Ocho maneras de ser artista
Un convenio entre asociaciones y la UGR permite a ocho personas con discapacidad intelectual asistir a clase en la Facultad de Bellas Artes gracias a 'El espacio del caracol'
"Mi hija es muy cariñosa, responsable... un primor. Es perfecta". Josefa Alguacil no puede ocultar el amor que siente por su hija María José. Está a las puertas de la Facultad de Bellas Artes, donde su hija asiste a clase de pintura. "Cuando me dijeron que le gustaba pintar pregunté ¿pero es que mi hija pinta?". María José hizo sus primeros pinitos artísticos en un aula especial de su pueblo, Padul. "Mi hija fue de las primeras" en asistir a esa aula. Antes la familia iba y venía a Granada a las clases de estimulación precoz, a las que María José comenzó a asistir cuando era un bebé. Ahora supera la treintena y gracias al proyecto El espacio del caracol -pionero en España- María José asiste a clase en la Universidad. "Está muy orgullosa", reconoce la madre. Josefa no puede disimular que también lo está.
Mientras, en la clase de dibujo, María José atiende a las indicaciones de su profesor, Miguel Ángel Moleón. Éste relata la experiencia de trabajar con una alumna con síndrome de Down. "Tiene una lógica alternativa", explica sobre su forma de trabajar sobre el lienzo. "Tienen mucho que aportar y sobre todo destacan por su capacidad de entusiasmarse. Todo se lo toman de forma muy auténtica". María José perfila con el pincel el contorno de una mesa, una mesa dispuesta de tal manera que da profundidad a su cuadro, que representa un busto de perfil sobre la mesa. Su propia personalidad. "Cualquier artista, el más reconocido, sufre cada día con su obra, pero lo interesante son las soluciones", explica Moleón, que tiene la tarea de encauzar la creatividad de sus alumnos con discapacidad intelectual hacia unos cauces que permitan mantener su autenticidad y su frescura.
¿Y qué es lo que más le gusta a María José de su clase? "Me encanta, aquí hay mucha gente". Siente predilección por los colores fuertes, y asegura que hace caso de las indicaciones de su profesor.
Justo a su lado, Francisco enseña su primera obra, una versión de las Meninas de Velázquez. Todas las figuras están dispuestas de forma vertical, unas sobre otras. El perro en primer término, sobre él una infanta, sobre la infanta una de las camareras, y así hasta llegar al retrato de los reyes. La obra en la que trabaja ahora sí tiene paredes, una mesa que indica que la pintura de Francisco ya admite la perspectiva. Javier explica que "voy a ser pintor", y señala, brocha en mano y con orgullo, las patas de la mesa que ha pintado.
José Vidal es uno de sus compañeros de clase. "A veces te hacen alguna pregunta, les aconsejas, pero la verdad es que trabajar con ellos es como hacerlo con cualquier compañero". Asegura que la experiencia de compartir aula y pincel con dos de los ocho alumnos con discapacidad que este año han formado parte del proyecto El espacio del caracol. La interacción con estos alumnos, afirma, le resulta especialmente fructífera, por cuanto que Vidal quiere encaminar su trayectoria profesional hacia la arteterapia.
Clase de dibujo. José Manuel Cacho muestra sonriente su libreta. Los sencillos trazos del inicio del curso -que comenzó el pasado 11 de marzo, aunque el proyecto ha necesitado para madurar cuatro largos años- contrastan con el detalle con el que ha reflejado uno de sus últimos dibujos, en los que ha trabajado con un modelo. "Mi hermano también hace cuadros", afirma. Una familia de artistas que, según confía José María, pronto podrá exponer su obra.
Su profesora de dibujo, Sara Blancas, señala que sus dibujos ahora tienen "más información, son más ricos" que cuando comenzó. Para José María dibujar es una "experiencia". Afirma que nunca había pintado pero que el año que viene quiere repetir en la Facultad. "Todo el día en el taller (de la Asociación San José) quieras o no te aburres". Lógica aplastante. Sobre sus gustos pictóricos, José María apunta alto. "Me encantan las Meninas".
