Un proyecto de investigación de la Universidad de Granada analiza los factores de riesgo de la homofobia en el ámbito rural

Junto con Manuel Morales, profesor de Psicología de la UGR, el investigador José Pablo Rodríguez ha desarrollado un programa educativo para desmontar prejuicios

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José Pablo Rodríguez.
José Pablo Rodríguez. / M. G.

"Los lazos son muy fuertes en lo rural". José Pablo Rodríguez (Granada, 1990) se ha dedicado en los últimos años a poner ciencia a la homofobia en los pueblos. Es el objetivo de su tesis doctoral, que desarrolla desde hace cuatro años en la Universidad de Granada junto con el profesor Manuel Morales. A caballo entre Córdoba y Granada, con experiencias en otras provincias, Rodríguez ha tomado el pulso a los prejuicios que todavía persisten en el ámbito rural y que se manifiestan también entre adolescentes. Su tesis cuenta también con un proyecto docente en el que se abordan comportamientos homofóbicos entre jóvenes de tercero y cuarto de ESO.

"Es un proyecto focalizado en zonas rurales", explica sobre su iniciativa, un terreno en el que todavía se dan comportamientos contra el colectivo LGTBI. En el pequeño espacio de un aula Rodríguez analiza de dónde parten esas ideas y, sobre todo, intenta dotar de herramientas al alumnado para que supere las barreras impuestas por "la tradición" o el "miedo".

"Existe mucho costumbrismo, el peso de patrones y creencias que no se someten a juicio y eso acrecienta un pensamiento que parte del desconocimiento", explica sobre el origen de determinados comportamientos que, tras el análisis realizado en su tesis, se puede determinar que se da con más preeminencia en zonas rurales en la que existe una gran distancia entre pequeños municipios.

"Los prejuicios vienen de algo inicial, de un miedo. Cuando no existe una base racional, sale la fobia, y de ahí parten los miedos disfuncionales" que dan pie a comportamientos homófobos. A este razonamiento se suma el estudio de determinados factores de riesgo, que Rodríguez ha pormenorizado en su tesis.

"Cuando uno llega a un aula lo primero que escucha en los pasillos es la palabra maricón. Cuando se les habla y se les hace reflexionar se dan cuenta de que para ellos esa palabra significa cobarde. El proyecto coge esa palabra para resignificarla", explica el investigador e impulso de la iniciativa, denominada precisamente Maricón-izat.

Rodríguez defiende que en el ámbito rural existe diversidad, "es innegable, y se han conseguido avances", pero las lagunas en la educación afectivo sexual y determinados factores, como el costumbrismo, la religiosidad, los pensamientos extremistas reacios al cambio o el apego mantienen vivos esos comportamientos que afectan al colectivo LGTBI. Otro factor de riesgo es lo estrechas que son las relaciones sociales en núcleos de población pequeños. El temos a la reacción de los seres queridos se suma al resto de condicionantes específicos que se dan en lo rural.

Existe una pátina, eso sí, de aceptación, que salta cuando se plantean determinadas cuestiones. "Cuando realizamos los test todos son muy abiertos hasta que se llega a la cuestión de si se sentiría a gusto si una persona homosexual entre en el mismo baño", explica el investigador. "Todos tenemos prejuicios".

Estas actitudes tienen sus consecuencias. Rodríguez tiene experiencia. "Sigue habiendo personas que se van del pueblo", relata. El investigador cuenta una experiencia que tuvo el pasado curso. Una alumna trans era objeto de burla por parte de sus compañeros. El mismo profesorado "no entendía cómo había cambiado de un año para otro". Esa falta de comprensión se extendió entre el alumnado. "Le estaba pasando lo que me pasó a mí de pequeño", rememora el docente, que decidió dar un paso. "Dije en clase que era homosexual", reseña. "Entre esa alumna y yo compartimos ese dolor y nos hicimos más fuertes. Desmontamos muchos prejuicios", cuenta sobre aquel momento.

"Creo que en la sociedad y sobre el profesorado les falta formación afectivo sexual", valora Rodríguez, que señala que las aulas de un centro educativo son un espacio de formación transversal en que el que también hay que prestar atención a las emociones.

Para el investigador el principal problema no parte de esa carencia, sino del hecho de que los jóvenes tienen acceso la pornografía desde edades muy tempranas. Los comportamientos que ven en sus móviles son los que finalmente son sus referentes, alega. "Creen que la vida es eso", añade el profesor.

Su proyecto educativo pretende mejoras en cuestiones como la empatía y mejorar la autoestima del alumnado. Los contenidos se articulan en relación con objetos de interés de ellos, como el fútbol o en cine. Se buscan personas referentes y recursos audiovisuales que les permitan replantearse lo que creen que conocen. "Las dudas que tienen son las que hemos tenido todos en algún momento", reflexiona Rodríguez.

En uno de los centros en los que ha trabajado planteó intervenir en un aula y en otra no. Los resultados fueron claros. En la clase en la que únicamente se pasó un cuestionario "no hubo cambios", mientras que en la otra, donde se abordó el proyecto con el alumnado, "hubo cambios radicales".

Rodríguez ha encontrado colaboración tanto entre los equipos directivos como entre las familias del alumnado. "Sería genial que el proyecto evolucionara para que fuera una comunidad de aprendizaje", lanza el investigador.

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