las grandes cuestiones de la existencia. A pesar de la longitud del título es un texto breve pero apasionante que a las pregunta de la vida da respuestas desde el conocimiento científico y no desde la metafísica. Además está escrito con un lenguaje accesible, divulgativo.
-Después de una vida con una actividad profesional tan intensa, recuperará ahora el tiempo dedicado a la familia, y más ahora en los meses de verano.
-Sí, tengo más tiempo para mi mujer y en verano para mis tres nietos.
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