Los mendigos de Granada

La práctica de la mendicidad es tan antigua como la historia del hombre; incluso llegó a institucionalizarse en órdenes religiosas.

José Luis Delgado

28 de mayo 2012 - 12:50

En 1946, una redada en Granada retiró de la circulación a 311 mendigos. Si hubiera "trabajo pa tós" y buenos Servicios Sociales se acabaría lo de "Dale limosna, mujer…".

Abundan y se multiplican desgraciadamente. Favorece la crisis pero la práctica de la mendicidad es casi tan antigua como la historia del hombre; incluso llegó a institucionalizarse en ciertas comunidades religiosas desde el siglo XIII; eran las llamadas Órdenes Mendicantes porque, al tener sus hermanos voto de pobreza, habían de vivir de la mendicidad: franciscanos, dominicos, etc.

Pasado el tiempo sigue existiendo, y cada vez más, esta costumbre de pedir limosna en la vía pública y en las puertas de las iglesias, lugares especiales que mueven a la caridad. Aunque el propio Nietzsche hizo lapidaria esta frase: "si solo se dieran limosnas por caridad, todos los mendigos hubieran muerto de hambre."

Pero resulta que ni todos los pedigüeños son pobres ni todos los pobres piden limosna. Pero eso no quita que el tema de la mendicidad sea susceptible de herir sensibilidades. Hay quien dice que la limosna callejera fomenta la mendicidad; hay quien piensa que ayudar al necesitado tranquiliza la conciencia aunque sólo resuelve momentáneamente el problema.

En 1903 apareció en España una llamada ley sobre la mendicidad y vagancia de los menores de dieciséis años, por la que se condenaba a padres, tutores o guardadores de niños a los que se les sorprendiera pidiendo limosna en la vía pública.

En Granada la persecución de la mendicidad continuó todo el siglo XX. Entre los meses de junio y julio de 1946, una redada que duró 19 días retiró de la circulación a 311 mendigos. Aquellos años tristísimos de la posguerra obligaban a más de uno a vivir de la caridad pública.

Pero lo más triste es que en el Asilo Nocturno se recogieron a 40 niños sin que los padres vinieran a reclamarlos. Algunos de estos 'padres' ni siquiera sabían cómo se llamaban sus 'hijos'. Hay que recordar que estaba vigente la despreciable Ley de Vagos y Maleantes que aprobó la República en 1933 y que luego Franco se encargó de mantener y aumentar.

Citan las hemerotecas nombres y apellidos de pobres profesionales que eran retirados una y otra vez. Tal era el caso de aquella anciana de 80 años de familia digna pero que acostumbraba a mendigar por el mercado recogiendo a diario más de 50 pesetas. O el caso de la popular Ramona Lázaro, vecina de Guadix, que se unió a un anciano ciego para explotarle. O el conocido pobre murciano Faustino Vergara, mil veces retirado por los municipales, que venía especialmente de su tierra a pedir a Granada, incautándosele a veces cantidades superiores a las cien pesetas del año 1946.

Los casos más frecuentes, apostados en las puertas de las iglesias, eran las asociaciones de mujeres con bebés en los brazos o parejas con un ciego o un tullido; algunos de los cuales acaban recobrando la vista o andando divinamente cuando finalizaban su "jornada laboral".

Una nueva y controvertida Ordenanza de medidas para fomentar y garantizar la convivencia ciudadana en el espacio público de Granada entró en vigor el 10 de noviembre de 2009 y de nuevo se plantea, entre otras muchas prohibiciones, el tema de la mendicidad en sus artículos 49 y 50 donde se lee: se tiende a proteger a las personas que están en Granada frente a conductas que adoptan formas de mendicidad insistente, intrusiva o agresiva, así como organizada, sea ésta directa o encubierta bajo prestación de pequeños servicios no solicitados, o cualquier otra fórmula equivalente, así como frente a cualquier otra forma de mendicidad que, directa o indirectamente, utilice a menores como reclamo…

Tal vez la solución sería que hubiera "trabajo pa tós" y funcionaran bien los Servicios Sociales. Pasaría a la historia la popular leyenda granadina del poeta Icaza "Dale limosna mujer…". Aunque me parece que, como otras antiquísimas prácticas más agradables, la mendicidad no tiene enmienda.

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