"Cuando rescatas niños siempre tienes en mente el sufrimiento de los padres"

Francisco Maturana, el guardia civil que descubrió el cuerpo sin vida de Julen

Con media España pendiente del operativo, el efectivo del GREIM fue el que descubrió el cuerpo sin vida de Julen en el pozo tras varias semanas de participación en la angustiosa búsqueda

Francisco Maturana, en la unidad de Álora, Málaga.
Francisco Maturana, en la unidad de Álora, Málaga. / Inmaculada Arroyo

Granada/Con media España pendiente de lo que sucedía la noche del viernes 25 de enero en Totalán, Francisco Maturana fue el primer efectivo del equipo de rescate de Julen que vio el cuerpo sin vida del pequeño en el fatídico pozo. El agente del Grupo de Rescate e Intervención en Montaña (GREIM) de la Guardia Civil lleva toda su vida preparándose para realizar este tipo de operaciones pero seguro que la imagen, como todo lo que vivió en las dos semanas previas, serán difíciles de olvidar.

–¿Cómo recibió la noticia del accidente?

–Nos llamaron a la base de Álora comunicando que un niño se había caído accidentalmente a un pozo. Mis compañeros prepararon todo el material y se fueron hacia Totalán rápidamente para rescatar a Julen. Cuando te imaginas un pozo, nunca te viene a la cabeza donde cayó el pequeño ya que la estrechez hacía prácticamente imposible pensar que un niño pudiese precipitarse dentro: era minúsculo. Pronto tuvieron que descartar la idea de que un compañero pudiese bajar a por Julen pero como teníamos otros medios se intentaría de otro modo.

–Cuando llegaron, ¿qué se encontraron?

–Mis compañeros y yo nos encontramos una situación complicada que, el equipo del GREIM de Granada que se desplazó a Totalán, los bomberos y demás personas que estaban en el operativo inicial, trataban de salvar. Intentamos averiguar la profundidad de la caída, ya que visualmente no podíamos intuir nada. Bajamos una cámara para llegar al pequeño y otros dispositivos visuales especiales para tuberías. Luego un camión mediante un aparato de succión intentó quitar tierra para deshacer el tapón que nos impedía llegar al niño. Pero nada funcionaba, todos aportábamos ideas pero no lográbamos a alcanzar a Julen.

–¿Cuál fue su labor durante esas semanas?

–Nos encargábamos de coordinar, supervisar la seguridad de todo el operativo desplazado a Totalán y mantenernos preparados para actuar en caso que fuese necesario. Hacíamos turnos los efectivos de Montaña de Álora y de Granada. Cada vez que intentábamos hacer algo sobre el pozo donde cayó Julen, fracasaba. Luego se activó la ayuda de ingenieros y especialistas para realizar el rescate por otra vía alternativa que no fuese el pozo inicial. Entonces colaboramos con la fabricación de la cápsula: nos desplazamos con los compañeros de la Brigada de Salvamento Minero a Alhaurín de la Torre para aportar ideas y ver si era posible bajar con los mineros a realizar el rescate. Tengo que decir que cada día se iban sumando muchos voluntarios al operativo, desde los operarios, a los herreros, pasando por personas que nos subían comida o empresas que prestaron sus medios. La ola de solidaridad humana era estremecedora.

–Ustedes también bajaron con los mineros.

–Cuando se encamisó el pozo y entraron los mineros, mis dos compañeros del grupo de Montaña de Álora y yo estuvimos allí en todo momento. El viernes ya comenzamos a bajar con ellos cuando se intuyó que estábamos cerca de Julen. Los ayudábamos en lo que necesitaran, pero lo importante era estar presentes si se encontraba cualquier vestigio. Primero lo hizo Nicolás Rando, luego Alberto Ortíz y después yo.Creo que bajé sobre las 23:30 horas, aunque no recuerdo bien, toda la tensión que teníamos me hacía perder la noción del tiempo.

–¿Cómo supieron que estaban llegando al pozo de Julen?

