Granada

"Lo fusilaron de forma humillante y 73 años después, no nos dejan honrarlo"

  • El hijo del concejal Juan Fernández Rosillo, asesinado el 7 de agosto de 1936 junto a la tapia del camposanto, reivindica la instalación de la placa en homenaje a las víctimas del franquismo

Gabriel Fernández tenía seis años cuando un teniente, amigo de la familia, fusiló a su padre junto a la tapia del cementerio. Juan Fernández Rosillo, presidente de la Comisión de Fiestas y responsable de Seguridad Ciudadana, fue uno de los 25 miembros de la corporación municipal elegida el 14 de abril de 1931, con la proclamación de la República, y que fue diezmada junto al muro sin los honores militares de un consejo de guerra: de espaldas y con las manos bien atadas.

Ni siquiera ahora, 73 años después, su nombre puede ser recordado junto a la tapia, ya que, una vez más, el Ayuntamiento retiró el pasado lunes la placa que a finales de julio se colocó para rendir tributo a las 2.400 víctimas de la represión franquista que fueron fusilados durante las primeras semanas de la Guerra Civil.

Está documentado que 15 de los 25 miembros de aquel plenario fueron fusilados allí. Entre ellos, los alcaldes José Palanco Romero, Constantino Ruiz Carnero, Luis Fajardo Fernández y Manuel Fernández Montesinos. Y es que la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH) cada vez dispone de más testimonios que documentan este trágico episodio.

Aunque Gabriel apenas conserva algún detalle de cómo ocurrieron los hechos, sí retiene a la perfección lo vivido a partir del 7 de agosto de 1936, cuando mataron a su padre junto a 31 republicanos más. Recuerda, por ejemplo, el expolio al que fue sometida su familia cuando le quitaron la imprenta en la que trabajaban y cómo su madre, Leocadia, cosía a destajo -hasta bien entrada la madrugada- uniformes para los militares del otro bando.

Cuando estalló el golpe, el edil entró en la prisión provincial, convertida, en palabras del vocal de la ARMH, Paco Vigueras, en "un campo de concentración y exterminio con 2.000 presos en un recinto con capacidad para 400". Todas las noches había "sacas" de presos, sin juicio previo. En uno de aquellos "camiones de la muerte" fue trasladado hasta el camposanto Fernández Rosillo. Era el 7 de agosto.

Aquel día, recuerda Gabriel, uno de sus hermanos volvió de la cárcel con el cesto de la comida llena: "Le contó a mi madre que lo habían liberado y que, a buen seguro, aún no había llegado a casa porque estaría celebrándolo". El propio Fernández Rosillo, en un alarde de ingenuidad, le había comunicado a su mujer en una carta que, según le constaba, "las gestiones iban por buen camino", por lo que "tardaría pocos días en salir".

No fue así. La fecha exacta de su asesinato y el número de fusilados junto al edil consta en Los últimos días de García Lorca, el libro que Eduardo Molina Fajardo editó a título póstumo y en el que transcribió la lista de asesinados del registro del cementerio, un catálogo que ya no existe.

Según muestra Gabriel, la muerte de Fernández Rosillo figura en la partida de defunción del registro civil que firma José Jiménez de Parga. La mayor parte de los datos del certificado están en blanco, como el domicilio o la profesión. Y para que conste la desgana del momento y lo surrealista de las circunstancias, en el espacio destinado al estado civil se especifica que "se ignoran las demás circunstancias".

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