El granel se mantiene en el tiempo
Los negocios que ofertan su producto al peso o en minidosis subsisten ante los malos augurios La crisis propicia el nacimiento nuevos comercios con esta filosofía
El ritmo frenético que caracteriza a la sociedad actual es a veces tan artificial, tan veloz y ruidoso que no deja ver lo que las ciudades todavía pueden ofrecer, lo que ha sobrevivido al tiempo y sus avatares. Son lugares cuyo encanto evoca a tiempos tan remotos que hasta el polvo es un atavío. Frente a las estanterías de supermercados, en las que se suceden los envases etiquetados, existen pequeños comercios regidos por un concepto distinto: la venta al peso. Una fórmula semiabandonada que, en los tiempos que corren, podría volver a adquirir todo su sentido.
En Granada, muchos comerciantes han seguido avivando un negocio que parecía adormecido, de hecho en muchas ciudades españolas prácticamente había desaparecido, restringiéndose únicamente a la compra de fruta o carne. Rellenar envases traídos de casa o comprar justo lo que se necesita, como se hacía antaño, se vuelve a poner de moda en ciudades de toda Europa. Sin embargo, en Granada este tipo de comercios siempre ha estado ahí, en silencio, atendiendo a los clientes de siempre, y a las nuevas generaciones. El caso es que, la creación de negocios que nacen con esta filosofía todavía se resiste en la ciudad, y por desgracia, esperar que los antiguos remonten con la crisis, parece que también. "Treinta céntimos, ¿algo más?". Entre las vetas del viejo mostrador de la tiendecita Oliver se esconden las vivencias de más de un siglo de existencia. El ir y venir de turistas y ciudadanos por la plaza de la Trinidad y el buen hacer de sus dueños la han mantenido con vida todo este tiempo. Se distingue por sus frutos secos, pero hace un año volvió a introducir legumbres para expenderlas también a granel. Pese a todo, Rafael Rodríguez, su actual dueño, admite que la crisis se está notando. "Llevarte un producto de aquí es saber lo que estás comprando, además es tradicional, a mí me gusta por eso, por el trato personalizado, y por supuesto, los productos merecen más la pena que los que vienen ya envasados", indica una clienta que ha parado a comprar almendras garrapiñadas. Una de las ventajas más atractivas es el precio.
"No pagas el envase. A la gente le gusta el placer de comprar en una tienda pequeñita, en las que se adquiere el producto como se ha hecho toda la vida", Juan del Castillo, es el dueño de Alaminos, una tienda con 68 años de vida, y que lleva regentando con su mujer unos veinte. Nada ha cambiado allí desde que el señor Alaminos la abriese en la calle Puentezuelas en 1945. Las grietas se han hecho fuertes, pero Juan del Castillo y su mujer lo ponen todo a punto para volver a abrir su pequeño comercio de nuevo en septiembre. En él se pueden adquirir a granel caramelos, frutos secos y tés. Aunque también productos envasados de herbolarios, teteras, jabones y miel, uno de los artículos por los que esta tienda se caracterizó en su día, y que por razones de higiene sus nuevos dueños dejaron de venderla al peso. Por su ubicación, cerca de la Facultad de Traducción e Interpretación, los clientes de toda la vida se mezclan con los más jóvenes.
Una hilera de bidoncitos de cristal llenos de perfume recuerda, desde el es, desde el escaparate, a las boticas de hace décadas. Cuesta no adentrarse en ella. La franquicia búlgara Refan Equivalence tiene su tienda en Camino de Ronda desde hace dos años. Hasta la perfumería llegan los clientes con un botecito de casa para pedir a la dependienta el aroma y la que deseen. Todo un placer para el bolsillo, pues además son equivalencia de las fragancias más conocidas. El mismo sistema sigue La botica de los perfumes, en calle Alhondiga. Prácticamente el negocio de la perfumería es el único que ha abogado en Granada por vender su producto en minidosis y a través de envases recargables, aunque no guarden la solera de los antiguos.
Entre tanto, las bodegas más famosas de la ciudad siguen ofreciendo su mejor vino a granel: moscatel, vermú, pálido, jerez o palo cortado, por sólo cuatro euros el litro en Espadafor, en plena Gran Vía. "La gente trae su propio recipiente y se lo rellenamos, ese vino no lo vendemos embotellado", explica Antonio Moreno, uno de los camareros de la taberna, su voz se mezcla con los sonidos de una guitarra flamenca que hacen de la bodega un lugar de arraigada tradición. En La Castañeda también se sigue sirviendo el vino tal y como lo recuerdan los abuelos. "Vendemos mucho vino aquí pero la gente también se lo lleva a granel, sobre todo las personas más mayores", cuenta Jesús Guijarro, uno de sus camareros.
La Casa de las Matanzas ha notado también el descenso de las ventas. "Pensábamos que la matanza iba a crecer con la crisis pero no, no aumentan las ventas, desde hace unos cinco años incluso han descendido en un 400%", confiesa Aurelio Benítez, el dueño de la tienda en la que se oferta una gran cantidad de café, especias, legumbres y productos argentinos al peso desde 1950. Pese a que los tiempos se tornan difíciles para todos, qué turista no identifica Granada con sus olores a granel, con esos saquitos de té y especias al lado de la catedral. Aunque estos pequeños negocios se mantengan a la sobra de las grandes marcas, siguen estando ahí, impregnado la ciudad del aroma del pasado, a la espera de conquistar a las nuevas generaciones.
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