Los maños, un primer y último paso en cada feria

Los vinos de Zaragoza, además de lo primero que se encuentran los visitantes, son una tradición para abrir boca y despedirse

María de la Cruz Rodríguez sirve un vino maño en el puesto de El Abuelo, el primero a la izquierda de la portada.
María de la Cruz Rodríguez sirve un vino maño en el puesto de El Abuelo, el primero a la izquierda de la portada.
B. R. Granada

02 de junio 2013 - 01:00

Jesús Herce lleva prácticamente 60 años vendiendo chatos de feria en feria. Los mismos que tiene él, hijo de padres feriantes y nieto de abuelos feriantes que se ganaban la vida cuando el vasito de estos caldos se vendía a menos de una peseta. "Yo recuerdo que los he vendido a tres pesetas y mi padre a una", explica Herce, que tienen el puesto que los visitantes encuentran a su izquierda nada más cruzar el ferial: El Abuelo.

Hace más de 30 años que a su empresa familiar se sumó María de la Cruz Rodríguez, su esposa. El simpático matrimonio no falta a la feria de Granada desde que se inauguró el Ferial de Almanjáyar. "Todo empezó porque con la época de carencia de la postguerra, cuando mucha gente se dedicaba al estraperlo, ellos comenzaron a vender vino en las ferias", comenta Rodríguez mientras sirve vasitos a los visitantes que van llegando. "A nosotros nos va bien porque como el vino cuesta sólo un euro la gente no se lo piensa. Además, estamos en muy buen sitio", cuenta la amable dependienta. "En otras ferias no estamos en la entrada. Además, en las andaluzas el ambiente es mucho más alegre que en las del Norte de España. Allí a partir de las dos o dos y media de la mañana ya no hay nada y aquí la gente vive mucho la noche".

Y cuál es ese vino que tanto éxito tiene entre los feriantes: un caldo de Cariñena, de la provincia de Zaragoza, que tiene denominación de origen. "Nosotros somos de La Rioja, pero lo compramos allí. Cada uno lo compra en un sitio", explica María de la Cruz Rodríguez.

"Hombre, cada uno tiene un productor diferente. Yo no voy a decir que doy el mejor, pero la gente sólo tiene que probarlo. Claro, cuando entran a la feria, porque cuando salen ya con el morro caliente ni se saborea nada. Ya sólamente se echa el último como despedida", explica su esposo.

Y, ¿cuántos litros de vino pueden vender en una feria como la de Granada? "Uy, ni idea, nunca he contado ni los litros ni los vasos", comenta la vendedora antes de seguir sirviendo vasitos de vino de Cariñena a la vez que limpia compulsivamente el reluciente mostrador.

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