"La facultad no te enseña, te enseña la tiza": Juan Antonio Segura Terribas, una vida dedicada a la enseñanza
El profesor, Geólogo colegiado y polifacético, se jubila después de 37 años como docente, una profesión a la que asegura que entró sin vocación pero que "sin duda" volvería a elegir
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"He aprendido tres cosas importantes en la vida". Juan Antonio Segura Terribas (Cúllar Vega, 1964) comienza a enumerar: atarse los cordones de los zapatos, montar en bicicleta y manejar la hoz para cortar tabaco. "Las tres me las enseñó mi abuelo Isidro". Y en las tres el buen hombre empleó una fórmula infalible, que durante más de tres décadas Juan Antonio ha aplicado en el aula. Hazlo tú.
Lector empedernido -"He leído todo lo que hay de Nietzche"-, apasionado por el arte, especialmente la pintura, la Física, las Matemáticas, la Geología o el Derecho, parece que no hay tema que no despierte el interés de este cullero declarado y orgulloso. "Hablo un perfecto granadino de la Vega", suelta. Sin medias tintas, critica el corsé al que está sometida la educación en la misma medida que alaba el trabajo de los docentes funcionarios que, como él, han sido capaces de atender clases llenas de adolescentes a la par que cumplían normativas y directrices que, este docente no se corta, estaban a años luz de lo que hay en las aulas.
"Uno de los males que ha dejado poso es la pléyade de psicopedagogos que nunca han cogido la tiza y se han instalado en las altas esferas. Nunca les he visto con treinta adolescentes" en una clase, suelta de primeras. Juan Antonio apunta a la brecha entre las dos realidades como una cuestión que tiene su repercusión en el día a día de los centros educativos. "Es la gente que dice lo que tenemos que hacer, pero nunca han entrado en una clase", afea este profesor, que también fue durante doce años alcalde de su pueblo y ha colgado la tiza en su querido instituto Federico García Lorca de Churriana de la Vega, donde también fue estudiante.
Entró por primera vez como docente en un aula con 24 años, en Motril. Tenía apenas cuatro o cinco años más que los alumnos a los que atendía. Ahora le toca dar el relevo y confiesa que, si hubiera que repetir, volvería a ser profesor. Y eso que entró sin vocación.
De chiquillo, en la Vega, soñaba con ser piloto. Una de las consecuencias de criarse al lado de la Base Aérea de Armilla. "Duró poco" aquello de ser aviador, reconoce. "Lo que me gustaba era Bellas Artes". Al no poder irse fuera de Granada a estudiar -en su casa son diez hermanos- sopesó otras opciones. Un familiar le habló de la Ingeniería de Minas, con buenas salidas profesionales, pero había que irse a Madrid. Al final Juan Antonio se matriculó en Derecho para cambiarse al mes de iniciar las clases a Geología. "Disfruté. Volvería a hacerlo otra vez". Recuerda con cariño a los profesores que le dieron clase, desde González Lodeiro a Vera Torres.
Cuando terminó sus estudios en Ciencias en la Universidad de Granada optó por presentarse a la primera oposición que saliera convocada. Sin más. Y aquella fue la vía por la que entró en la docencia, algo que no estaban en los planes de este cullero inquieto que ha pasado 37 años con la tiza en la mano. "Tuve que aprender", cuenta de aquella experiencia como enseñante, una vida que volvería a repetir. No fue la primera vez que tuvo delante alumnos. Mientras completaba sus estudios universitarios, cuando terminaba con el tabaco, daba clases particulares en su casa. Quizá aquello fue determinante para que no fuera ni aviador, ni ingeniero de Minas, ni abogado ni artista.
Se presentó a alcalde de Cúllar en el año 91. Ganó casi sin proponérselo, como aquello de las oposiciones. "Nunca estuve liberado", cuenta de los doce años que estuvo al frente del equipo de gobierno bajo las siglas del Partido Andalucista. Su última "gran batalla" fue conseguir un instituto para su pueblo, el Arabuleira, que se inauguró en 2003, el año en el que Juan Antonio dejó la Alcaldía. "Mi pueblo tiene instituto, un lugar donde se crea identidad", alega sobre el papel que la existencia de este tipo de centros tiene en el entorno.
Tras varios años en la localidad almeriense de Vera Juan Antonio pidió el traslado a Churriana de la Vega, donde ha finalizado su carrera como docente. En su trayectoria ha sido capaz de compatibilizar el trabajo no sólo con la labor de alcalde. Cursó dos años de Biología, fue docente en el máster de Secundaria por la Universidad de Almería y la de Granada, estudió Teología en la Loyola, con los jesuitas. "Soy una persona de ciencias", arguye para explicar esta heterogeneidad de intereses. Unas ciencias que no son diferentes a las letras, una división artificiosa. "Me encanta la poesía, el teatro...". Para este profesor, al que le gusta la palabra maestro, el científico no es el que conoce la ciencia, sino que es capaz de interpretarla, y en eso hay una dosis de creatividad, de arte.
En sus argumentos también hay críticas a un sistema que ha tenido que encajar una docena de leyes educativas, un trabajo que, asegura, han tenido que afrontar los funcionarios. Con todo, Juan Antonio asegura que cada una de las normas ha tenido su aspecto positivo. "La idea de que el nivel ha bajado... yo no lo veo así. No puedes comparar lo que había antes de la Logse, cuando sólo estudiaban los que tenían un nivel". Si entonces apenas continuaban con los estudios postobligatorios los diez mejores de cada pueblo, "lo mismo ahora el nivel es más alto ahora", si se compara aquella aula de alumnos escogidos con los diez mejores de una clase en la actualidad.
Juan Antonio fue pionero en diseñar situaciones de aprendizaje. Hoy, su centro, el IES Federico García Lorca, del que destaca la buena preparación que ofrece, tiene una columna con una grieta. La hizo el enjambre sísmico de 2021. Él pidió que no se reparara, sino que se protegiera y se pudiera ver, para tener a la mano un recurso educativo, mostrar cómo se mueve la tierra y qué hay debajo de la Vega de Granada.
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