La mujer fuerte delúltimo islam

Ni las intrigas ni las traiciones de su esposo, Muley Hacen, amilanaron a la madre de Boadbil, el rey moro de Granada. Camino del exilio censuró a los que lloraban como mujeres lo que no defendieron como hombres

03 de mayo 2009 - 01:00

En el panorama del islam granadino, la sultana Fátima, errónea y tradicionalmente conocida por Aixa, esposa de Muley Hacen y madre del último rey nazarita Abu Abdala, más conocido por Boabdil, representó un papel de primer orden, desplegando decisiva influencia en los acontecimientos del postrer período árabe. Su figura destaca en altorrelieve en aquella corte de luchas, intrigas y discordias, de celos y de amores.

En el casamiento de Aixa, hija de Mohamed X El Cojo, con Muley hubo componendas familiares y confabulaciones de tipo político. Los novios eran primos, según consta en el privilegio rodado que se expidió, por los Reyes Católicos, el 30 de diciembre de 1492. El primer periodo de su reinado fue floreciente. El musulmán "cronista anónimo" enumera la prosperidad que lograron: incremento de riqueza, abundantes víveres, seguridad pública, "acuñación de moneda de buena ley", el bienestar general reinó durante este tiempo.

A Aixa (Fátima), los cronistas la describen como a una mujer dura, rencorosa, intrigante y fea. Sin duda, los cronistas se aliaron condescendientes ante el poder y los excesos de Muley. Oigámosles: "…parece que tuvo virilismo hipofisario, con o sin discreta acromegalia. De ahí sus caracteres contrasexuales, de tipo ligeramente masculino: hirsutismo, hipertricosis, bozo, en el labio superior, pelos en las mejillas, voz viril por espesamiento de las cuerdas vocales, facciones duras, gran desarrollo muscular y esquelético y atenuación de instinto genital. Por algo sus contemporáneos la llamaron La Horra, la honesta, o, en traducción más adecuada: la fría o indiferente sexual". Al terminar de leer esta descripción nos sentimos anonadas y nos confirmamos en la fuerza que Aixa, tuvo que desplegar para hacerse, no ya respetar, sino temer. Aquí encontramos el modelo de perfidia que arrastra la figura de esta mujer, perseguida, no ya por su inteligencia, sino por demostrarla, en aquel mundo de sumisión. Sus sorprendentes visiones políticas debían molestar en aquel mundo de hombres, en donde la opinión de una mujer, aunque fuese sultana, era un insulto intolerable, social y religiosamente. El panorama íntimo y social, se volvió más duro, cuando fue repudiada por la lujuria caprichosa de su esposo Muley. El poder de su inteligencia se alió a la intriga en la defensa del derecho de su hijo, llamado a ocupar el solio nazarita, ante los nuevos vástagos de su ex esposo Muley. Aixa y Muley tuvieron tres hijos y una niña. El nacimiento del primer hijo constituyó un gran acontecimiento, pronto ensombrecido por la ciega creencia en el horóscopo, que vaticinaba: "Está escrito en los cielos que este príncipe ocupará el trono de Granada, pero bajo su reinado se consumará la perdición del reino". Este tajante vaticinio ensombreció el ánimo del rey ante el provenir de su dinastía.

La segunda parte del reino de Muley Hacen se caracteriza por su franca decadencia. Los tiempos coinciden con el repudio a su esposa, tras veinte años de vida conyugal. Hernando de Baeza, confidente de Boabdil, durante su prisión en Lucena y más tarde testigo de excepción en Granada, habla de la rival de Aixa, a quien llama Romía, nombre que recibían las cristianas conversas, una niña de 10 o 12 años. Tradicionalmente, a la muchacha cristiana se la conoce con el nombre de Soraya. Según los historiadores su nombre era Isabel de Solis, hija de Sancho Jiménez de Solís, comendador de Béznar, quien perdió la vida en una de las algaradas moras y su hija fue conducida a Granada. Con ella tuvo Muley Hacen dos hijos. Se propaló el rumor de que el rey proyectaba desposeer a su hijo Boabdil de sus derechos de primogénito, y atribuírselos a Cad, el hijo de Soraya.

Agudizadas las rivalidades por el descontento creciente de los granadinos contra Muley, conspiraban los partidarios en abierta rebelión. La importante pérdida de la plaza de Alhama, en marzo de 1428, fue un hecho decisivo. Aixa dirigió la conspiración con los abencerrajes para proclamar a su hijo Boadbil rey de Granada. Fue este hecho decisivo para desencadenar la rebelión, el amotinamiento y la lucha entre leales y enemigos del viejo monarca. Vencido tuvo que abandonar Granada, y junto a la joven esposa y sus hijos, se refugiaron en el castillo de Mondújar, en el Valle de Lecrín. Los pendones de Boabdil, rey de Granada ondearon en las torres de la Alhambra. Pero el cambio no trajo la paz. Los partidarios de Muley no daban tregua. Las sangrientas rivalidades de abencerrajes y zegríes dieron paso a la guerra civil, que tanto favoreció los preparativos para la conquista de la ciudad por los Reyes Católicos.

