Un guiri en Malafollápolis

A partir de hoy, todos los domingos, Andrés Cárdenas llevará a su amigo Harry el irlandés a un lugar típico de Granada (plaza, calle, monumento, taberna, iglesia, barrio….) y tratará de explicarle por qué es tan especial ese sitio para los granadinos. Un veterano periodista que ha desarrollado casi toda su vida profesional en Granada, enseñará a un estirado hijo de Reino Unido esos rincones y espacios de los que nos sentimos orgullosos los granadinos y por los que creemos que los foráneos deben tenernos envidia. Todo ello en el tono de humor que suscita el asombro de un guiri británico ante unas circunstancias o costumbres tan distintas a las de su país de origen.

Un guiri en Malafollápolis
Un guiri en Malafollápolis
Andrés Cárdenas

01 de noviembre 2015 - 01:00

NECESITABA una mañana como aquella: de cielo limpio y temperatura de andar por casa. Necesitaba una emoción distinta para sentir que es bonito seguir viviendo. Necesitaba un encuentro con alguien agradable. Pero quién apareció de pronto en mi espacio de visión fue Harry. Estaba sentado, tomando el sol de los membrillos, en la terraza de un bar de Puerta Real. Antes de seguir debo decir que Harry estaba un poco mosqueado conmigo. Harry es el irlandés (de padres ingleses) de La Herradura que me sugirió que escribiera un libro sobre la utilización de palabra 'polla' en el vocabulario granadino. Él fue a Almuñécar un día y en la playa de Velilla presenció un accidente en el que se vieron implicados dos coches y una moto. Fue un golpe leve pero suficiente para que los conductores mantuvieran la siguiente conversación.

Conductor primero: ¿Y ahora qué pollas hacemos?

Conductor segundo: Yo qué pollas sé.

Conductor de la moto, que era de Jaén: Pues rellenar el parte ni pollas.

Harry se quedó a cuadros. Su mente intentó captar el diálogo entre los tres conductores, pero no llegaba a entender lo que hacía el órgano reproductor masculino en medio de tan corto e improductivo diálogo.

-¿Por qué palabra polla en todos sitios? me preguntó.

Yo me reí, pero no por su ignorancia sino por la mía: en realidad no sabía explicárselo. Por lo pronto le dije que podía haber sido peor porque muchas veces la misma palabra va metida duplicada o triplicada en la misma frase, y es entonces cuando el que la oye, si es foráneo, no se entera de la misa la mitad. Le comenté que 'polla' es un término polisémico casi perfecto porque pronunciada reiteradamente en una única frase se puede sustituir por cualquier otra en ese contexto sin que se altere el resultado final del discurso que se quiere dar. Y le dije que esa palabra era una especie de comodín en el juego del poker ya que la podíamos meter en cualquiera de las conversaciones para engrandecer la apuesta en nuestro lenguaje.

El caso es que aquella conversación con Harry me hizo pensar la idea de escribir un artículo periodístico explicando a un guiri cómo, cuándo y dónde metemos los granadinos la palabra polla. Y lo hice. Y después un libro o un tratado, como ustedes quieran llamarlo, explicando a Harry los significados de la palabra más polisémica que tenemos los granadinos. El libro, con el título Dejaos de pollas, vayamos a pollas, como he dicho anteriormente, tuvo mucho éxito y yo he explicado en varias ocasiones que Harry fue el que me inspiró escribirlo. Así que ahora en La Herradura se le conoce por un mote que le han puesto: 'Harry Pollas', por eso de que proviene de la misma isla que Harry Potter.

Por mucho que le expliqué a Harry que la idiosincrasia del andaluz es muy dada a poner apelativos y apodos a todos aquellos que llegan a un sitio, no lo entendía. Incluso le conté la anécdota aquella de un viajante de comercio que llegó al pueblo famoso por ponerle apodos a todos los forasteros que llegaban y antes de salir del pueblo dijo a un vecino: "Me voy echando leches antes de que me pongan un mote". Al día siguiente todo el mundo conocía al viajero por 'El echando leches'. Pero él me dijo que eso de poner motes no está nada bien. Además, él pertenece a una familia noble de Dublín y eso de 'Harry Pollas' no pega con la idiosincrasia irlandesa.

