El ferial de Almanjáyar se hace cuarentón

Historias de Granada

La idea de trasladar en 1982 las casetas y los actos festivos del Corpus desde el Paseo del Salón a la zona norte provocó una intensa polémica

Ahora se hace necesario un debate ciudadano y político sobre lo que se quiere hacer con el recinto ferial, que sólo es útil una semana al año

Acto de inauguración del recinto ferial en 1982 / A. Cárdenas
Andrés Cárdenas

Granada, 12 de junio 2022 - 06:11

Mi amor por Granada es un amor correspondido. Yo la quiero, la amo, me gusta verla todos los días y me parece guapa incluso cuando está sin maquillar. Y Granada me corresponde tratándome lo mejor que puede. Hace que me sienta bien admirando sus calles y plazas, oyendo a su gente hablar o degustando un remojón. Cuando estoy lejos de Granada, cierro de vez en cuando los ojos y me viene a la mente los vislumbres de la tierra que me acoge: la vista de la Alhambra en el mirador de San Nicolás (a pesar de Feijóo), mis paseos sabatinos por la vereda de Enmedio, mi vermú al final de la mañana en Castañeda, el olor a galán que desprende mi patio en los primeros días de verano, el desayuno de una tostada con aceite en la cafetería de siempre, esa excursión por el campo que ordena mi mundo los fines de semana, ir a Montefrío o a La Calahorra para contemplar las piedras bien puestas de los castillos y fortalezas que construyeron nuestros antepasados, el olor que desprenden las habas fritas autóctonas y el recuerdo de los años en los que me sorprendía el amanecer con una copa de manzanilla en las manos en cualquier caseta del Corpus.

Ahora, precisamente, hace cuarenta años que el ferial se levanta en Almanjáyar. Me acuerdo bien. Me precio de haber estado en la primera feria del Corpus que se celebró en ese sitio. Mi llegada a Granada coincide con el tiempo en que el concejal César Valdeolmillos traslada el recinto ferial a aquel lugar de la zona norte de dudosa reputación y tan alejado del centro de la ciudad. Recuerdo la enorme polémica que se originó con dicho traslado. Había muchas voces que decían que el Ayuntamiento se había equivocado en trasladar al ferial a un lugar tan inhóspito y tan cerca de un barrio en el que se había cebado la marginación. Raro era el día en que no había cartas en el periódico poniendo verde al concejal Valdeolmillos por haber puesto el ferial en el referido sitio.

Tú preguntabas:

–¿Es verdad que se van a llevar el ferial a Almanjáyar?

Y alguien te respondía con la misma entonación fonética:

–Sí. A elmasjallá.

No ha mucho le hice una entrevista a César Valdeolmillos para que me contara sus recuerdos y me hablara de aquella polémica. Esto me dijo: "Aquello fue un reto personal. Los granadinos veían como lo que habían hecho durante toda su vida en las fiestas, desaparecía y con ello desaparecía una parte de su niñez y juventud. Y a esta previsible reacción, había que añadir el profundo temor al emplazamiento elegido, en razón de la depresión cultural, económica y social de parte de los habitantes de Almanjáyar, cosa que nunca me preocupó lo más mínimo, ya que estaba seguro de que esta era una oportunidad de oro que al propio barrio se le presentaba para deshacer la leyenda que sobre él se había creado y que serían sus propios habitantes los más interesados en demostrar la bondad de la población de la zona. De hecho, en sus ya casi cuarenta años de existencia, jamás se ha producido un incidente grave".

Sin incidentes

Y es verdad. Poco a poco los granadinos hemos ido aceptando el lugar y hoy creo que son pocos los que piensan que aquello fue una equivocación. Es más, si antes queríamos que fuera trasladado ahora le hemos tomado cariño y, por convertirse en tradición, nos sentiríamos dolidos si lo llevasen a otro lugar. No sé qué hará el Ayuntamiento en el futuro con esos terrenos ahora urbanizables, pero creo que se equivocaría si apostara por el traslado. Lo que tendría que hacer, según mi humilde opinión, es abrir un debate ciudadano y político para ver qué se puede hacer con el recinto de Almanjáyar, que solo sirve una semana al año. Los demás meses está lleno de polvo y jaramagos.

