Encuentros en el palacio de los patos l Nicolás López Calera y Francisco Martín Morales www.hospes.es // www.fuenso.com

El humor granadino ¿ironía o 'malafollá'?

  • La seriedad, el fatalismo y la incapacidad para emprender grandes empresas son rasgos que diferencian el carácter del granadino con respecto a los nacidos en otras provinciasNicolás López Calera, catedrático de Derecho, y el humorista gráfico Francisco Martín Morales indagan en los valores ocultos de uno de los grandes tópicos que persiguen a sus paisanos

Nicolás López Calera. ¿El humorista se hace o nace? Lo digo a efectos de saber si el granadino tiene malofallá ad natura o adquirida.

Francisco Martín Morales. Yo creo que nace, aunque influye el ambiente. Uno crece y va conociendo la sociedad que le rodea. Y te vuelves crítico. Yo tengo la suerte de ser crítico desde pequeño, quizá por herencia. Mi padre, siendo guardia civil, tenía detalles de hombre intelectual.

N.L.C. Yo no creo que la genética determine el pensamiento. Es importante para ciertas capacidades humanas como ver, oír, pero que determine el humor no lo creo. Son funciones que se adquieren. ¿Somos naturaleza o somos historia?

F.M.M. A mí no me gusta hablar de la malafollá granaína porque se está convirtiendo en un tópico que sirve para presumir y para hacernos daños. Malafollás hay en todos sitios. Son tópicos de una España de Arniches que deberíamos superar. Igual que los aragoneses brutos y los catalanes peseteros. Eso sí, el malafollá granadino se sabe enseguida quién es: tiene cara de perro feo.

N.L.C. Pero la malafollá tiene una vertiente de humor o al revés.

F.M.M. El humor de Granada es irónico, inteligente, nada que ver con el sevillano. Yo defiendo nuestro humor frente a otras provincias. Al chistoso oficial de Sevilla no lo soporto.

N.L.C. El humor granadino tiene más trasfondo. Como el granadino es un ser científicamente pesimista dice: "Como esto va a acabar mal vamos a tomárnoslo con cachondeo". Ya lo decía Nietzsche, esto está tan jodido que te ríes o te pegas un tiro. Y el granadino piensa que la vida es un teatrico y se lo toma a cachondeo.

F.M.M. Pero ese es un humor universal: defenderse de la adversidad con el humor. Cuando una persona hace un chiste bien construido, ¿tú ves normal que le digan "qué malafollá tiene el chiste"? Eso es una aberración. ¡La malafollá está en el juicio no en el chiste y se aplica a todo! Se dice: "Fíjate si será malafollá que sacó las oposiciones a la primera". Y piensas: "¿Y ante esto, qué digo?". Te desconciertas. Yo he visto cómo el granadino cuando mantiene una discusión tensa, al final, dice una tontería. Eso es muy hábil. Tú como profesor has padecido menos que la gente te pida que cuentes chistes, pero a los humoristas se nos marca como tíos graciosos. Y como seas serio te dicen malafollá.

N.L.C. Una cosa es tener sentido del humor, que yo lo tengo, y otra contar chistes, que es una de las cosas más sanas y bonitas que hay. Nosotros somos cinco hermanos, nos reunimos los sábados en casa de mi padre, que tiene 101 años, y uno dice: "Voy a contar un chiste". Y otro contesta: "Ya lo sé".

F.M.M. (Risas) Pero lo malo es cuando te lo pisan y cuentan el final. A los humoristas gráficos nos consideran chistosos. Nosotros hacemos chistes, no los contamos.

N.L.C. Te voy a hacer una confesión muy personal: yo necesito todos los días contar o que me cuenten un chiste.

F.M.M. ¿Tú valoras igual un chiste que, cuando estás con un grupo de amigos, y reconoces el ingenio de alguno que hace reír a todos? Eso es muy difícil y es lo que yo valoro. No esas reuniones burguesonas en las que, cuando ya no hay nada que decir, se cuentan chistes. Yo sé chistes pero no sé contarlos.

N.L.C. Yo cuento un chiste y seguramente la he cagado porque no sé contarlo.

