Granada

El gran Capitán de la cabeza hueca

  • No era muy torpe Don Gonzalo, por lo menos las cuentas le salieron bien. Por guantes perfumados para que los soldados no oliesen el hedor de la batalla, doscientos millones Cuando Miguel Moreno plantó su busto al comienzo de la Avenida de la Constitución hizo un alarde de ingenio, ya que Fernández de Córdoba precisamente no tenía la cabeza vacía

CUANDO el escultor Miguel Moreno plantó la cabeza hueca del Gran Capitán, donada por la Caja Rural en el arranque de la Avenida de la Constitución, sólo quiso hacer un alarde de ingenio artístico, porque el personaje al que se refiere, Gonzalo Fernández de Córdoba, no tenía precisamente la cabeza vacía.

Su nacimiento en Montilla (1443) y su muerte en Loja (1515), tal vez fueran sedes humildes para el que llegó a ser terror de los franceses y de los turcos, vencedor en Italia y virrey de Nápoles. Fue el inventor de los Tercios españoles, dividiendo la infantería en piqueros, arcabuceros y ballesteros; puso de moda las bayonetas o espadas cortas de combate. Capitán que fomentó en la tropa el sentido del honor nacional antes de que lo hicieran los seguidores de la selección campeona de fútbol. Ser español era un orgullo.

Y no carecía de sentido del humor, de la indignación y del respeto, cuando ironizó ante el rey Fernando aquel episodio, que se cuenta como anécdota, referido a las famosas cuentas tras sus campañas en Nápoles.

Requerido por el contador Juan Bautista Spinelli a instancias del desconfiado y envidioso rey Fernando el Católico para que rindiera cuentas, el Capitán Gonzalo, dicen que se expresó así:

Por picos, palas y azadones, cien millones de ducados; por guantes perfumados para que los soldados no oliesen el hedor de la batalla, doscientos millones de ducados; por reponer las campanas averiadas a causa del continuo repicar a victoria, ciento setenta mil ducados; y por la paciencia de tener que descender a estas pequeñeces del rey a quien he regalado un reino, cien millones de ducados.

Tanta trascendencia debió tener el simpático suceso que, sea verdad o simple anécdota, fue recogido por el propio Lope de Vega en su obra Las cuentas del Gran Capitán, escrita en 1638.

Y es que el de Montilla ha generado una rica oferta para las Letras y las Artes. En 1954 mi profesor Andrés Soria escribió una preciosa obra: El Gran Capitán en la Literatura. Y los libros, las pinturas y las esculturas sobre el personaje se cuentan por docenas. Desde los bronces de Mateo Inurria, su magnífica estatua ecuestre en Córdoba, o éste de Miguel Moreno hasta el descriptivo óleo de Casado del Alisal, en el que Don Gonzalo, tras la batalla de Ceriñola, llora ante el cadáver de su valiente enemigo el Duque de Nemours. Recogió el cuerpo y lo enterró en la iglesia de la Barletta con todos los honores. Otro ejemplo de respeto al adversario.

Las cuentas claras

Sobre las cuentas del Gran Capitán ha quedado el tópico que desgraciadamente sigue de moda cuando se trata de rendir algunas cuentas públicas, aunque entre los abundantes corruptos de turno y las hazañas del capitán cordobés hay una diferencia abismal.

Sepan que en el Archivo de Simancas se conservan los documentos de cuentas de la Guerra en Italia en mil folios cosidos en los que se detallan los comprobantes de ingresos y gastos hasta con los nombres de las partidas: peones, arcabuceros, ballesteros, escuderos, médicos, caballos, provisiones, barcos, galeones, galeras, etc., con los nombres de los capitanes, marineros, etc. Y todo perfectamente regulado por el tesorero del Gran Capitán, mosén Luis Pezón. Un ejemplo más que algunos no practican.

Hoy los restos de Don Gonzalo, después de haber sido maltratados, reposan en la Iglesia del Monasterio de San Jerónimo gracias a su esposa, la duquesa de Sessa. La toponimia lo recoge; la calle donde da la cabecera de la Iglesia se llama Gran Capitán; y la de al lado, en la que habitó su esposa la duquesa mientras terminaban las obras, es la actual calle Duquesa.

Hoy 10 de enero es San Gonzalo, nombre que significa precisamente luchador, por eso recordamos al Gran Capitán y aprovechamos la ocasión para felicitar a mi hermano Gonzalo que anda por París.

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