–Desde arriba se medía la distancia que se había recorrido con el pozo que estaban realizando los mineros, al ver que apenas quedaba menos de un metro, se fue avanzando con más precaución. Como el pozo en el que estaba el niño también se encamisó, desde la boca iban golpeando para comprobar si donde estábamos nosotros se escuchaba algo. Pronto oímos los golpes de los compañeros que indicaban que por fin estábamos cerca. Con mucho cuidado picaron un poco más hasta que llegamos a su pozo y localicé al niño. Paralizamos el operativo para informar que Julen había aparecido. Subimos a la superficie y un minero, mis dos compañeros y yo, volvimos a descender para rescatar el cuerpo.

–Imagino que fue una situación especialmente agobiante o claustrofóbica.

–A mí me ha preparado la Guardia Civil para realizar rescates de todo tipo, aunque no podemos olvidar que en ocasiones es peligroso para nuestras vidas y para las propias víctimas. Cuando me preguntan si me ha dado miedo sólo me vienen a la cabeza todas aquellas personas que están hoy vivas gracias a nosotros. Por desgracia, en el caso del rescate del pequeño Julen él único consuelo que ha quedado es el de por fin poder llevarlo con su familia.

"Cuando me pregunta si me ha dado miedo, sólo me vienen a la cabeza todas las personas que hemos salvado”

Imagino que esto siempre es un alivio para ellos. Por mucho que hayas pasado mil rescates duros y complicados, nunca puedes evitar que en estas situaciones te resulten emocionalmente duras. Mis compañeros y yo tenemos hijos de unas edades muy parecidas y cuando vi por fin los pies del pequeño Julen no pude evitar que me diera un vuelco el corazón. Pero no te puedes venir abajo: los mineros y nosotros teníamos que seguir adelante y llevárselo a sus padres.

–Cualquier persona normal, después de unos días sin dormir, en esas circunstancias y con el riesgo que implicaba esa cavidad, puede sufrir un ataque de ansiedad.

–Para esas circunstancias es para lo que nos hemos formado. Entrenamos continuamente para que tu cuerpo te permita estar en una situación así. Somos de los mejores equipos especialistas en rescate en montaña y de los mejor valorados internacionalmente, aunque todavía seamos poco conocidos en realidad. Detrás de estos uniformes hay cientos de horas de preparación física, mental, entrenamiento en diferentes disciplinas, desde el espeleosocorro, barranquismo, escalada, manejo de cuerdas, etc. Un rescate siempre es muy duro y tienes que controlar la situación, las vidas de los accidentados dependen de ti. Se toman las medidas de seguridad, pero es cierto que bajar a un tubo excavado sin estudio topográfico implica un alto riesgo.

–Imagino que su trabajo siempre implica un alto riesgo.

–Esto lo hablamos muchas veces en rescates de montaña, hay que tener siempre en cuenta la gestión que se hace del riesgo. Si por ejemplo, hay una actividad que comporta un elevado peligro de que ocurra un accidente, siempre se verá agravada o minimizada según nuestras decisiones. Si en un día de frío y viento en la montaña decides salir, por ejemplo, sin el calzado apropiado o la ropa de abrigo necesaria, sin luz, alimento y o sin agua, lo más probable que se aumente la posibilidad de sufrir un accidente y puedas necesitarnos.

–Este rescate ¿ha sido especial por el interés mediático suscitado?

–No tanto por el foco mediático tal cual, sino por la complejidad del mismo. Me atrevo a decir que ha sido uno de los rescates más importantes y laboriosos en el ámbito nacional, e incluso diría que internacional.

–Ustedes estaban allí también por si a los mineros les sucedía algo dado el peligro de derrumbe. Ha sido, además de los rescates más laboriosos, ¿de los más arriesgados de su carrera hasta ahora?

–Sí de los más laboriosos, pero no de los más arriesgados. He trabajado muchos años en Pirineo aragonés y los accidentes de montañeros y deportistas eran continuos y muy arriesgados. En otras ocasiones, como en este pasado año con las inundaciones de Campillos y toda la zona del Guadalhorce, en las que perdió la vida un compañero bombero, fue muy arriesgado por las circunstancias meteorológicas tan adversas, tanto de las personas rescatadas o como para nuestra seguridad.

–¿Cuál es la parte más peligrosa de su trabajo?

