Granada

La importancia de la añada

  • Factores. La calidad de un vino depende, entre otras cosas, de la climatología del año en que se produjo. Las propias denominaciones de origen califican la calidad de sus añadas

LA añada de un vino es el año en el que se recogió la uva que posteriormente se utilizó para su elaboración y el que figura en la etiqueta y contraetiqueta. Hace años lo que más se tenía en cuenta a la hora de comprar un vino era la añada, había calendarios o tablas de añadas que muchos llevábamos en la cartera, e incluso nos sabíamos de memoria si tal o cual añada era excelente, buena, regular… eso ya pasó a la historia.

La calidad de una añada viene determinada, por un lado, por la climatología de ese año en la zona de ubicación del viñedo, especialmente en primavera y verano, que es cuando crece y madura la uva; y por otro lado por la ausencia de plagas o enfermedades que pueden arruinar una cosecha, aunque el clima haya sido el ideal. Paradójicamente, en las zonas límites de cultivo de la vid es donde se van a elaborar los mejores vinos, como ocurre en la provincia de Granada. Esto es debido principalmente a las oscilaciones térmicas importantes entre la noche y el día, temperaturas diurnas no excesivamente elevadas y precipitaciones débiles durante la fase de maduración de la uva hasta el momento de la recolección. En estas condiciones, las uvas van a equilibrar su constitución, aumentando los azúcares, disminuyendo la acidez, mejorando sus aromas y pigmentos, etc.

Pero también hay que tener en cuenta los cuidados a los que se somete el viñedo y los métodos de vinificación. Esto explica que dos vinos de la misma comarca y de la misma cosecha puedan ser muy diferentes. Por ello, aconsejaría al aficionado al vino que no preste excesiva importancia a la calidad media de las añadas que los Consejos Reguladores determinan año tras año y que, a veces, supone una verdadera especulación.

La calidad de un vino aumenta en la medida en que su tierra de origen está limitada en hectáreas y rendimiento por cepa y es más conocida y reconocida (salvo raras excepciones). Aquí estaríamos hablando de los vinos de finca o pago, que en la mayoría de las veces proceden únicamente de dos o tres hectáreas de viñedo sometidas a un microclima especial. Aquí es donde se van a gestar los grandes vinos. Una diferencia entre añadas viene marcada especialmente en las zonas donde el clima suele jugar malas pasadas: veranos pasados por agua, frío extremo durante determinadas fases del crecimiento, maduración, etc. Por otra parte, un vino que provenga de una zona donde predomina una continuidad climatológica, es decir, donde haya más estabilidad, presentará una añada muy similar a otra, con lo que ya no se trata de un aspecto tan importante a tener en cuenta. Lo que sí es cierto es que, en toda su vida, un viticultor no hará nunca dos vinos iguales, es imposible. Por ello, los vinos de renombre y de calidad se distinguen por la homogeneidad de sus añadas.

El rendimiento y la calidad no son siempre incompatibles. Hay años de buena calidad y producción. Ahora bien, en general, el aumento de los rendimientos conlleva una disminución de la calidad, obteniendo vinos con menor grado, color y aromas, y menos aptos para la crianza. Así, la añada determina la aptitud de un vino para el envejecimiento. Un vino elaborado con una materia prima mediocre no tiene ninguna posibilidad de convertirse en un gran vino, aunque se disponga de las mejores instalaciones.

Pero ¿quién decide la calificación de una añada? En España lo hacen los mismos Consejos Reguladores, en los que están representados los propios elaboradores. Una mala calificación sería como tirar piedras sobre su propio tejado, y la verdad es que hay muchos vinos excelentes elaborados con uvas de malas añadas o al contrario. Lo que no es lógico es que un vino tenga el mismo precio o superior año tras año sea cual fuere la calidad de la añada. En Francia, sin ir más lejos, quien califica las añadas son los especialistas del mercado (negociantes, periodistas...), y las añadas malas se pagan menos y las buenas se pagan más.

La añada tiene importancia pero mucho más importante es cómo trata una bodega sus viñedos y su cuidado en todo el proceso de elaboración.

Generalmente los blancos, rosados y una parte de los tintos se elaboran para beberse jóvenes, entre uno o dos años posteriores a su elaboración, aunque existen algunos blancos y tintos que se fermentan en madera y tienen una larga estiba en botella, que pueden alcanzar su plenitud varios años después de su añada, ya que su evolución en barrica los preservó y les propició una mayor longevidad. La valoración de la añada es principalmente válida para los vinos jóvenes ya que los dedicados a la crianza (en botella o en barrica) se desconoce cómo van a evolucionar. En cualquier caso, la mayoría de los restaurantes optan por obviar en sus cartas el tema de la añada (casi siempre por el "engorro" de tener que rehacer la carta en los cambios de añada) con lo que nos privan de una información a tener en cuenta a la hora de elegir un vino: eso nos evitaría que nos sirvieran, en ocasiones, añadas ya pasadas. O que, si somos un poquito entendidos, no podamos elegir entre una añada mediocre de un vino excelente o una añada excelente de un vino correcto. Lo lógico es exigir que se nos comunique la añada del vino elegido antes de abrirnos la botella. Por si acaso.

Una bonita manera de comprobar la diferencia entre añadas y la evolución de un vino a través del tiempo es haciendo una cata vertical de un determinado vino, es decir, catar varias añadas consecutivas (o no) de una misma marca.

Pueden consultar la clasificación de añadas de todas las denominaciones de origen en la página web del Conferencia Española de Consejos Reguladores de Vinos: www.cecrv.es/anyadas

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