El móvil en clase

Poner puertas al campo

  • La comunidad educativa se divide entre quienes defienden la prohibición y los que abogan por inculcar el uso pedagógico

  • Su utilización queda actualmente al arbitrio de los centros educativos

"Esta mañana hemos recogido tres". Se trata del balance, a media jornada, de teléfonos móviles incautados en un instituto público de la capital un día cualquiera. En concreto, el IES Generalife. Su director, Joaquín Palacios, ofrece el dato. Los alumnos saben que está prohibido llevar los terminales a clase. Las familias lo saben. Sin embargo la realidad es que los chavales llevan los móviles a clase. El Gobierno central ya ha mostrado su interés en abrir el debate -que se extiende a lo largo y ancho del planeta- y trabajar en prohibir el uso de los teléfonos móviles en los centros educativos, a rebufo del veto adoptado en Francia. El anuncio, realizado hace unos días por la ministra de Educación, Isabel Celaá, ha vuelto a poner sobre la mesa la difícil convivencia entre las nuevas tecnologías y la rutina académica. El teléfono móvil ha sustituido en los últimos años a aparatos de uso tan común -y necesario- como el reloj, la cámara de fotos, la grabadora, los manuales de consulta y diccionarios, las agendas y miles de fuentes de información. Sin embargo, todo ese campo de aplicaciones que ayudan a gestionar cualquier rutina -y que incluso crean dependencia- está restringido en cuanto se traspasa la verja del instituto.

En el IES Generalife se les indica que no pueden llevar móviles al centro. Se les dice a los alumnos y también se comenta a las familias en las charlas informativas que ofrecen en los colegios donde estudian sus futuros alumnos. Se previene sobre su uso. El motivo es, según el director, el papel fundamental que tienen en casos de acoso, sobre todo entre estudiantes o grabaciones, que pueden tener como víctimas incluso a docentes. "No queremos", zanja Palacios, que calcula que prácticamente la totalidad del alumnado de Bachillerato dispone de móvil, mientras que en Secundaria el porcentaje crece conforme se avanza en la etapa. En primero y segundo de ESO hay menos, mientras que en tercero y cuarto prácticamente todos los estudiantes tienen uno. La prohibición no es total. Existen actividades programadas dentro del centro en las que se usan los móviles "siempre bajo supervisión". En el Soto de Rojas, por su parte, está "absolutamente vetado incluso la exhibición del terminal", indica su director, Pablo Serrano.

Se relaciona el uso de móviles con casos de acoso entre alumnos o incluso a docentes

Cada centro educativo tiene autonomía para fijar el uso de móviles. Aunque lo habitual es que estén prohibidos - "La permisividad total implica saber usarlo", indica el delegado territorial de Educación, Germán González, que señala que "la cuestión es ordenarlo para evitar que sea fuente de conflicto"- hay cierta autonomía para decidir que tipo de restricción se aplica. Según Pablo Serrano, esta discrecionalidad "lo más adecuado", ya que permite ajustar la normativa a la realidad de cada centro.

Cuando su uso no está autorizado, si se sorprende al alumno con el móvil en la mano lo habitual es que éste quede requisado. En el caso del IES Generalife el teléfono se lleva a jefatura de estudios y allí se queda hasta que alguno de los progenitores del menor lo recoge. En este momento hay padres que incluso disculpan la falta del alumno. "Nos dicen que lo necesitan por si les tienen que llamar", reconoce el director del Generalife. No siempre es así. Pablo Serrano, director del Soto de Rojas, asegura que "el cien por cien de los padres" que son citados para recoger el terminal "está de acuerdo en que se retire el móvil".

Serrano, sin embargo, reconoce que limitar el uso de los terminales es como "poner puertas al campo". Es consciente de que los alumnos de apenas 12 años ya tienen cuenta en redes sociales, aunque la edad mínima es de 14 años. "Intentamos mantenerlo a raya y no nos va mal", asegura. Eso sí, reconoce que hay alumnos que llevan el móvil e incluso "sabemos que hacen fotos" porque luego los propios estudiantes las cuelgan en las redes sociales. Los docentes también son testigos de la dificultad que estos menores tienen para gestionar su presencia digital. Los lunes se han convertido en las jornadas en las que es necesario aquietar las aguas después de que a lo largo del fin de semana las redes sociales o los comentarios a través de aplicaciones de mensajería hayan propiciado que se gesten conflictos entre los estudiantes.

La gestión del uso de los móviles traspasa el límite físico del centro educativo. Estos aparatos son capaces de permear en día a día de los estudiantes tanto dentro como fuera. En el Soto de Rojas incluso desaconsejan la creación de grupos de Whatsapp de alumnos y también de padres -tan habituales en los centros de Infantil y Primaria-, aunque el director de este instituto reconoce que existen grupos de estudiantes que comparten amistad. Uno de los problemas relacionados con estos grupos es el hecho de que los alumnos se despreocupan de la gestión de las actividades, prescinden de la agenda, pierden responsabilidades, e incluso se facilita que se copien los apuntes entre ellos. Para evitar esas prácticas se les advierte a los padres de que, mientras estén haciendo los deberes, los chavales deben prescindir del móvil.

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