Granada

El irlandés aprende lo que es una 'mijitilla'

A eso de la nueve de la mañana aún hay poco ambiente en Plaza Larga. Es sábado y la plaza sirve para un mercaíllo que se viene celebrando desde tiempos ha. Harry ha llegado puntual a la cita. Viene con un impermeable azul porque el cielo está encapotado. Estamos sentados en la terraza del bar Aixa, que tiene unas estufas de torre de cristal por donde salen bocanadas de fuego. Nos sentamos al lado de una. Harry ha pedido un té y una tostada de mantequilla. Yo un descafeinado y una de tomate. A Harry le han dado la parte de arriba de la tostada y a mí la parte de abajo.

-Siempre dar a mí la parte de arriba, la que no me gusta -comenta Harry cuando el camarero desaparece tras dejar el servicio en la mesa-.

-¿Y eso?

-Porque tiene mucha masa, mucho pan. Engordar mucho.

-¿Entonces te gusta la parte de abajo?

-Sí. También de mujeres gustar parte de abajo -dice con ladina sonrisa.

No es que Harry sea un viejo verde, pero a veces lo sorprendo mirando de reojo a alguna joven albaicinera de falda corta o pantalón ajustado que pasa por nuestro lado. Dice que las mujeres de Granada son más guapas que las de su país y que algunas tienen unos ojos que son para perderse en ellos.

-A mí gustar mujer morena andaluza. Me enamoro mucho cuando veo señora con pelo negro.

-Dorothy, tu mujer… ¿cómo es?

-Ser rubia.

-Normal, Harry. Deseamos aquello que no tenemos.

-Sí. Puede ser verdad eso que dices. Muy profundo.

Le explico a Harry que Plaza Larga en el siglo XIV no era más que una simple plazoleta de reducidas dimensiones y que fue ensanchada tras la expulsión de los moriscos para albergar un matadero, un lavadero público y unas carnicerías. Le cuento también lo que recogió el cronista de Granada Luis de Mármol en el siglo XVI sobre esta plaza, donde estalló una de las primeras chispas de la rebelión morisca, cuando unos alguaciles cristianos arrestaron a la hija de un renegado para llevarla ante el cardenal Cisneros. La muchacha mora estaba acusada, al parecer, de un crimen que no había cometido. Por eso una turba de moriscos se lanzó sobre los alguaciles y mató a uno. Los moriscos sublevados, que odiaban al fanático Cisneros, sitiaron la Alcazaba Qadima, donde se encontraba el cardenal. Sin embargo la rebelión no fue a más. Fue sofocada en poco tiempo y de manera bastante diplomática gracias a la actitud conciliadora del Conde de Tendilla y las buenas palabras del tolerante y siempre bondadoso ex obispo, Fray Hernando de Talavera.

-¿Qué pasó con chica mora? -pregunta Harry.

-Creo que fue liberada para que la rebelión no fuera a más.

-Eso estar bien. Cuando hay crimen siempre acusar al más desgra… desgra…

-Desgraciado.

-Eso, desgraciado.

A eso de las diez la plaza empieza a tomar vida. Un rayo de sol escapa por entre las nubes y hace brillar las hojas de los tilos. Un poeta habría podido sacar provecho lírico de aquel paisaje urbano. El mercaíllo (hay varios tenderetes de frutas y dos de ropa) ya tiene clientes y Carmen, que vende castañuelas, se dirige hacia su escaño permanente en el mirador de San Nicolás. Uno de los tenderetes dedicado a la fruta y verdura está regentado por Trini, sobrina de la gran María la Canastera. A los doce años ya estaba Trini bailando y cuando se acabó el tablao se puso a vender por los pueblos, primero telas y después fruta. Lleva más de 20 años vendiendo en Plaza Larga y yo cuando subo le compro un kilo de calabacines pequeños.

-Estos los po usté en la sartén, l'echa una mijititilla de aceite y de sal y están buenísimos.