Quisiera que conocieran ustedes a Harry. Una descripción a vuela pluma de su aspecto podría ser esta: parece un lord inglés, con sus arrugas impenetrables, su espalda recta y su dignidad a toda prueba. Y tiene esa clase de piel flácida que si le pegas un pellizco, se queda con el molde durante varios minutos. Tiene ojos claros y su nariz, grande, ocupa gran parte de su rostro. Su perfume huele a cueros de asiento de coche y a revestimiento de muebles de cedro. Otros detalles que hay que saber sobre él son que lleva casi siempre un sombrero o gorra de béisbol para taparse las zonas desérticas de la cabeza, que se tiñe las canas que le quedan, que es forofo del Limerick y que la contraseña de su ordenador es el nombre de su mujer: Dorothy. Lo que se dice un cursi a la hora de aplicar las nuevas tecnologías. Harry estudió Filosofía pero trabajó en el cine como traductor de películas. Ya está jubilado. Harto de lluvia y de cielos grises vendió todas sus posesiones en Irlanda y se ha comprado una casa en La Herradura.

Estaba, como digo, sentado en la terraza de un bar leyendo el periódico (creo que The Times) y con una taza de té humeante al lado. Dudé si saludarlo o no. Al final lo hice. Pensé que aquel era un buen momento para iniciar un acercamiento y limar asperezas en nuestra relación. Cuando levantó la vista me miró sorprendido, como el que mira el precio de un diamante:

-¡Oh! ¿Qué hacer tú aquí?

Harry sabe castellano porque lleva muchos años aquí en España, pero de vez en cuando mete infinitivos donde no debe y tienes que realizar un esfuerzo por entenderlo. También confunde tiempos en los verbos y los sujetos, como buen sajón, los pone donde le vienen en gana.

Le expliqué que estaba viendo lugares de Granada para un encargo periodístico. Le dije que a partir de ahora todos los domingos saldrá en este periódico un sitio (taberna, edificio, plaza, iglesia, barrio….) muy característico de esta ciudad. Se trata -le expuse- de fundir mis conocimientos de literatura, periodismo y acaso de experiencia para escribir sobre algo de lo que nos sentimos orgullosos los granadinos.

-¿De la malafollá, por ejemplo?

-No Harry, de la malafollá no porque de eso me voy a ocupar en un libro que estoy preparando en el que a esta ciudad la llamo Malafollápolis. Además, no sé si los granadinos nos sentimos orgullosos de la malafollá. Me refiero a lugares y entornos como esta plaza en la que estamos sentados, que es una de la las más emblemáticas de Granada.

-Buena idea. Yo no conocer muy bien Granada y me gustaría ir contigo.

-¿Conmigo? ¿A dónde?

-Jo, tú parecer tonto. Pues a esos sitios que dices. Tú deber a mí un favor.

-Pero…

-¿Tú no querer?

-Sí quiero, Harry, lo que pasa…

En estos momentos no hubo en mi mente una excusa lo suficientemente potente como para que Harry no creyera que lo que quería en realidad era quitármelo de en medio. Así que le dije que bueno, que está bien y que elegiríamos un día de la semana para ir a un lugar determinado.

-¿Y tú explicar a mí ese lugar?

-A ti y a los lectores de este periódico, Harry.

-Estupendo. Mucho estupendo.

Entonces pensé que tal vez no sería mala idea aprovechar a Harry para escribir esta serie de artículos. Hace poco leí un libro que se llama Viaje con Clara por Alemania en el que el escritor Fernando Aramburu pide un año sabático para acompañar a su mujer germana en un viaje por su país. Aramburu llevaba poco tiempo en Alemania y se aprovechó de su mujer para escribir estupendas crónicas sobre los lugares a los que le llevó su esposa. No estaría mal que yo me aprovechara una vez más de Harry para explicarle a un foráneo lo que significa un determinado sitio de Granada para un granadino. Así llamaría a la serie Excursiones con Harry por Granada. Pero Harry también podía aprovecharse de mí. Me contó que había dejado temporalmente su residencia en La Herradura y que se había trasladado a Granada capital, en donde ha alquilado un apartamento con su esposa en la calle San Juan de los Reyes.

-Todo el tiempo para ti ahora, me dijo con cierta emoción.

-Está bien, Harry. Ahora tengo que irme porque tengo que comprarle pienso a mi gato (mentí). El sábado que viene quedamos en Plaza Larga, que está en el Albaicín. A las nueve allí. Será el primer sitio que quiero que conozcas.

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