Se acaba de presentar en la Universidad de Granada un interesante trabajo, firmado por la alumna Rosario Burgos, en el que nos ofrece un bosquejo de la activa participación de la mujer rusa en uno de los capítulos de la 2ª Guerra Mundial, el que conocemos como Frente Oriental tras la invasión alemana en territorio ruso, la también llamada Gran Guerra Patria y que sirve para conmemorar el 75 aniversario de la victoria rusa. El trabajo, dirigido por la profesora rusa Natalia Arsentieva, está cuajado de estremecedoras anécdotas protagonizadas por las mujeres participantes en la guerra incluso desde niñas,  movidas por su amor a la Patria (Todo por la Patria) y por el deseo de defensa de un país que se ve amenazado por los ejércitos alemanes.

Aparte de la bibliografía y la filmografía que le sirve de soporte, el trabajo se ve enriquecido por la aportación de los datos curiosos y de primera mano que suministra, mediante una entrevista traducida al castellano, una informante viva veterana de guerra, de nombre Alexandra, que participó como niña espía en dicha guerra.

Es la primera vez que la historia recoge una participación tan activa de la mujer en una guerra, actuando como zapadoras, francotiradoras, aviadoras, conductoras de tanques y trenes, aunque también como enfermeras, lavanderas y panaderas. No pudieron participar como paracaidistas ante la imposibilidad física de poder recoger luego los pesados paracaídas. Pero sin embargo eran muy útiles como niñas espías que pasaban más desapercibidas que los varones.

Se infiltraban en terreno enemigo para contar y memorizar (no podían llevar equipaje alguno) el número de tanque, cañones, instalaciones, etc. enemigos. Incluso cuando eran capturadas y empleadas como camareras solían envenenar las sopas servidas a los alemanes y luego salían huyendo a los campamentos partisanos rusos.

Mujeres que, desde niñas en las escuelas, son aleccionadas con una machacona propaganda de amor y defensa de la patria, la familia y la igualdad entre hombre y mujeres, según la doctrina bolchevique. Ahora, tras la invasión alemana, se alistan voluntariamente para ir a la guerra, movidas por sentimientos patrióticos, aunque también por la escasez de hombre. Mujeres que tienen que renunciar a su feminidad, a sus peinados, a sus vestidos siempre con ropa masculina, incluida la interior. Mujeres que aún no comulgando con la política de Stalin, su líder, se alistan en los ejércitos infantiles y juveniles (los Pequeños Octubristas, los Pioneros) para prepararse con entrenamientos en el manejo de las armas y en la dureza de la vida en plena guerra.

Las mujeres en la Gran Guerra Patria.

Recoge el trabajo conmovedoras anécdotas. El testimonio de la enfermera Vera Sergueievna que anduvo con una mina atada al pecho y estando además embarazada. O la de Liuvob Arkádievna, mujer que tras perder a su marido en la guerra y estando embarazada, prefirió abortar, estando entonces, prohibido, para ir al campo de batalla y vengar la muerte de su marido y la de la hija que perdió. Mujeres que a veces tenían que sortear campos minados y que afortunadamente no explotaban por el poco peso de sus cuerpos y porque las minas eran antitanques. Cuando la joven Lidia Lariónova disparó y mató por primera vez a un alemán, volvió llorando y gritando ¡he matado a una persona!. Un sargento aplaudió diciendo “Has matado a un enemigo”.

Al finalizar la guerra y de vuelta al pueblo muchas de las mujeres combatientes fueron criticadas y tachadas de “esposas del frente”, “putas del frente” por servir de alivio sexual a los soldados. Fueron algunas de las secuelas que hubieron de arrastrar las mujeres que en aquella Gran Guerra Patria lo dieron “todo por la Patria”.