Historias de Granada
  • El año que viene se cumplen cien años de la inauguración del sanatorio de La Alfaguara, construido a unos 1.400 metros de altitud y en el que se atendían a los enfermos de tuberculosis

  • Berta Wilhelmi fue una filántropa que gastó parte de su fortuna en construir hospitales, escuelas y bibliotecas

El hospital de Berta

El sanatorio en 1923. El sanatorio en 1923.

El sanatorio en 1923.

Escrito por

Andrés Cárdenas

Esta mujer cuyo nombre saldrá de un momento a otro en este reportaje tiene una biografía a prueba de desalientos. Desalientos que, sin duda, tuvo que sufrir al ser una de esas mujeres de las que se dicen que se adelantan al tiempo en el que viven. Tuvo que enfrentarse a una época en la que los divorcios estaban mal vistos (ella rompió con dos maridos), era una declarada feminista y una filántropa que creó hospitales y escuelas porque estaba convencida de que la educación era lo más necesario para el progreso de la sociedad. Su biografía resaltaba en la sociedad rancia y atrasada granadina como mi libro Dejaos de pollas vayamos a pollas en el escaparate de una librería religiosa, y perdonen la comparación. Por eso la memoria por esta mujer fue marginada durante el franquismo y ahora, tras la gran cantidad de trabajos sobre su vida y su obra, se ha recuperado para la posteridad. Durante estos días en que se está celebrando los cien años de la Base Aérea de Armilla, se menciona si más remedio a Luis Dávila Ponce de León y Wilhemil, director y promotor del aeródromo militar de la citada localidad.  Ella era su madre. 

Berta Wilhelmi- con 22 años. Berta Wilhelmi- con 22 años.

Berta Wilhelmi- con 22 años.

En esta afición mía por el senderismo en esta postrera etapa de mi vida, me encuentro de vez en cuando con las ruinas de un sanatorio en la sierra de Alfaguara que tiene tanta historia como misterio. La misma historia y misterio que tienen la mujer que se gastó su fortuna personal para construirlo. Se llamaba Berta Wilhelmi y su vida es de esas en las que no hay más remedio que tenerla en cuenta a la hora de hacer un recuento de personajes que han vivido en Granada. No hay cronista o investigador granadino actual que no haya dedicado varias horas de su vida a escribir sobre esta mujer de la que tanto tenía que aprender la sociedad granadina de principios del siglo XX. A pesar de todo, sigue siendo una gran desconocida para la mayoría de los mortales que viven en la ciudad de la Alhambra. A lo más que ha llegado el Ayuntamiento de esta ciudad es a ponerle el nombre a una pequeña calle que hay en mi barrio. Progresista, libre de prejuicios, de fuerte carácter y respetuosa con otras ideas, llevó a cabo en Granada una enorme labor en muy diversos ámbitos, entre los que destacan los de carácter pedagógico y filantrópico, impulsada por su preocupación en la regeneración física y moral de las personas. Gastó gran parte de su fortuna personal en construir un sanatorio para tísicos y tuberculosos que todo el mundo conocería por 'el hospital de Berta' y en Pinos Genil construyó con dinero propio una escuela mixta (era una defensora de la igualdad entre hombres y mujeres) y una biblioteca.  

Fábricas de papel

Pero comencemos desde que naciera. Lo hizo en 1858 en una ciudad alemana cerca del río Kenzel. Allí su padre, el empresario e ingenio alemán Fernando Wilhelmi, tenía una empresa dedicada a la fabricación de papel, que se fue a pique en un desbordamiento del citado río. Es cuando la familia Wilhelmi decide buscar otro lugar para vivir. Berta solo tenía cinco años cuando viene con su familia a Granada. Aquí el padre adquiere una casa en el Paseo de la Bomba y monta una fábrica de papel. Luego monta otra en Dúdar y, más tarde, cuando es nombrado cónsul de Alemania en Granada, construye otras dos en Quéntar y Pinos Genil. El dinero entra con mucha fluidez en la familia Wilhelmi, por eso Berta es enviada a Alemania y luego a Suiza. "Fue educada en un ambiente liberal, progresivo y laico. Tenía un carácter firme e inconformista. Por eso a su vuelta a Granada, con 18 años, su forma de ser no cuadra con esa sociedad rancia y llena de prejuicios de Granada", dice Ysabel Sánchez Ballesteros en Alhóndiga.  Tenía 19 cuando se casa con Fernando Dávila Ponce de León, mucho mayor que ella y miembro de una familia bien de Granada. El matrimonio duró lo justo para tener dos hijos: Luis y Berta. En 1912 se casa de nuevo. Esta vez con Eduardo Domínguez, uno de los encargados de la fábrica y fiel seguidor del republicano Alejandro Lerroux. Tampoco le duró mucho este matrimonio. No había lugar para los convencionalismos en el espíritu de Berta, considerada ya una verdadera rebelde.

