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Hay un refrán granadino que dice que Todo es posible en Granada algo que, sin duda, la Plaza del Carmen ha demostrado con creces durante los últimos años. Basta con echar un ojo a las huellas más recientes del sillón de Alcaldía para corroborar que ese popular dicho es más que cierto y que, además, aquella frase de la historia se repite también es verídica en una ciudad que acumula dos polémicos mandatos con igual resultado: Granada copando los titulares a nivel nacional por líos políticos que acaban aupando a la misma persona a colgarse el collar de alcalde. Hoy, 7 de julio, se cumple un año de aquel pleno de investidura extraordinario con el que se puso fin al mes en el que la Alcaldía de Granada se convirtió en un vodevil nacional por culpa, en gran parte, de quienes hoy ni siquiera están en los dos partidos que pactaron un bipartito que, como si de la famosa obra de Gabriel García Márquez se tratase, nació siendo la Crónica de una muerte anunciada.
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Pero, ¿cómo se gestó realmente toda aquella polémica que dinamitó el bipartito entre Cs y PP y elevó de nuevo al PSOE de Paco Cuenca al poder? Pues a través de un convulso mes -o quizá mes y medio, más bien- que, más allá de la imagen que proyectó la capital granadina, demostró cómo las direcciones nacionales movieron unos hilos que quizá de haber sido manejados desde primera hora a nivel local por los partidos, no hubieran terminado por escenificar aquel vodevil que ahora ya es historia… Pero en sentido literal: historia de la política de Granada.

Jesús Jiménez / Photographerssports
Cuando aquel 15 de junio de 2019 Luis Salvador se colgó el collar de alcalde de Granada, todas las miradas fueron a aquella salida por la puerta de atrás del consistorio del entonces líder del PP, Sebastián Pérez. Él había acatado lo que su partido, Génova, le había impuesto -de sobra es sabido aquellos pactos nacionales entre PP y Cs que condicionaron alcaldías o diputaciones- a pesar de que incluso algunos de sus compañeros habían mostrado su total desacuerdo. Cabe recordar aquí un encuentro en el Hotel Meliá, horas antes del pleno de investidura, en el que, entre otros, la concejal Eva Martín enfrentó la decisión al mostrar su absoluto rechazo a hacer alcalde a Salvador y fue el propio Pérez quien ordenó que había que cumplir la disciplina de partido. Si bien, él ahí tenía en su manga el as del famoso 2+2 que él mismo negoció.
Aquel acuerdo verbal, que dijo haber sellado con un apretón de manos con el propio Salvador, se escapaba a lo pactado entre Teodoro García Egea, entonces negociador por el PP, y Fran Hervías, su homólogo por Cs, pero ahí estaba. Sin embargo, las desavenencias internas en el matrimonio PP-Sebastián Pérez, terminaron por estallar el 26 de mayo del pasado año, tras meses de fractura entre el que fue presidente provincial y su partido. Era la fecha en la que se cumplían dos años de las elecciones y, por tanto, momento de dar validez al 2+2 aunque no fuera respaldado por el PP, partido que al principio rechazó ese movimiento y del que Pérez decidió darse de baja ante las circunstancias.
Su ultimátum era claro: o Salvador dejaba de ser alcalde o estaría incluso dispuesto a dar la Alcaldía al PSOE de Paco Cuenca, pero, además, ponía el condicionante de que tenía que ser el edil popular Paco Fuentes quien cogiese la vara de mando. El plazo para acatar la decisión era de seis semanas, así que el balón estaba ahora en el tejado del PP.

