La facultad con la nota de corte más alta
universidad
Tomás Ruiz, ingeniero informático por la UGR, es uno de los miembros fundadores de La Facultad Invisible, una asociación creada por los estudiantes universitarios más brillantes
Tomás sí le dio la mano a Wert. La polémica suscitada por el plantón dado al entonces ministro de Educación por un importante grupo de premios nacionales de Excelencia Académica en 2013 sirvió de germen para lo que hoy es La Facultad Invisible. "Poco después de la entrega de premios, Diego Rubio (uno de los galardonados) contactó con varios de nosotros y nos propuso crear una asociación para poder comentar con el Ministerio los problemas que habíamos encontrado" durante su etapa universitaria, recuerda Tomás Ruiz López (Pozoblanco, 1987), premio nacional Fin de Carrera en 2013, doctor en Tecnologías de la Información y las Comunicaciones por la Universidad de Granada , creador de dos empresas -una de ellas una spin off de la UGR- y actualmente investigador en el Centro Nacional de Investigación sobre el Cáncer de Noruega. Tres años después de aquella polémica -que puso sobre la mesa el malestar de la comunidad universitaria con las políticas llevadas a cabo por el ministro popular-, La Facultad Invisible ha puesto en marcha su propio programa de becas financiadas gracias al micromecenazgo, han participado en ponencias, han suscrito acuerdos con universidades y sigue llamando a la puerta del Ministerio para hacer llegar su opinión sobre los problemas de la educación superior en España. "Queremos servir como un think tank, aconsejar y asesorar", resume Ruiz.
El investigador -que también ha creado una empresa en Oslo, SweeZpot, dedicada a mejorar el rendimiento deportivo- subraya que uno de los principales problemas de la Universidad es la falta de conexión "con el mundo real". "Hay un vacío entre los dos mundos. Y es necesario que se entiendan y trabajen", subraya Ruiz, que reconoce la labor de instituciones como la UGR, y que desarrolla a través de la Oficina de Transferencia de Resultados de Investigación (OTRI). Ese "vacío" se debe, según el investigador, al retraso con el que las universidades responden a su entorno. No hay diálogo. "Un ejemplo de esto es el desarrollo de aplicaciones para móviles", terreno en que el Ruiz ha centrado su trabajo como empresario e investigador. "Desde que la industria habló de la necesidad de este tipo de productos hasta que se creó la asignatura en la Universidad pasaron cinco años. Se tarda mucho en ofrecer lo que la industria necesita". ¿Y no debe la Universidad trabajar precisamente al margen de lo que la industria requiere? "Se deben enseñar fundamentos que luego permitan al alumno adaptarse" a lo que el entorno necesita. "Pero en ocasiones se enseñan cosas que están obsoletas".
El alumnado también tiene su responsabilidad en los problemas del engranaje de la educación superior, según Ruiz. "Existe un poco de apatía". Él apenas completó un año y medio como docente en la UGR. En 2015 su beca FPU estaba a punto de expirar, ya le habían comunicado que no había posibilidad de seguir en la Universidad y le surgió la oportunidad de trabajar en Noruega. Se marchó, "pero claro que quiero volver".
Sobre su etapa como profesor universitario reconoce que el hecho de que la calidad de la docencia se mida con elementos como el número de aprobados obliga a "bajar el nivel", a lo que se une que los alumnos "buscan soluciones rápidas, aprobar sin esfuerzo". Una combinación que se retroalimenta, y que Ruiz considera mejorable. Su Facultad es ahora invisible, pero sus opiniones sí están ahí.
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