Una entrada al Valhalla

03 de septiembre 2016 - 01:00

En el Caradura Bistrot, puesto en marcha en marzo de 2014 por Álvaro Arriaga y Gonzalo Gallas, están preparando la nueva carta que comenzará a funcionar a mitad de octubre con el objetivo de convertir el establecimiento en el Valhalla, el lugar donde, según la mitología nórdica, descansan los guerreros más valerosos tras su muerte, disfrutando de bebidas y comidas dignas de reyes servidas por las valkirias.

Dioses de diferentes culturas inspiran la nueva propuesta gastronómica del gastrobar, que se mantiene fiel a su línea culinaria original, en la que cada plato se concibe como una obra de arte, una forma de expresión a través de sabores, texturas y olores que sorprendan al cliente, según explica el jefe de cocina, Rubén González.

Pachamama, la Madre Tierra inca, acogerá las ensaladas y sugerencias vegetarianas como la quinoa o las patatas bravas con espuma de kimchi, mientras que el dios celta Teutates -que significa "unidos tribalmente"- amparará la cocina internacional, con recetas como el wok de verduras frescas o nuevos platos de la tradición peruana. Por su parte, el tartar de atún rojo, la brocheta de langostinos, pulpo y vieiras y el resto de productos del mar estarán protegidos por Njörd, deidad vikinga de los océanos, y la diosa sumeria Lahar, protectora del ganado, aglutinará las carnes, como las carrilleras (guisadas durante siete horas), la pluma ibérica en torrefacto de cebolla con patatas en cuatro versiones o el steak tartar en dos partes iguales pero diferentes, una plato dividido en dos porciones visualmente idénticas con sabores equidistantes. Dionisio se encargará de saciar la sed de los 'mortales', con una selección de vinos en la que cobran protagonismo las firmas granadinas, y el dulce final sabrá a ambrosía, con postres como el "ruben cook de frutos rojos y jengibre".

"Queremos que los granadinos puedan acceder a una gastronomía que mantiene la calidad de la hostelería de primer nivel pero despojada del excesivo refinamiento y la rigurosa etiqueta de la vieja escuela", comenta el gerente y socio del establecimiento, Gonzalo Gallas, que luce -como reflejo de ese aire desenfadado del que habla- un nuevo uniforme con tachuelas metálicas en forma de pinchos. Por ello, el responsable del Caradura invita a los ciudadanos de todas las edades a que descubran el local -ubicado en el complejo La Ilusión de Covirán, junto al Estadio de la Juventud- ya sea con un café, degustando sus tapas o profundizando en su carta y próximos menús degustación.

De hecho, en este actual restaurante, el término caradura se desprende de sus connotaciones negativas para describir a esos comensales curiosos que quieren acercarse a la cocina creativa, elaborada con productos de primera categoría y las últimas técnicas, sin tener que reservar con meses de antelación o ahorrar para poder afrontar la cuenta, y atendidos por un servicio cercano coordinado por la jefa de sala, María Pilar Linares.

Para conseguirlo, el restaurante cuenta con un equipo de seis jóvenes profesionales formados con el chef Arriaga que comparten a la perfección la visión del proyecto, plasmada también en la decoración del local.

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