Granada

Una institución con pedigrí

  • Los llanos de Armilla, los Vergeles y la Vega son las tres grandes sedes que la Real Sociedad Hípica de Granada ha tenido a lo largo de sus 146 años de actividad

Granada se ha quedado recientemente sin uno de sus clubes de referencia. La Real Sociedad Hípica de Granada ha cerrado sus puertas después de casi siglo y medio de actividad. Un tiempo en el que ha habido mejores y peores etapas pero un mismo sentimiento: el amor hacia el caballo y a la práctica de las disciplinas ecuestres. El embargo de Hacienda por unos 4 millones de euros ha dado al traste con las pretensiones de continuidad en el tiempo con el que nació esta institución que rápidamente supo hacerse un hueco entre la alta sociedad granadina desde los primeros compases de su constitución.

Fue en 1870 cuando nació como club privado compuesto por la nobleza granadina. Fueron los amantes de este deporte lo que ilusionados por lo que oían del mismo desde Madrid o París (Francia) iniciaron los trámites para fundar un Club Hípico y de Carreras de Caballos, que tuvo su primera sede en la céntrica Acera del Casino.

Según los datos que figuran en los archivos de la Real Sociedad Hípica de Granada, la afición al deporte ecuestre se inició, de forma fugaz e intermitente, en la recta final del siglo XIX. Concretamente, según relató el ya desaparecido Antonio Prieto en la edición de Granada Hoy del 10 de julio de 2006, en el año 1897 se inauguró el primer hipódromo en la capital. Los llanos de Armilla fue la localización elegida. Allí se practicaba el polo y además se iniciaron los primeros concursos hípicos y carreras de caballos en los que participaron los oficiales del ejército de la guarnición militar de la ciudad, en la que se encontraba entonces, entre otros Cuerpos el Regimiento de Caballería de Lusitania y el Cuarto Regimiento Montado de Artillería.

No obstante, resultó efímera esta práctica deportiva y de poca actividad. Carecía de seguimiento, la participación estaba supeditada a un reducido número de jinetes, grupos sociales de lo que entonces se llamaba alta sociedad. Aunque el propio rey le concedió el título de Real, esto no supuso tener relieve popular alguno.

Al paso de los años, con la llegada de la II República de una parte y, de otra, la triste y luctuosa Guerra Civil, la práctica del deporte equino estuvo totalmente ausente en la capital. Y es que se suspendieron todas las actividades, especialmente las de competición. Además de que durante ese largo espacio de tiempo se careció por completo de instalaciones donde practicar esta modalidad deportiva.

Concluida la contienda bélica española se reorganizó la Sociedad bajo el impulso de un grupo de oficiales de la guarnición militar de Granada encabezado por el entonces capitán de Caballería Pedro Segura Lacomba y los capitanes del Regimiento de Artillería número 16, José Laínez Arizcum, Pelayo Pelayo Navarro, Guillermo Ferrer de Yarza, Fernando López Negrera y Salvador Ocaña Fábregas, a los que se sumó un grupo elevado de personas de reconocida y relevante actividad en la entonces sociedad civil granadina que propiciaron la reanudación de los concursos hípicos en las instalación que aún perduraban en Armilla.

Pero estos terrenos se vendieron en el año 1954. A partir de entonces sólo se celebró un Concurso Hípico y fue en la Plaza de Toros, resultando un fracaso total por la escasa afluencia de público lo que provocó que se produjera la baja de muchos de los socios de la entidad, pese a que la cuota era de 3 pesetas mensuales. A finales de 1958 sólo quedaron 59 asociados.

Transcurrido mucho tiempo de nula actividad hípica y sin disponer de instalaciones para desarrollarlas se llegó al año 1958 en el que el entonces gobernador civil le regaló a la Sociedad unos terrenos ubicados en la zona del río Beiro, conocidos por el Pago de los Montones. Además se contó con la cesión gratuita de unos terrenos colindantes por parte de su propietario, Juan García de la Fuente, que hizo que se contara con una extensión de 11.000 metros cuadrados.