Si a Harry le cuesta entender el español, figúrense ustedes cuando alguien habla granadino profundo como Trini. Al despedirnos de ella Harry me pregunta que es 'mijitilla'. Le digo que eso es una unidad de medida que tenemos los granadinos y que significa algo muy pequeño. Además, le explico que algo más pequeño que la 'mijitilla' es la 'mijiititilla' y que más pequeño aún la 'mijitititilla'.

-Cuantas más 'ti' le ponemos más pequeña es la porción -le digo-.

-Lenguaje mucho raro -dice Harry.

-"Pues más raro eres tú y aquí estás", pienso yo por dentro.

A esa hora de la mañana, 'El Madruga' (el último corsario del barrio) empieza a vender las tirillas de números para su sorteo y Manolete sale del bar para fumarse un pitillo. Le explico a Harry que Manolete es un bailaor que se ha pateado todo el mundo, nunca mejor dicho, dando a conocer el arte del flamenco. Le digo a Harry que hace 20 años yo lo vi en una versión inolvidable del 'Amor Brujo' y que ahora Manolete da clases a chavales que llevan el arte dentro.

-¡Oh! Yo querer ver alguna vez un espectáculo flamenco bueno, no para turistas.

-Algún día te llevaré a uno, no te preocupes.

Después de desayunar Harry quiere dar un paseo por la plaza. Al lado del Aixa está el bar de La Porrona, cuya dueña es una simpática bailaora que hace todo tipo de paellas, hasta vegetarianas. La Porrona, le explico a Harry, ha bailado para muchas personas famosas y al astronauta Pedro Duque le preguntó un día si había echado un quiqui "allí arriba". La Porrona tuvo un gran momento mediático cuando bailó hace unos pocos años para Michelle Obama, a la que con la gracia gitana que le caracteriza la llamó 'Señora Mojama'.

-¿Señora Mojama?

-Sí, es que por lo visto se equivocó y en vez de Obama le llamó Mojama.

-¿Qué ser mojama?

-Pues la mojama es el atún en salazón. Son tiras de pescado seco que ponen en algunos bares y restaurantes. Cuando aquí alguien está falto de recursos económicos dice: 'estoy más tieso que la mojama'. O sea, sin un euro.

-Entonces Porrona decir que señora Obama estar tiesa.

-No, Harry. Es simplemente una confusión lingüística. En vez de decir Obama dijo Mojama porque son dos palabras que se parecen.

-Yo no entender. ¿La señora Obama no tener un euro o es la señora Porrona?

-No, Harry, no. Anda déjalo. Vamos a seguir.

A veces la mente de Harry se encasquilla en su afán de querer comprenderlo todo sobre nuestra cultura y no hay manera de llevarlo al puerto seguro de una explicación razonable.

Para cambiar de tema, al pasar por Casa Pasteles le pregunto al guiri si le gustan los dulces. Me dice que sí y le compro unos mantecados de almendra en la susodicha pastelería. Le explico que en ese sitio se venden dulces navideños muy exquisitos y tradicionales porque los elaboran con recetas incluso moriscas. Él sabe de nuestra costumbre de comprar estos dulces cuando está próxima la Navidad y en su cara aparece una expresión de agradecimiento cuando le doy una cajita con doce mantecados.

-Dorothy estar a dieta, pero yo no.

Antes de irnos de Plaza Larga le digo a mi amigo el irlandés que espere un poco porque voy a comprar un décimo de lotería en una pequeña administración que hay colindante a un local donde se venden periódicos. Le explico mientras vamos que una de las costumbres más enraizadas de los españoles es adquirir lotería en Navidad y que yo todos los años suelo comprar un décimo allí en Plaza Larga.

-Cuánto costar un décimo.

-Veinte euros.

-Pues si tú invitar a mantecados yo invitar a lotería.

-Eso no puede ser Harry. Dicen que la lotería que no se paga uno no toca.

-Eso ser tontería -dice Harry-.

Harry compra dos décimos que acaban en 45, el año en que él nació y me dice que la guarde yo porque él estará por la época del sorteo en Irlanda.

-Si tocar tú llamar y decírmelo a mí -comenta Harry.

-Yo lo digo que sí, aunque no estoy seguro de hacerlo si por casualidad toca el 'Gordo' en ese número. Faltaría más.

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