–Hombre, las operaciones con el helicóptero en alta montaña siempre son muy arriesgadas. Cuando estuve en la unidad de Benasque, por la altura y la orografía, los rescates son muy peligrosos por los riesgos que comporta trabajar con el helicóptero en zonas de hielo y nieve por la escasa visibilidad, la probabilidad de caídas y accidentes al tomar tierra en un suelo que no es sólido. También el manejo de cuerdas en rescates en altura, así como barrancos con crecidas de caudal desmesuradas o los accidentes de escalada.

"Miré al operario de la grúa que estaba allí sólo, a las tres de la mañana, supercansado... y aguantando como todos"

–No es raro que los helicópteros no puedan recogerlos porque se ha hecho de noche o las circunstancias meteorológicas no lo permiten. Entonces, ¿los efectivos de las Unidades de Rescate de Montaña de la Guardia Civil tienen que pasar la noche con los heridos, incluso en alta montaña con frío extremo?

–Claro que puede darse una circunstancia así, de hecho me ha pasado en bastantes ocasiones que, o bien porque haya caído la noche o porque al accidentado no se le pueda transportar, hemos tenido que dormir con él al raso en plena montaña. O como en el rescate de Julen, la urgencia de llegar a él era la prioridad, hemos estado varios días sin volver a casa, sin ver a la familia, sin dormir y sin apenas descanso para poder rescatarlo.

–No ha sido su primer rescate de menores. Usted es padre de una pequeña que cumplió un año precisamente durante las semanas del operativo, ¿es más duro desde que tiene hijos?

–Siempre, con hijos o sin ellos, esos casos te afectan más porque son tan pequeños... Cuando rescatas niños siempre tienes en mente el sufrimiento de los padres y la angustia que sus seres queridos y que el propio niño pueden estar pasando. Es muy duro.

–Con todo el país pendiente y la larga agonía de la familia, usted que fue el primero que vio a Julen, ¿se derrumbó?

–Claro, después de tanto estrés, días sin dormir, en esa cavidad, pobre niño... Estoy seguro que todo el mundo tuvo el mismo sentimiento. Tanto esfuerzo y la energía de tanta gente… Todos sentíamos que Julen era algo nuestro y el resultado no fue el que deseábamos.

–¿Era consciente de que el foco estaba puesto en esta operación?

–Hay que tener en cuenta que me encontraba en la zona inmediata al pozo y la verdad es que sólo estaba pendiente del rescate, así que no he sido consciente del revuelo mediático hasta que hemos finalizado la búsqueda del niño. Cuando llegué a casa y vi que mi móvil estaba inundado de mensajes y llamadas de ánimo de familia y amigos comencé a ser un poco consciente. El día que salió en los medios de comunicación la noticia de que Alberto, Nicolás y yo fuimos el operativo último del rescate, nuestro teléfono no paraba de sonar y la gente, que incluso no conocíamos, nos daba ánimo y mensajes de apoyo.

–Y de la ola de solidaridad, ¿sí les llegó algo?

–Por supuesto, cada persona del operativo nos trataba, a pesar del cansancio, con la mejor de las sonrisas. Recuerdo una noche, cuando miré al operario que estaba en la grúa subiendo y bajando la cápsula, allí, solo, a las tres de la mañana, supercansado y aguantando como todos… Por un momento me impactó el grado de implicación de todos y cada uno de los que participamos en el rescate, porque todos los integrantes han estado al mil por mil.

Una vida entre montañas consagrada al salvamento

Francisco Maturana Álvarez (Granada, 1979) se ha pasado la vida entre montañas. Desde muy pequeño las frecuentaba con la familia y pronto su afición por el deporte lo llevó a introducirse en el mundo de la escalada, el esquí o el ciclismo, entre otros deportes. Entró al ejército con 19 años, permaneciendo a la Brigada de Montaña de Huesca entre el año 2000 a 2004, año en el que ingresó en la Guardia Civil. Su primer destino fue Benasque, donde pasó casi un lustro, igual que en Pamplona. Y hace tres años llegó a Málaga. Además de aficionado a los deportes de ultrarresistencia, es guía de media montaña, barrancos y actualmente se prepara para ser guía de escalada. Hace unos años apareció en los medios de comunicación por su participación en ‘829 Kms. por el Camino de la Memoria’: junto a un compañero recorrió en bicicleta 829 kilómetros, uno por cada víctima del terrorismo, por los principales sitios donde habían ocurrido los atentados de ETA.

stats