Ruinas de la fábrica El Blanqueo. Ruinas de la fábrica El Blanqueo.

Ruinas de la fábrica El Blanqueo. / Alhóndiga

Su espíritu feminista se fue confirmando con sucesivos hechos. En octubre de 1892 se inauguró en Madrid, enmarcado en las conmemoraciones del Cuarto Centenario del descubrimiento de América, el Congreso Pedagógico Hispano-Portugués-Americano, donde Berta Wilhelmi expuso una ponencia sobre La aptitud de la Mujer para todas las profesiones. "En ella aboga por la igualdad de sexos a la hora de desarrollar capacidades y por la necesidad de adiestrar a la mujer para valerse por sí misma y concienciarla de su derecho a reclamar su participación en cuestiones fundamentales", dice Sánchez Ballesteros. Otro hecho que corrobora tal espíritu se corresponde al círculo social del que se rodea, destacando de entre todos sus amigos Fernando de los Ríos. Esta amistad hace que se comprometa más adelante con el Partido Socialista, aunque nunca se afilió a partido alguno. Un tercer hecho, que se pueda constatar, es su contacto con la Institución Libre de Enseñanza, la cual se hizo patente por medio de la primera colonia escolar, aunque la idea de ésta emanase de la Sociedad Económica de Amigos del País de Granada y del Museo Pedagógico. Esta colonia fue posible gracias a la organización de esta por Berta junto a Cayetano del Castillo, así como las dotaciones económicas procedentes de la propia Sociedad Económica, Diputación, Ayuntamiento de Granada, Ayuntamiento de Almuñécar y de personas particulares. El lugar que Berta escogió para establecer las colonias fue Almuñécar, zona idónea junto al mar para llevar a cabo actividades al aire libre, excursiones y ejercicio físico, así como para reforzar las ideas de descanso, alimentación, aseo corporal como componentes educativos básicos tan defendidas por ella.

La filántropa, tras casarse con Eduardo Domínguez La filántropa, tras casarse con Eduardo Domínguez

La filántropa, tras casarse con Eduardo Domínguez

Entre 1912 y 1913 construyó en Pinos Genil, también con dinero propio, una escuela mixta y una biblioteca con una dotación de unos 600 volúmenes, y en 1913 quedaron inauguradas ambas. En la actualidad, el Ayuntamiento de Pinos Genil está construido sobre el solar donde se ubicó el colegio. De la Biblioteca no queda nada.

Su gran actividad y sus muchos viajes a país de origen se compaginaron con temporadas en la casa del Purche, en compañía de sus hijos y nietos, que serán objeto de su atención educadora. Separada de su segundo marido, se dedicó plenamente a ayudar a los demás. Cuando muere su padre, se hace cargo de la fábrica El Blanqueo, que funcionó en Granada hasta el año 1930.

