POCOS lo conocen bien, tal vez por su temperamento de hombre modesto, reflexivo, senequista; nunca subido al carro del poder, poco dado a fotos y homenajes de oropel. Una callecita del popular barrio del Zaidín lleva su nombre, escultor López Azaustre. Apenas saben los vecinos quién es este artista granadino, aunque sus amigos más íntimos, sus alumnos y compañeros de la Escuela de Arte lo recuerdan con cariño.

Aurelio López Azaustre, desde la profundidad y sentimiento de su aprendizaje de imaginero hasta sus contactos con la plenitud del volumen en la línea de Clará a Planes, encontró en la monumentalidad estática de sus esculturas el tema y el camino de su arte. Esto dejó escrito Domingo Sánchez-Mesa en agosto de 1972 con motivo de una exposición celebrada en Almuñécar patrocinada por la Caja de Ahorros.

Nació el escultor en Granada en 1925, se le veía por nuestras calles con su inconfundible silueta; era alto, flaco, de nariz aguileña y atisbaba siempre una melancólica sonrisa; orgulloso como el que más de su profundo granadinismo.

López Azaustre trabajó de aprendiz en los talleres de imaginería con Navas Parejo, Espinosa Cuadros y Domingo Sánchez Mesa. En 1940 ingresa en la Escuela de Artes y Oficios de nuestra ciudad y luego se traslada a Madrid para trabajar con el escultor José Planes; tras un concurso-oposición ganó la cátedra de Talla en Madera en la Escuela de Artes Aplicadas de Valencia en 1958. Obtuvo el título de Maestro Imaginero en la Escuela Superior de Bellas Artes Santa Isabel de Hungría de Sevilla en 1966 y acabó de catedrático en nuestra Escuela de Arte de la calle Gracia.

Su gran reconocimiento nacional llegó en el año 1974 cuando ganó el primer premio con la realización de un precioso monumento para el pueblo alicantino de Ibi, cuna de la industria juguetera. El enorme conjunto en mármol blanco pesa 5.800 kilogramos y fue realizado en el taller que el artista tenía en el Zaidín, muy cerca de la calle Santa Clara; por él pagó el Ayuntamiento ibense la cantidad de 6 millones de pesetas y desde entonces se ha convertido en el símbolo más popular de la ciudad alicantina. Fue inaugurado en enero de 1975 y representa a los tres Reyes Magos repartiendo juguetes a los niños, coronado todo el grupo por una esbelta estrella de Oriente.

Para el rey Baltasar se inspiró el autor en el estudiante guineano Fortunato Okembe, que cursaba por entonces en nuestra Facultad de Medicina. Y la bellísima granadina Sonia Toro, hoy feliz madre de familia, fue su modelo infantil. El conjunto, muy deteriorado tras más de treinta años junto a una fuente, ha sido restaurado y luce de nuevo en una céntrica plaza de Ibi. El año pasado por estas fechas la Once ilustró con los Reyes Magos del granadino Azaustre su cupón de la suerte.

Se trata del único monumento a los Magos que hay en Europa y junto a otro que se conserva en la pequeña ciudad portorriqueña de Juana Díaz, obra del escultor Naldo de la Loma, los dos únicos del mundo, que yo sepa.

Resulta bonito que fuera un granadino el autor de este simbólico homenaje a los Magos y al juguete. Precisamente Granada tiene honda tradición relacionada con los Reyes Magos. Recuérdese que fue aquí y a instancias del Centro Artístico donde se gestó la costumbre de la popular cabalgata paseada por vez primera en España y tal vez en el mundo.

El largometraje de Animagic Studio Los Reyes Magos, dirigido por Antonio Navarro y al que pusieron voces José Coronado, Juan Echanove e Imanol Arias, toma precisamente del monumento de López Azaustre los personajes de sus dibujos animados.

Quien viva en la calle Escultor López Azaustre del Zaidín está de enhorabuena, porque este señor era un gran tipo. Tal vez sea honrado decir que su hermana Isabel era mi madre.