Yo me recuerdo en el recinto ferial cubriendo actos y haciendo crónicas de muchas fiestas del Corpus. De cuando aparcabas en un secarral y luego te era imposible encontrar el coche porque todos estaban llenos de polvo. Lo he pasado estupendamente como cronista y, sobre todo, como miembro de jurado de cata en aquellos concursos gastronómicos que se organizaban en las casetas. Ser miembro del jurado era un chollo porque estabas toda la noche comiendo exquisitos guisos y bebiendo excelentes caldos. Y lo que es más importante: gratis. Recuerdo por ejemplo los premios que le dimos al mejor huevo frito de La Cachucha, al gazpacho de La Alboreá, a las migas de la caseta Los 9 o a la ropavieja de La Ruina, por citar algunos que la memoria me permite.

La caseta Viva la Pepa fue premiada por llevar 60 años en la brecha / A. C.

Para favorecer la integración, muchas casetas contrataban como porteros a gitanos que vivían en el barrio. Cumplían su misión con tal celo que como anécdota se queda lo que pasó una noche en La Caseta. Debido a la aglomeración de personas que había, le dijeron al portero, el gitano Timoteo, que no dejara pasar a nadie. Con tanto celo cumplió su cometido que no dejó entrar a los miembros del jurado que había ido a puntuar para el concurso de casetas, con el alcalde de Málaga a la cabeza. "Zi uztés no zon zocios, aquí no entran", les dijo Timoteo. Luego, los miembros de la caseta se las vieron y desearon para encontrar a los del jurado y pedirles disculpas.

Me recuerdo en la caseta Estaría de Dios, invitado por mis amigos Nanni y Fernando, esperando el caldo casetero a las cuatro de la madrugada. Fernando fue elegido mejor socio de la caseta porque un año se tiró todo el Corpus bebiendo y cogido a la esquina de la barra. No se soltaba ni a tiros… vayamos a pollas. También me recuerdo yendo a ver a mi amigo Manolo Cabrera, que estaba siempre en El Salero. Manolo era un paisano –su padre había sido médico en mi pueblo durante muchos años– que me reencontré en Granada. Tenía un sentido del humor que hacía que olvidaras cualquier preocupación que te hubiera surgido en la vida. Manolo era cirujano plástico en aquellos primeros tiempos en que a las mujeres les dio por retocarse lo que la naturaleza le había dado para parecer más guapas o más jóvenes. Uno de los sucedidos que le encantaba contar era el de aquella mujer de mediana edad que estando en el hospital muy enferma y a punto de palmarla, se le presentó Dios y le dijo que no se preocupara, que su vida no había acabado, que ella llegaría a vieja. Efectivamente, aquella mujer se repuso y al saber por Dios que iba a llegar a una edad muy tardía, comenzó a visitar cirujanos plásticos para alcanzar la vejez con buena pinta. Se arregló la nariz, los labios, las orejas, las tetas, el trasero, las nalgas… en fin, todo lo que se puede arreglar para parecer más joven. Al terminar la última operación, al salir de la clínica un coche la atropelló y la mató. Cuando la mujer subió al cielo, muy indignada fue a ver a Dios para protestar porque Él le había dicho que iba morir cuando fuera anciana. Dios se le quedó mirando y exclamó: "¿Eres tú? ¡Ay! Perdona. Es que estás tan cambiada que no te había conocido".

El cambio

Manolo Cabrera siempre estará en mi recuerdo cada vez que suba al ferial porque tenía siempre su caseta abierta. Recuerdo que por aquellos primeros años se mantenía la leyenda de que las casetas particulares en Granada eran como en Sevilla, donde solo se podía entrar si tenías enchufe o ibas acompañado por un casetero. Aquí, si os digo la verdad, nunca me negaron la entrada a una caseta. Si acaso en alguna cuando estaba a tope y no cabía ni un alfiler. Y he estado en muchas, os lo prometo.

Hablando de casetas, este año hace sesenta que se fundó la primera asociación de caseteros y treinta que se creó la Federación, que hoy preside Claudio Rodríguez y que auspició Eduardo Torres, buen jurista y mejor casetero. Las primeras casetas particulares se instalaron a partir del año 1962 en el Paseo del Salón, a manos de la firma jerezana Marqués del Mérito, recuerda Salvador López Checa en su libro sobre el cincuentenario de la creación de las casetas. Los peritos agrícolas fundaron en 1963 La Primera, como no podía llamarse de otro modo. Las que había hasta ese momento eran de instituciones o de empresas, como la de Renfe, Telefónica, Policía Armada, Caja de Ahorros, Sevillana, la Caja Rural, la del Banco de Granada, la de la Guardia Civil y otras.