F.M.M. Yo no, yo prefiero los comentarios que un amigo inventa sobre cualquier cosa. Es el humor inteligente. El otro es un humor de repetición: me lo cuentas y lo cuento. En Granada, al contrario que en otras provincias, lo que sí ha habido es una preocupación en la prensa por tener un dibujante de empresa. Como López Sancho o Miranda. El chiste costumbrista o ese humor, para mí bastardo, del juego de palabras. Por ejemplo, ahora en la época de la lotería de Navidad. Una gitana en la plaza del Carmen con sus décimos colgados en acordeón y abajo un pito. Y un tío que pregunta: "¿Y ese pito?". Y ella responde: "Sí, para que toque". Es un humor simplón. (Risas).

N.L.C. Granada no tiene una tradición fuerte de humor. En un restaurante como éste, en Sevilla, de 50 personas habría al menos 40 capaces de darle a la conversación un tono de cachondeo. Lo de Granada proviene de un concepto social austero y trascendental. Sevilla es más abierta y festivalera pero más superficial, con todos los respetos. Lo ideal sería el punto medio: ni el cachondeo sevillano ni ese sentido del granadino que parece que va de entierro todos los días.

F.M.M. En Granada hay una siembra de negatividad, una especie de conformismo que no es malafollá.

N.L.C. Ese negativismo es fruto de un pensamiento mucho más crudo: ¿esto al final qué es? Pues cuatro telediarios y luego te meten en la caja y para arriba. Y por eso el granadino está a la defensiva, no se compromete, y le sale la veta de ironía. Sabe que si se compromete la jode.

F.M.M. Esa situación produce una desazón, porque hay personas que esperamos que todo eso un día cambie. ¿Cuándo podremos en Granada romper ese círculo?

N.L.C. Hay sectores sociales en Granada a los que le interesa que se mantenga esa visión del mundo pesimista para que aquí no pase nada. Que no haya gente valiente. Al ser tan trascendentales su campo de riesgo es menor. Nunca un valiente es inteligente. Un valiente sabe los riesgos que va a correr y Málaga y Sevilla tienen a su favor que como no hacen tantos cálculos tiran para adelante. Aquí, en cambio, pensamos: "¿Y siý.?". Y nos quedamos quietos. Eso sí, hoy día todo esto ha cambiado. Hay sectores sociales más progresistas en el sentido de que arriesgan el progreso aunque se puedan estrellar. Yo creo que un pueblo tiene que tener tres referentes: el humor, la música y el deporte. La gente tiene que saber reírse, saber de música y hacer deporte o todo va mal. ¡Con la mala leche que hay aquí por no llover!

F.M.M. Es verdad, hay mala leche en todo el país y si no llueve peor. La sequía influye mucho. Nicolás, ¿en tus clases en la facultad empleas el humor?

N.L.C. Sí, para relajar el ambiente. Pero hay que tener mucho cuidado porque entre contar el chiste y estar chocheando hay un paso. Hay profesores que se pasan todo el día contando anécdotas en clase. Yo entiendo el chiste como una habilidad retórica para entretener a la gente. No aguanto a la gente que se duerme en clase. Y lo peor no es que miren el reloj sino que lo lleven al oído. (Risas)

N.L.C. Un ejemplo de malafollá. La secretaria de un departamento que murió hace seis o siete años. El catedrático, cuando llegaba la Navidad, le decía: "Fulana, me voy de vacaciones, Que pase usted una feliz Navidad". Y ella respondía: "Si nos vemosý".

F.M.M. Y que una Navidad, hace 6 años se murió, ¿no? (Risas)

N.L.C. A un pariente, granadino cenizo, me lo encuentro en la facultad y le digo: "Fulano, ¿cómo estás?". Y dice: "Regular. Yo duerno muy mal, a base de pastillas. Pero ya ves, me queda menos para el sueño eterno".

F.M.M. Yo ilustré un libro sobre la malafollá que incluía una especie de diploma de malafollá con espacios en blanco para poner el nombre del lector. Un día llaman a mi casa y me encuentro a uno que me dice, muy autoritario: "Traigo esto para que me lo firme. ¡Venga, venga". Yo me quedo mirándolo. Entonces me dice: "¿Usted no me conoce? Yo soy el más malafollá de Órgiva. Venga, fírmemelo. Voy de camino para Capileira y a la vuelta lo recojo".

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