A partir de ese momento se emprendió la tarea de construir las instalaciones pertinentes para lo cual se consiguió de las autoridades civiles y militares, así como de personas a título personal, el apoyo preciso y las aportaciones necesarias para poder hacer realidad el nuevo proyecto, llegándose a la recaudación de 120.000 pesetas. Se iniciaron las obras, pero el entonces capitán de la IX Región, Álvarez Serrano, convocó al gobernador civil, José María Álfin Delgado, al presidente de la Diputación, Fernando López Negrera, y al alcalde Manuel Sola Rodríguez-Bolívar.

De esta reunión surgió el acuerdo para que las instalaciones iniciadas fueran suspendidas y se ubicaran en la zona sur de la ciudad, en la prolongación del Camino de Ronda en lo que hoy se conoce como Plaza de la Hípica. Un solar, por entonces, con una extensión de 13.410 metros cuadrados.

Al comienzo de 1961, la Sociedad ya contaba con unos terrenos propicios para construir sus instalaciones donde poder practicar sus actividades, pero no tenía medios económicos para afrontar la tarea de realizar al completo el proyecto previsto. A pesar de ello, en sus improvisadas pistas se estuvieron celebrando pruebas cada año, hasta llegar a 1967, seis años después, cuando siendo capitán general de la Región, el general Joaquín Agulla y presidente de la Real Sociedad el gobernador militar, el general Rufino Montes, lograron de la Dirección Nacional de Deportes una subvención, a fondo perdido, de la mitad del importe del proyecto.

Con ello se abordaron las obras previstas que consistieron en una pista de concursos de 85 por 45 metros, una tribuna para espectadores con palcos y gradas, cuadras para caballos, un picadero, una piscina de 33 por 25 metros, otra infantil, una pista polideportiva, una vivienda para el conserje y una instalación social, con bar, comedor, sala de juegos y servicios.

A partir de ahí se propició la inscripción de socios, y considerando que la Sociedad estuvo siempre auspiciada por personal militar, sí es cierto que ya figuraban socios civiles, por lo que se estimó en los primeros estatutos que el número de socios fuera siempre al 50%, es decir, los mismos militares que civiles, pero con la salvedad de que estos últimos abonarían una cuota de entrada para inscribirse por el importe de 500 pesetas, mientras que los militares estaban exentos de pago. La cuota mensual se fijó en 15 pesetas.

En los 80 dado que la mayoría de los militares se marcharon al club que construyeron en los Mondragones, el personal civil obtuvo mayoría de asociados, llegándose al número cercano de 800.

A finales de los 90, el Ayuntamiento de Granada firmó un convenio con la Hípica y una constructora para trasladar las instalaciones a una ubicación más apropiada. Una operación que se confirmó, no sin dificultades, en la primera década del siglo XXI. Dos años y medio después de dejar su sede histórica en el corazón de Los Vergeles, los miembros de la Hípica estrenaron en diciembre de 2008 un moderno complejo en el camino de Purchil. Para el estreno oficial hubo que esperar cuatro meses.

Ese ha sido el último reducto de los amantes del caballo y los servicios de un club con pedigrí. Tal fue el éxito con el que la Hípica desembarcó en la Vega que lo hizo con más de 1.000 socios. La crisis económica sumada a una serie de decisiones polémicas y la complejidad que suponía el depender del coche para llegar a las instalaciones ha hecho que la sangría fuera destacada en el último lustro. De superar el millar de asociados se pasó a unos 150 integrantes.

Las nuevas instalaciones contaban con un variado repertorio de servicios. Cabe resaltar la pista de saltos, homologada para la celebración de campeonatos internacionales. Además, había pistas de pádel, un gimnasio o un restaurante, entre otras dependencias. El cierre obligado tras acogerse voluntariamente a un proceso concursal pone el punto y final a un emblema granadino que alcanzó los 146 años de vida.

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