El alcalde Manuel Sola en la primera caseta del Corpus en 1962 / A. C.

"En efecto, el Corpus empieza a cambiar porque a los eventos tradiciones venía a unirse un elemento nuevo: las casetas, con su música y su baile. Se iniciaba así una nueva configuración que iría echando raíces con el tiempo, desplazando a algunas de las manifestaciones que, hasta entonces, habían sido señas de identidad del Corpus para generaciones de granadinos", dice López Checa. En esa década se funda la de la Peña Taurina Femenina La Madroñera. Olé y Olé (fundada por el comerciante José María Lirola) y Las Maravillas, auspiciada por la cofradía del mismo nombre para recaudar fondos para los respiraderos del paso del palio de la Virgen. También en los años sesenta se crearon La Alegría, Viva la Pepa (la más antigua de las que existen), La Ruiseñora y, ya en los setenta, La Peña los 17, casetas que, de alguna forma, señala López Checa, marcaron la trayectoria y trazaron el camino a las que llegaron después. Entre las anécdotas de aquellos años está cuando una señora de la caseta de La Alegría sacó a Antonio Gala a bailar. "Señora, ¿usted ha visto a algún bailarín con tres patas", respondió el escritor, que había venido a Granada para dar el pregón y por aquellos entonces ya utilizaba bastón.

El bar Machaco

No hay casetero con canas que no te hable de la importancia que tuvo en la creación de la Asociación de Casetas Particulares el Bar Machaco, ese local que había donde está hoy la plaza Einstein y en el que se reunían, además de los estudiantes y de los periodistas de la noche, aquellas personas que aspiraban a pertenecer a una caseta del Corpus. El bar Machaco (Mari Pepa y Paco eran los dueños, si mal no me acuerdo) llegó a convertirse prácticamente en la sede de las reuniones de varias casetas. Allí era donde se decidía la organización y coordinación del montaje y las actividades a desarrollar en los días de feria. Una de aquellas casetas se llamó precisamente Amigos del Machaco, que luego derivó en La Alboreá. Y allí fue donde se creó la Federación de Casetas Particulares, que ahora es la Federación de Casetas Tradicionales de Granada.

La Peña los 17 en los años setenta / A. C.

La relación entre los caseteros y el Ayuntamiento ha pasado por momentos difíciles, sobre todo por no estar de acuerdo con canon de ocupación de los terrenos y la aparición de las casetas llamadas 'disco', que emitían un ruido ensordecedor y que pervertían el espíritu casetero. En el año 2000 se produce la primera huelga de los caseteros, que deciden hacer un plante durante la madrugada del viernes al sábado, cerrando durante unas horas las casetas. Fruto de esas malas relaciones entre el Ayuntamiento y los caseteros fue la decisión de éstos de no montar las casetas federadas en 2005 tras desecharse la propuesta de montar el ferial en un parque periurbano por detrás de Neptuno. En la asamblea de los caseteros 41 votos fue a favor de no montar las casetas y solo dos estaban por el sí. Después de tantos tiras y aflojas parece que los caseteros ya han asumido que Almanjáyar es un buen sitio para ubicar el ferial, pero con sustanciales mejoras y convertido en un parque integrado en la ciudad. Este año se montarán 73 casetas, de las que 57 están federadas. En total, 16 más que el año de antes de la pandemia. Claudio Rodríguez, el actual presidente, cree que los jóvenes al fin se han dado cuenta de la importancia de pertenecer a una caseta y en los últimos años se han montado varias de este tipo, una de ellas llamada La Malafollá, en la que un servidor, junto con Marina Heredia, fuimos distinguidos con el premio Malafollá de año.

Entrega de los premios Malafollá en la caseta del mismo nombre / A. C.

Uno de los logros de la Federación es la celebración del pregón del casetero, que reúne todos los años en el Carmen de los Mártires a un gran número de personas en una de las fiestas sociales más importantes de la ciudad. Este año lo ha dado Agustín Martínez y hasta ese momento yo había sido el último pregonero. Lo di en junio de 2019 y dije en aquella ocasión que deseaba a los caseteros un futuro menos incierto y desprovisto de inquietudes. Me lucí de lleno porque un año después apareció la pandemia y se fue al traste el Corpus. Nunca un premio a la malafollá ha sido tan bien dado.

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