Antonio L. Juárez / Photographerssports
La mecha estaba encendida. Salvador se aferraba al cargo de alcalde valiéndose del famoso Pacto Antitransfuguismo, mientras que el PP, que reclamaba a Pérez el acta de concejal, iniciaba una ronda de contactos para asumir el gobierno municipal. Aquel órdago de su ya exmilitante a Cs era una buena oportunidad de hacerse con el poder, eso sí, con Luis González como líder y no Fuentes, como quería Sebastián Pérez. Así se concertó una cita con la formación naranja en la que el entonces concejal de Cs, Manuel Olivares, iba a ser el negociador con el PP. O eso creían los populares, pues allí apareció por sorpresa Luis Salvador con el concejal José Antonio Huertas, ante el asombro de propios y ajenos.
Esa circunstancia ya evidenciaba una ruptura interna en el seno de Cs que solo tres días después se constataba públicamente. Olivares daba una rueda de prensa como portavoz naranja en el Ayuntamiento en la que aseguraba que serían Madrid y Sevilla -las direcciones nacional y regional- de la formación quienes trataran este asunto, a lo que minutos después respondía el propio Luis Salvador con un descrédito como voz autorizada: “Soy el único portavoz autorizado”.
La ruptura del equipo de gobierno era cada vez mayor, el PP comenzó a valorar la posibilidad de dejar el gobierno si el alcalde no cedía y se apartaba, e incluso separó su agenda de la de Salvador y se lanzó la consigna de que se prohibían las fotos en actos con el regidor -así se vio durante la misa de aquel Corpus que tuvo lugar en la Catedral el día 3 de junio-, mientras que el PSOE asistía de espectador y, con cautela, defendía que el bipartito debía dar un paso al lado para dejar gobernar a la lista más votada, es decir, la socialista.
La ciudad se había sumido en una situación complicada que incluso afectaba a la economía, tal y como denunciaron los empresarios granadinos, nada más empezar junio, que trataron de presionar para que se resolviese esa crisis municipal porque ya perjudicaba al desarrollo económico de la ciudad.

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Con reuniones internas en las que ambas direcciones, PP y Cs, cada una por su lado orquestaban sus estrategias se llegó al famoso 8 de junio, una jornada en la que el gobierno municipal terminó por inmolarse. El PP anunció que rompía el bipartito, a esa decisión se unían los todavía ediles de Cs Manuel Olivares y Lucía Garrido -ambos se dieron de baja de la formación naranja horas después, al igual que parte de la militancia granadina- mientras que Luis Salvador seguía aferrado al cargo, acompañado del concejal José Antonio Huertas. El regidor gobernaría solo con un edil y los técnicos municipales.
La situación era absolutamente crítica y, volviendo a tirar del refranero, si a grandes males, grandes remedios, Salvador tuvo a bien comenzar a hacer guiños al PSOE para formar un gobierno junto a ellos. Si bien, la formación socialista, al igual que el resto de grupos de la oposición, pedían la dimisión de un Luis Salvador con el que, según palabras del portavoz del PSOE, Jacobo Calvo, "no vamos ni al tranco de la puerta"... Al menos durante unos días.

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La moción de censura empezaba a planear como opción y real. Pese a que la realidad es que no había acuerdo entre los 25 concejales de la oposición en torno a un candidato, lo cierto es que el PSOE contaba con una gran baza: Sebastián Pérez. Aunque Salvador se aferraba al Pacto Antitransfuguismo, lo cierto es que existía un vacío que haría que Sebastián Pérez sí que pudiera apoyar a Paco Cuenca, pues él no formaba parte del grupo político del alcalde: Cs. Es decir, que en este punto, incluso el PP podría apoyar dicha moción, aunque hubieran compartido gobierno, pero no Manuel Olivares y Lucía Garrido, que ya eran no adscritos. Eso sí, ahí entraban en juego los famosos pactos nacionales entre PP y Cs, por lo que esa posibilidad quedaba anulada.
Salvador estaba cada vez más acorralado, por lo que comenzó a recular. Tras semanas aferrado al poder, el 14 de junio, justo en mitad del plazo de seis semanas dado por Sebastián Pérez, confesó públicamente que no gobernaría solo y que habría equipo de gobierno "en unas semanas". Eso sí, esta postura llegó infundada por las declaraciones del entonces líder andaluz de Cs, Juan Marín, que avanzó que Salvador tenía "la obligación" de intentar formar un nuevo gobierno y que no querían a Cuenca como alcalde por su imputación en el caso de los cursos de formación, durante su etapa de delegado de la Junta. Las miradas vuelven entonces a un PP que sigue en sus trece de gobernar.