Los ejércitos cristianos enardecidos por la conquista de Alhama, emprendieron la de Loja, pero fueron derrotados por Muley Hacen, que acudió desde Málaga el 15 de julio de 1482. Boabdil fue calificado de cobarde por no haber participado en ninguna batalla y no levantar el estandarte del algied o guerra santa. Aixa se percató del peligro que suponía aquel giro popular, en connivencia con Aliatar, el alcalde de Loja y padre de su esposa Moraima, aconsejaron levantar el estandarte de guerra, en la Puerta Monaita, era el mes de abril de 1483. Al anuncio de esta correría para liberar las fronteras, acudió la flor y nata de la nobleza local. Una joven mujer quedaba triste y llorosa. Era Moraima la esposa de Boabdil. A pesar de ser la primera dama de Granada, apenas figura en las crónicas. Moraima despide a su esposo con los ojos inundados de lágrimas, Aixa, que observa la escena, le reprocha su flaqueza: "¿Por qué lloras, hija de Aliatar? Esas lágrimas son impropias de la esposa de un rey"

Al salir por la Puerta de Elvira el caballo del rey se espanta y su lanza de combate se quiebra. El suceso causa tan mal presagio que el ejército está a punto de regresar al campamento, en espera de mejores augurios. El enfrentamiento con las tropas cristianas tiene lugar frente a la ciudad de Lucena. La derrota es catastrófica, el ejército queda destrozado, a Boabdil le matan su caballo. En Granada se recibe la noticia de que el rey ha muerto y con singular heroísmo. Muley Hacen, al conocer la noticia, salió con sus fieles para Granada, los arribistas de siempre se preparan para el cambio, alzan sus pendones por el viejo monarca y le envían mensajeros.

Aixa huye de Granada con su hijo menor, heredero del trono en ausencia del hermano, y se refugian en Almería. Hasta allí son perseguidos por el Zagal, otro pretendiente al trono nazarí, hermano de Muley, persona ambiciosa y sin escrúpulos. Y, en estos días de desconcierto, el Zagal es proclamado rey de Granada. Soraya y sus hijos, en calidad de prisioneros, son conducidos al castillo Salobreña. Aixa, fiel a sí misma, lucha por el legítimo derecho de la sucesión al trono de sus hijos. Cuando llegan noticias de Boabdil, prisionero, que no muerto, su madre se bate en todos los frentes, para que su hijo vuelva a ocupar el solio de la Alhambra.

Aixa mientras tanto inculcaba al cautivo métodos políticos: cortesía, habilidad y tacto, la sultana que conocía la debilidad de su hijo, manejaba enérgica las riendas por su cuenta. Preparaba una comisión de notables dotados de extensos poderes, para negociar con el rey Fernando la libertad de su hijo y ayuda contra sus enemigos, los seguidores de su ex esposo y el Zagal. Las negociaciones fueron fructuosas y, a fines del año 1485 y principios del siguiente, Boabdil firmaba con los Reyes Católicos, el tratado de Porcuna. En primer lugar su libertad, se declaraba vasallo de Castilla y se comprometía a luchar sin tregua, contra su tío el Zagal. A entregar 400 cristianos, a pagar altos tributos anuales, a la entrega inmediata de Loja y, algo esencial, el compromiso estaría avalado, por Sid-Hamed, como rehén, su primogénito de apenas dos años, junto a doce jóvenes de las más ilustres casas de Granada. La comitiva la compusieron trece niños, entre ellos iba el "infantico", como llamaron al hijo de Moraima y Boabdil, en las crónicas castellanas. A partir de entonces, los árabes llamaron a Boabdil El Zogoibi, el desventurado. Los castellanos el Rey Chico, no por su estatura física, sino para distinguirlo de su tío del mismo nombre Abu Abdala, el Zagal. Boabdil recuperó la libertad y volvió a sentarse en el trono de la Alhambra, pero pasaba el tiempo y gran parte de las cláusulas firmadas con los Reyes Católicos, no las cumplía. Y el hijo de Moraima no regresaba, ni un nuevo hijo atenuaba su pena, su niño crecía lejos, entre gentes extrañas a sus costumbres y a su fe.

Pasados unos años, entre Boabdil y los Reyes Católicos se iniciaron las negociaciones que iban a decidir la suerte de Granada. Cuando las capitulaciones iban a entrar en su fase culminante, Boabdil, en un acto de impotencia intentó llevar a cabo una heroica determinación: librar batalla con los ejércitos cristianos, hasta morir, según relata el cronista Hernando de Baeza. Fulminado por la severa mirada de su madre, le oyó decir, "¿por qué rendirnos?... ¿Por qué someternos a quien no pudiendo vencernos con la espada intenta acosarnos con el hambre?".

Pero Boabdil no quiere sacrificar más vidas inútilmente, "… ni luchar contra la voluntad de Dios". Se decidió unánimemente la rendición de la ciudad. El asedio de la ciudad había durado ocho meses y ochos días. Aixa consideraba que los campamentos establecidos en Santa Fe habían sido una ignominia. La entrega de las llaves de la ciudad constituyó un erizado problema de protocolo. La sultana rechazaba la menor sombra de sumisión ni vasallaje para la familia real, no en balde durante siete siglos había reinado en Granada. Fue toda una puesta en escena. Se acordó que cuando Boabdil intentara bajar el pie del estribo de su caballería, el rey Fernando frenaría su ademán de pleitesía. La entrega de Granada tuvo lugar el dos de enero de 1492, a orillas del río Genil.

Según lo convenido en las capitulaciones, la familia real se retiraría al señorío de las Alpujarras. La comitiva emprendió el camino muy de mañana. De aquella tristura de los reyes y su séquito, una persona se sentía feliz, la sultana Moraima había perdido un reino, pero iba a reinar en el corazón de su hijo rescatado, tras años de alejamiento.

El séquito se detuvo en el punto de las colinas que cierra al sur, la salida de Granada. El rey destronado volvió la cara atrás para admirar la ciudad y la Alhambra. Según el cronista, todos lloraban. Aquel silencio de agonía, lo cortó la voz de Aixa, para aquellos hombres que consideraba débiles, profirió un reproche lapidario: "Justa cosa es que el rey y los caballeros lloren como mujeres lo que no supieron defender como hombres".

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