Tanto en su vida privada como en su actividad pública, Berta no se ciñó al patrón de esposa y madre propio de las mujeres de su clase y época. Compartió los últimos años de su vida con su hija Berta y con su sobrina, Emma Wilhelmi. Berta continuó con su labor filantrópica y educadora en sus años posteriores, en concreto, hasta el 1931, cuando sufrió un derrame cerebral que la obligaría a dejar su actividad social. Se mantuvo así hasta el 29 de Julio de 1934, fecha de su defunción. Se enterró, sin lápida, en el cementerio de Granada. Su familia llevó a cabo su última voluntad que consistió en donar a los pobres todos los gastos que ocasionaba un entierro. Fue tal su labor que su huella se quedó grabada en la mente de todas aquellas personas quienes la conocieron. Esta mujer de gran inteligencia, fuerza y buenos sentimientos, feminista y amante de la naturaleza, fue muy conocida en Granada por sus escritos y la ejemplaridad de vida. Si hay una persona que se merece un monumento en Granada, creo que esa es Berta Wilhelmi.

Sanatorio de la Alfaguara 

Y ahora les voy a contar la historia del sanatorio para tuberculosos que construyó en la Sierra de la Alfaguara. Cuentan los investigadores, que Berta había tenido un hermano que había muerto de tuberculosis. Esa fue la causa de que la filántropa decidiera crear en Granada un sanatorio específico para la cura y tratamiento de esta enfermedad. La idea de crear ese sanatorio ha cumplido cien años ya que fue en julio de 1919 cuando la citada Berta Wilhelmi se reunió con los doctores Blasco Reta y Alejandro Otero, que sería años más tarde presidente del Colegio de Médicos de Granada, para pedirles ayuda en su idea de crear en la Sierra de la Alfaguara un centro para enfermos de tuberculosis. En ese verano Berta había financiado en El Purche una casita que llevaba el nombre de 'Las Acacias', en el que albergó hasta ocho enfermas de tuberculosis. Fue allí, donde, surgió la idea del Patronato Antituberculoso de la Alfaguara, trampolín último para la creación, en mayo de 1923, del Sanatorio y Dispensario de la Alfaguara en la zona Haza del Pinar, a unos 1.500 metros sobre el nivel del mar. De eso hace ya cien años.

Ruinas del sanatorio de la Alfaguara Ruinas del sanatorio de la Alfaguara

Ruinas del sanatorio de la Alfaguara

No se sabe lo que costó, pero sí que Berta invirtió lo que le quedaba de su fortuna personal. El sanatorio estaba formado por dos plantas y veinticuatro camas, doce para hombres y doce para mujeres. Los muebles fueron donados por la reina Victoria Eugenia, presidenta de la Cruz Roja de Damas. La mayoría de las plazas que se ofrecían eran gratis y otras a media pensión costaban tres pesetas. Las instalaciones disponían de salas de consultas, salas de cura, de cirugía general, de otorrinolaringología, terraza, galería de reposo, calefacción a vapor, pararrayos, agua corriente, cocinas y cuartos de baño. Fue tal la expectación en su inauguración que asistieron personalidades, tales como el gobernador militar, el gobernador civil, el arzobispo, catedráticos, médicos, decanos y representantes del Ayuntamiento de Granada y de Alfacar, además de un numerosísimo público.

Fotografía de Berta en su madurez. Fotografía de Berta en su madurez.

Fotografía de Berta en su madurez.

En 1926 tuvieron lugar dos acontecimientos importantes, por un lado, la inauguración el 16 de mayo, en el parque del Sanatorio, del 'Pabellón Luis Dávila', para niños que llevará el nombre de su hijo fallecido en marzo de 1925 en un accidente de aviación; y por otro, la creación de la Junta Provincial de la lucha antituberculosa en Granada.

Tardó bastante en llegar el reconocimiento a toda su labor altruista, siendo en noviembre de 1923 cuando se le otorgó a Berta Wilhelmi la Gran Cruz de la Orden Civil de Beneficencia.

El sanatorio funcionó hasta la Guerra Civil y la postguerra bajo la dirección de Helene Bickman Alterhoff. Debido a que a unos 1.000 metros de la zona donde se ubicó el edificio tuvo lugar uno de los frentes de la Guerra, este terminó abandonado y prácticamente derruido. Hoy solo quedan las ruinas y las leyendas que ha originado el lugar, sobre todo por aquellos que creen en los fenómenos paranormales. Hay quienes han escrito que el fantasma de Berta Wilhelmi está aún vagando por aquel lugar. Pero por aquel lugar solo evoca la desolación y la historia de una gran mujer.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios