Granada

Hasta lapeineta, la mujer en la copla

  • Rafael de León con sus canciones destapó comprometidas situaciones de la mujer, llevadas a la escena por la granadina Compañía La Lumbre

  • No debía de quererte… y sin embargo te quiero

Con tal que vivas tranquilo/qué importa que yo me muera (Romance de La Otra). Estar hasta la peineta es mostrar hartazgo. Expresión no muy fina pero elocuente. El curioso y bien elaborado espectáculo que la granadina Compañía La Lumbre viene presentando es una didáctica radiografía de una sociedad ya lejana, pero que aún queda en la memoria popular al haber sido transmitida durante generaciones a través de las coplas que machaconamente se oían en aquellas radios de cretona de la mitad del siglo pasado. Discos dedicados, sintonías cansinas y pegadizas que recogían el sentir de una España de travesía dura, que iba desde los años 30 a los 60; con una república, una guerra civil, una oscura posguerra y una dictadura casi eterna, durante la cual era la copla la única música en los hogares más populares. Y Rafael de León el principal letrista y toda una lista de cantantes familiares al oído: Juanita Reina, Concha Piquer, Lola Flores, Paquita Rico, Marifé de Triana, Manolo Caracol, Miguel de Molina, hasta Isabel Pantoja, Rocío Jurado...

Letras que narran verdaderas situaciones emocionales con las que se han ido confeccionando arquetipos de mujeres de distinto perfil, reflejo de una época, de una moral, de una sumisión y obediencia, de un desprecio, un desamor, unos celos, una intolerancia. Mujeres que estarían "hasta la peineta" de soportar determinados comportamientos sociales, pero… ahí seguían, aguantando, llorando a solas, con los ojos como la mora, según mostraba la Zarzamora, la del café de Levante.

Estar hasta la peineta es mostrar hartazgo, una expresión no muy fina pero elocuenteLas coplas se oían machaconamente en las radios de cretona de la mitad del siglo

El espectáculo "Hasta la peineta, la mujer en la copla" es aleccionador; entre bromas y veras resulta ser memoria histórica de situaciones desesperantes de la vida que a la mujer le tocó vivir o le hicieron tocar vivir; tal vez a nuestras madres, tal vez a nuestras abuelas o a ambas. Pasan por el escenario, encarnadas en la joven actriz Concha Medina, que hace un alarde de fuerza, de versatilidad, de profesionalidad a pesar de su juventud, la mujer víctima, inocente, anulada, la perversa matahombres, la prostituta, la otra, la seducida y abandonada, la madre soltera. Es unas veces la Amante de abril y mayo, la Madrina de amor imposible, otra es la Triniá, la que huyó con su amante, cegada por el brillo de los diamantes; la Salvaora, ¡Qué poco te conocía!; Lola Puñales, la rosa morena que a los hombres envolvía; la Niña de Puerta Oscura, a la que Manolo Centeno promete una casa de coral en medio del limonar (luego, ná); Esa, esa oscura clavellina, que va de esquina en esquina. O la Otra, la que se viste de negro sin llevar luto por nadie. La que a nada tiene derecho porque no lleva un anillo con una fecha por dentro. Y tantas cosas pasaron y ellas siguen aguantando, porque aunque eres mi vida y mi muerte, no debía de quererte….y sin embargo te quiero. Son las cosas del querer.

Compañero de escena, el actor Javier Parra, impecable narrador con el perfil multiuso de comentarista, cantante y animador; haciendo teatro dentro del teatro, acompaña a Concha, nos cuenta y nos invita a participar en "su" teatro con la habilidad de un malabarista de la escena. Escogido el vestuario; impecable la música de un pianista con talento natural, Pablo Sánchez de Medina, que con especial sensibilidad comparte y compacta notas con la dulce chelista María Pardo. Cuatro artistas sobre el escenario y cuatro millones de aplausos para esta interesante lección de historia que va mucho más allá de la mera audición de retazos de copla, aderezada de humor, con bata de cola y olé, pero bajo la cual subyace un hondo mensaje de aquella España injusta que debió poner a nuestras madres y abuelas en situación de estar "hasta la peineta". Olé por ellas, porque a pesar de que estaban hasta la peineta tuvieron el valor y la gracia de darnos la teta.

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