Los ladrillos de la lucha obrera

Arantxa Asensio / Granada

19 de julio 2010 - 01:00

Los sucesos acaecidos en Granada aquel 21 de julio de 1970 cambiaron de forma radical cuestiones que parecían inamovibles, o que por lo menos lo fueron durante más de tres décadas. En los últimos años de la dictadura de Francisco Franco, el Gobierno se afanaba por cambiar su imagen en el exterior, mientras que, de puertas adentro, germinaban los movimientos sociales y se acentuaba la necesidad de cambiar las relaciones laborales.

Para arrojar luz sobre aquel momento histórico, los antecedentes y las consecuencias, el historiador granadino Enrique Tudela ha publicado Nuestro pan. La huelga de 1970 (Editorial Comares). Aquel 21 de julio de hace 40 años, una manifestación de trabajadores del sector de la construcción por la mejora de sus condiciones laborales, en principio pacífica, se tornó en una auténtica batalla campal que finalizó con la muerte por disparos de bala de tres manifestantes, de tres albañiles, Manuel Sánchez, Antonio Huerta y Cristóbal Ibáñez. Aquel suceso supuso "un hito en la historia del movimiento obrero en Granada", según el autor, una ciudad hasta ese momento considerada como poco conflictiva por parte del régimen franquista.

Para analizar aquella jornada, Tudela ha recopilado información clave sobre la situación en la que estaba Granada en aquel momento. La provincia se encontraba en una situación de "subdesarrollo social y económico", debido en parte al fracaso de los planes industriales de desarrollo planteados por el régimen. El desarrollo de los proyectos para industrializar la provincia trajo algunas infraestructuras, como el aeropuerto o el polígono Juncaril, pero no logró crear empleo. A este fenómeno se une el trasvase de ciudadanos del campo a la ciudad, atraídos por una mejora en sus condiciones laborales. Muchos de ellos encontraron trabajo en la construcción, un sector en el que la patronal "tenía la sartén por el mango".

El marco que regulaba las relaciones entre unos y otros era, como lo es en la actualidad, el convenio colectivo. Un acuerdo en el que, sin embargo, los trabajadores debían asumir las exigencias de la patronal y veían reflejadas pocas de sus peticiones. Así, las jornadas se prolongaban durante "doce horas, seis días a la semana", explica Tudela. En aquella primavera del 70 se negociaba precisamente un cambio en el convenio, sin que la patronal diera su brazo a torcer.

Para preparar aquel convenio se sucedieron las asambleas informativas, a las que acudían cada vez más trabajadores. Entre junio y julio se desarrollaron cuatro sesiones entre patronos y trabajadores. Los primeros se muestran inflexibles y los segundos deciden ir a la huelga, "a pesar de que algunos, los de mayor experiencia política, tenían dudas".

La jornada de movilización de aquel 21 de julio se planteó de forma pacífica. Durante la mañana hubo algún escarceo con las fuerzas policiales, sin mayores consecuencias, pero horas más tarde la carga policial acabó en batalla campal cuando los albañiles, en plena desbandada, toparon con un camión cargado de bobedillas y decidieron lanzar adoquines a los agentes, que respondieron con sus armas de fuego. Decenas de heridos y tres muertos fue el balance de aquella fatídica jornada, a la que sucedió un encierro de tres días en la Catedral. Nueve jornadas duró aquella huelga, gracias a la que se consiguieron logros como "la hora del bocadillo, o el salario más alto de España para los peones", enumera Tudela. Además, aquellas muertes tuvieron una gran repercusión tanto a nivel internacional como en el territorio andaluz. "A todos los niveles aquello resonó mucho, y a nivel andaluz hubo mucha solidaridad, incluso se realizaron colectas para ayudar a las familias". También hubo situaciones dramáticas, como las listas negras. "Hubo gente que no pudo trabajar en diez años".

Cuatro décadas después, es notable la mejora de las condiciones laborales, pero también el proceso de "pérdida de capacidad de unirse y reivindicar", según el autor. Incluso, "parece que los trabajadores tienen menos herramientas" para hacerse escuchar. Pero ésa ya es otra historia.

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