G. H.
Con más de una semana de desgobierno municipal y el PP enrocado en su postura de no ceder ante Salvador, el PSOE tenía que coger el testigo y mover ficha. Y así lo hizo. Paco Cuenca, acompañado de los concejales socialistas, anunció que el alcalde tenía 72 horas para dimitir o llevarían a cabo una moción de censura, cuyo documento llevó impreso a la rueda de prensa. El apoyo de UP y el voto anunciado de Sebastián Pérez serían suficientes para que saliese adelante y era factible que ocurriese.
Ante ello, la dupla Salvador-Huertas seguía con sus negociaciones, tocando a la puerta de partidos como UP que no dudó en anunciar lo que serían los cuatro escenarios que manejaba Luis Salvador: el de la rectificación del PP y su vuelta al gobierno junto con los ediles no adscritos; el de negociar con los populares pero ya en otros términos; una negociación con el PSOE; o que UP entrase en gobierno para asegurar el funcionamiento de la Junta de Gobierno Local y participar en la negociación y salvación de Granada.
Los días pasaban, Luis Salvador, pese a no renunciar, sí que dejaba ya abierta la puerta a dejar de ser alcalde y entonces dio un ultimátum al PP: una semana de plazo desde el 23 de junio para recapacitar. Todo ello después de disparar contra el exmiembro de Cs y negociador del pacto en 2019, pero ahora militante del PP, Fran Hervías, como principal culpable de todo.

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La cita del 25 de junio estaba señalada con rojo en el calendario. Ese viernes se celebraba el pleno municipal del mes de junio, el primero sin equipo de gobierno. Y si dicen que lo bueno, si breve, dos veces bueno ese pleno debió llevarse el premio al mejor, pues PSOE, PP y los concejales no adscritos abandonaron la sesión a la mitad, obligando a que esta se suspendiera. Eso sí, aquella espantada dejó una clave que más adelante tendría mucho que ver en el resultado final: la enigmática cita de las seis de la tarde de Salvador, al despedirse de Jacobo Calvo cuando este abandonaba el salón, que se coló por los micros y por la retransmisión televisiva. Esa reunión era una quedada con un alto cargo del PSOE para negociar un posible acuerdo, algo que finalmente Salvador terminaría negociando directamente con el líder del PSOE-A, Juan Espadas, y el vicepresidente primero del Congreso de los Diputados, el socialista Alfonso Rodríguez Gómez de Celis, con quien Salvador guardaba amistad de su etapa socialista.
El PSOE había quitado las líneas rojas con la condición de que Salvador dimitiera, Cs reclamaba al PP de Génova que fuera fiel al pacto de gobierno de 2019 y en cambio el PP granadino abría la puerta a apoyar un gobierno del PSOE pero sin que estuviese liderado por Paco Cuenca. Otro rizo más a una historia en la que la Alcaldía de Salvador tenía los días contados.

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El día que tanto reclamaban los partidos de la oposición había llegado. Luis Salvador anunció públicamente que renunciaba a seguir como alcalde de la ciudad y hacía saltar la liebre: aseguraba que votaría a la lista más votada en el pleno de investidura. Sin embargo, esto chocaba con lo que mantenían desde Cs en Madrid y Sevilla, que aseguraban que la formación naranja -sus dos únicos ediles que quedaban, en este caso- no apoyaría un gobierno liderado por Paco Cuenca, siendo esta la posibilidad para un PP confiado en que la situación haría que Cs cumpliera el 2+2.
La firma de dimisión se efectuó al día siguiente y ya todas las miradas quedaban puestas en el 7 de julio, a las once de la mañana, cuando se celebraría aquel pleno extraordinario de investidura del que, de no haber acuerdo, el gobierno acabaría siendo para el PSOE por ser la lista más votada.

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La mañana del 7 de julio nadie sabía qué iba a pasar en el Patio del ayuntamiento. Engalanado para la ocasión, el PSOE era el que tenía más posibilidades de salir como vencedor, pero el PP no se daba aún por vencido. La postura de Cs de no favorecer una Alcaldía para Cuenca por su imputación llevaron al PP a ceder ante Sebastián Pérez y presentar a Paco Fuentes, en vez de a Luis González, como candidato. Sin embargo, los pactos de Salvador con el PSOE pusieron en evidencia el liderazgo nacional de un Cs que, después de que Cuenca saliese de allí con el collar de alcalde en tras haber recibido el apoyo de Salvador y Huertas, optó por echarlos a ambos del partido.
Fin a un convulso mes y medio que dejó Granada otra vez con un gobierno socialista, con la participación, eso sí, de Huertas y Salvador dentro del mismo. Un año ya de aquella etapa que ya reza en los anales de la historia granadina.
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