El horno urbano

El verano se presenta con fuerza aunque la ciudad siempre ofrece un rincón para dar tregua al termómetro

Los turistas pasean protegidos del sol y continúan dándole utilidad al paraguas hasta en el verano.
Los turistas pasean protegidos del sol y continúan dándole utilidad al paraguas hasta en el verano.
María Sierra / Granada

17 de junio 2012 - 01:00

Las estatuas de la Constitución se reían ayer de los turistas que cruzaban el bulevar a mediodía, huyendo del sol y buscando una sombra bajo los escasos árboles de la céntrica avenida. Frascuelo no podía evitar la sonrisa al ver los chorreones de sudor de aquellos a los que la subida de temperatura ha pillado un poco por sorpresa. Unos diez grados más era la media que la Agencia Estatal de Meteorología, Aemet, tenía previsto para los termómetros de la capital.

Si no una gorra, los foráneos se inventaban una sombrilla con un paraguas. Las botellas de agua eran el complemento ideal a las sandalias y a las bermudas para poder salir a la calle. Y, ya de paso, si se podía adquirir algo fresquito de camino, mejor. Porque el mero hecho de ver rondar los 40 grados de sopetón le quitaban ayer a uno las ganas de salir a la calle.

A mediodía, una ligera brisa todavía hacía agradable estar en la calle. La situación -y las caras de cada uno- se volvía dramática cuando el viento desaparecía y el sol pegaba con fuerza de plano sobre las cabezas. A las cinco de la tarde, la hora taurina, al que andaba por la calle huía del lorenzo como quien huye de un Miura. Mientras, Frascuelo, que igual podía echar un capote, seguía a lo suyo, a hacerse fotos con los pocos que se atrevían a acercarse al bronce ardiendo.

Y, ante esta situación, ¿cuál puede ser el plan? Es sencillo. Mantenerse a resguardo en casa es una mala idea. Quedan todavía dos meses por delante y se auguran duros para los que no van a pisar una playa. Así que, lejos de la arena, habrá que buscar lo más parecido a un chiringuito, las terrazas que se dispersan por la ciudad y que, como en el litoral, también ofrecen resguardo bajo sus particulares sombrillas y al amparo de una bebida fría.

Los recursos para los que no pueden escapar de esta terrible ola de fuego en que se convierten las calles pueden llegar a ser limitados, a no ser que la imaginación despierte el sentido de supervivencia que, dicen, todos tenemos en momentos extremos. Todo esto parecería exagerado si no se tuvieran en cuenta los golpes de calor. Lo difícil que es coger aire sabiendo que, todavía, no ha llegado oficialmente el verano. O ante la horrible sensación de poder freírnos un huevo en la cabeza. "Lo que habría que tener son más árboles", asegura una chica, que probablemente comparta esa misma opinión con mucha gente. El humo de los tubos de escape penetra hasta los ojos, en las paradas de autobuses algunos se sientan a esperar y otros, para evitar el rayo, se cobijan detrás de la marquesina.

Todavía hay momentos del día donde parece que uno puede escaparse del sol porque la ciudad te deja rincones donde el fresco, muy discreto, hace acto de presencia.

En el Parque García Lorca, los turistas -y algún que otro estudiante de rato libre entre apunte y apunte- aprovechan los jardines para montar su propia playa urbana con bañadores incluidos. "Hasta que me vaya, aprovecharé para venir y ponerme morena", dice una joven. No se entiende la prisa, hay más de dos meses por delante para esto. Algunos, sin embargo, huyen del sol como vampiros. Y no es de extrañar, es casi una cuestión de salir o no calcinado, sobre todo por la zona de Gran Vía, donde no hay una sombra donde cobijarse.

Los bares siguen siendo el centro de reunión de las horas claves del día y de la noche para tomarse la cerveza correspondiente. Algunos incluyen en el menú el gazpacho que, como ya se sabe, tanto la ingesta de las verduras como de las frutas son el mejor aporte a nuestro cuerpo en temporadas calurosas. Los muestrarios de las heladerías hacen las delicias de algunos que intentan tomarse el helado antes de que este se derrita en las manos los cucuruchos.

Después del alivio térmico de esta pasada semana, que ha servido de respiro o para coger impulso para lo que se viene encima, definitivamente el verano granadino está más que instalado, aunque nominalmente sea todavía primavera. Ya se debe olvidar de la brisa nocturna y seguir las recomendaciones de rigor. Y, en más de una ocasión, el sentido común.

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