Granada

Una exposición le dice adiós a la caña de azúcar de Motril

  • La obra de Antonio García Maldonado, hasta el día 22 en la Casa Condesa de Torre Isabel

La Casa de la Condesa de Torre Isabel acoge una exposición que supone un doble homenaje: por un lado, a la caña de azúcar, tan ligada a la Costa Tropical; y por otro, al maestro y naturalista Antonio García Maldonado, que quiso inmortalizar a través de sus fotografías este episodio de la historia motrileña. La exposición, que se exhibe hasta el próximo 22 de febrero, recoge más de medio centenar de instantáneas del fotógrafo fallecido en 2011, bajo el título Adiós a las Caña de azúcar.

Antonio García Maldonado plasmó a lo largo de su vida imágenes en blanco y negro y diapositivas, no sólo las múltiples actividades educativas y socioeducativas de las que formó parte como maestro en el Centro de Educación Permanente de adultos en Motril, sino también reivindicaciones sociales coetáneas, como el hospital comarcal, el Centro de Salud o el Centro Cultural, además de las fiestas y actividades de los barrios motrileños. Todo ello, constituye un valioso archivo educativo e historiográfico para la ciudad.

Más de 3.000 fotos (la inmensa mayoría sin catalogar y un buen número aún sin revelar) disparadas a lo largo de 40 años, certifican la pasión de García Maldonado por la fotografía y su gusto por guardar la memoria de las cosas.

El 23 de abril de 2005, Antonio realizó un amplio reportaje fotográfico para la revista digital Insomnio del Taller de Escritura Guadalfeo. Se trata de un monográfico de extraordinario valor gráfico e histórico, pues documenta, entre Salobreña y Motril, seguramente la última zafra de Europa o la última monda, palabra con la que se conoce en estas tierras al corte ancestral de la caña de azúcar, que pervive aún en la memoria de algunos antes de que solo los libros y los álbumes fotográficos la recuerden.

A los de mayor edad no les resultará extraño el hecho de que el grueso de la cuadrilla de esta monda esté constituido por 'forasteros'. En efecto, los monderos de antaño procedían de los pueblos aledaños y se alojaban temporalmente, hasta los años sesenta del pasado siglo, en los tradicionales y desaparecidos aperos. Lo que pueda tal vez llamar la atención, como le ocurrió a Antonio, es que estos otros trabajadores que tumbaban las cañas sobre los marjales, eran personas originarias de Rumanía y Ecuador, que habían dejado su familia y su hogar a miles de kilómetros de distancia.

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