A su vera, Ana Corazón perfila su dibujo. "Es como uno de nosotros, no necesita ninguna ayuda". Señala que "tiene la misma percepción que todo el mundo" y que lo único que quizá requiera sea "de más tiempo", necesidad que suple con "un montón de ganas".
Al fondo del aula de Dibujo, María Gámez explica que pinta desde los 4 años. Ahora tiene 25 y se confiesa una aficionada al manga. Su aspiración artística es llevar "un estilo realista a un nuevo nivel y ver hasta dónde puedo llegar". Sus dibujos son las ventanas con las que se comunica con el mundo, y también son su refugio. "Cuando estoy cabreada me ayuda".
Juan Carlos es compañero. Destaca del trabajo de María su "calidad, es bastante buena". "Tiene talento".
Mónica Ruiz, usuaria de Aspace, se afana en el tramo final del curso de dibujo, aunque a lo que aspira es a "tener un jefe, un trabajo, creo que me lo merezco". Sabe que "lo tenemos muy difícil". Sobre su papel en la Facultad, Mónica tiene muy claro que la experiencia sirve para que "vean que somos también personas y tenemos sentimientos".
Su profesor de Dibujo, Carlos Villalobos, destaca que la experiencia de trabajar con Mónica ha sido "satisfactoria para ella, para mí y para el grupo". Destaca que a lo largo de las clases "se han limado los estereotipos" y que Mónica, como cualquier artista, "trabaja con sus características y particularidades".
Guillermo Cuenca crece como pintor en el aula. Le cuesta levantar los ojos de la pintura. Es extremadamente metódico y aprender a aceptar la frustración de que algo no le salga ha sido uno de los principales avances que ha logrado a lo largo de este cuatrimestre. Saray Muñoz, terapeuta ocupacional, le acompaña desde la Residencia Purísima Concepción a clase, y de vuelta. Esta asociación ha contactado con otro proyecto de artistas con discapacidad, en Barcelona, denominado Artistas diversos, a través del que quizá sea posible subastar los cuadros de Guille. Saray comenta su evolución. "Asume la frustración y asume que le corrijan". Además, ahora verbaliza lo que le gusta. Guille es extremadamente perfeccionista, y para él pintar era calcar, copiar fielmente el original. Ahora reinterpreta El Grito de Edvard Munch, con sus propios colores y con elementos "de otros cuadros", explica el propio Guille. Antes copiaba, ahora es capaz de interpretar.
También ha aprendido a hacer las mezclas de colores en la paleta -antes las hacía en el propio lienzo- y a introducir matices en las figuras. Y, sobre todo, ha mejorado en cuanto a las habilidades sociales, en relacionarse con personas sin discapacidad, explica la terapeuta, una de las personas de apoyo que trabaja en el proyecto. Su papel es facilitar las relaciones con el resto de alumnos y adaptar los contenidos de las asignaturas.
Estos alumnos han conseguido traspasar las puertas de la Facultad de Bellas Artes gracias al proyecto El espacio del caracol. "No vemos la discapacidad, sino lo que son capaces de hacer", señala Juan García Villar, profesor de Pintura y doctor en Bellas Artes. El objetivo es "dar un cauce a esta gente que no puede entrar en la Universidad, pero sí tienen mucho que aportar", añade el decano de la Facultad, Víctor Medina. Para conseguir esa meta, la Universidad y El espacio del caracol articularon un convenio al que están adheridas las asociaciones de las que son usuarios los alumnos -Aprosmo, Aspace, Docete Omnes, La Boronda, Fundación Purísima Concepción, Asociación San José y Granadown- que da cobertura administrativa a los chicos. El hecho de que sea la Universidad la que ha firmado el convenio -pionero a nivel nacional- abre, además, las puertas de otras facultades y centros a estos alumnos en los próximos cursos.
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