El negocio de los 'influencer' locales
Entre el postureo y la profesión
Aunque son muchos los que devuelven la ropa con la que posan sin cortar las etiquetas, otros pueden recibir el pago en especie y unos cuantos hasta 300 euros por post
Hacer del postureo un modo de vida es el sueño de muchos que está al alcance de muy pocos.Las nuevas generaciones le han cogido el gusto a vivir urbi et orbi, aunque el narcisismo on-line no es patrimonio exclusivo de la juventud.
Para muchos conseguir un compinche dispuesto a hacer de fotógrafo es una afición. Como buscar sitios ‘cuquis’ tipo cafetería de estilo vintage o bar de cócteles; conseguir una pose favorecedora pero que a la vez enmarque el helado de lleno de toppings o el tequila sunrise en el reflejo de las gafas de sol. Y elegir el filtro que realce belleza y marco para poder subir las fotos y etiquetar el establecimiento, la marca de la camiseta y añadir cuatro o cinco hashtag tipo #relaxingtime o #tanagusto acompañada de una frase entre motivacional y poética. Más hacer una story, dar likes a los comentarios de viejos y nuevos followers... Cada vez son más lo que no lo consideran una lata sino un motivo entretenimiento gustoso que se puede repetir a diario o varias veces al día.
Para muchos es un sólo pasatiempo, pero cuando ven subir su cifra de seguidores empiezan a acariciar la idea de hacerse influencer como acarician para las fotos los cojines de los sofás de chiringüitos de chill out.
Es entonces cuando empiezan a tratar de conseguir potenciales clientes y a ofrecerse como imagen de ciertas marcas, establecimientos o firmas. Luis Arronte, de la agencia de comunicación Squembri, tiene mucha experiencia en eso porque a veces contactan con sus clientes a través de redes sociales.
El community manager explica que aconsejan aceptar o no el envite en función del mercado al que buscan llegar y después de analizar muy bien el perfil del influencer, o presunto influencer. “Miramos el número de seguidores que tiene y si posee un blog, el tráfico. Pero no sólo es una cuestión numérica, porque hay muchos seguidores falsos”.
Para detectar esos followers virtuales hay muchas herramientas digitales pero, sin necesidad de usar ninguna, Arronte ofrece un truco muy sencillo. “No es creíble que con 300.000 seguidores luego una persona tenga sólo 15 o 20 me gusta en una foto”.
“Hay muchas posibilidades de comprar seguidores. No hace mucho se hizo un experimento: gastaron 500 euros en comprar followers, subieron cuatro fotos y se vendió el perfil como influencer”, refiere Arronte, quien señala que por ese motivo tienen tanto valor las cuentas verificadas por el propio Instagram, como las cuentas oficiales de los famosos.
Porque, si bien hay influencer en todas las redes sociales, desde Twitter y Facebook a Youtube, Instagram es la red estrella en cuanto de este nuevo negocio.
Tanto postuero hay que muchos llegan a hacerse los influencer: es decir, hacen post ambiguos dando a entender que han sido invitados cuando en realidad han pagado ellos de su bolsillo lo que supuestamente anuncian.
Algunos van más allá incluso. Maripi Robles, responsable de la agencia de comunicación No sólo una idea con una importante cartera de clientes del mundo de la moda, asegura que son muchas las que se compran la ropa, se hacen la foto sin cortar la etiqueta y luego la devuelven.
“Hay gente que hace el paripé y todos los negocios, como este que es incipiente, tienen su puerta de atrás”, comenta Robles, quien señala que las blogueras o instagramer de moda, como tienen que subirse con mucha asiduidad fotos con nuevos outfit, cuando les da vergüenza comprar y devolver muchas veces de una misma de una misma marca recurren al comercio on-line, más anónimo.
Por este o por otros motivos, Arronte explica que su agencia nunca ha pagado por los servicios de ningún influencer local. “Aunque todavía cuesta bastantes convencer a los clientes, a veces hemos propuesto alguna actividad especial para ellos. En el ámbito nacional está todo más regulado porque casi todos cuentan con sus contratos y tarifas establecidas. En el ámbito local la mayoría de las veces todavía funciona el trueque”.
Así que, la mayoría de las ocasiones y en el mejor de los casos, las influencer locales reciben como mucho las mechas balayage, el bañador de la niña o el bolso de fiesta como pago en especie por la publicación.
“Nosotros nunca hemos pagado a ninguno pero sí le organizamos eventos especiales, y aún así cuesta convencer a los clientes de invertir dinero en eso. Por ejemplo, si se va organizar una fiesta de inauguración para un establecimiento y su mercado de clientes es local, ellos pueden venir unas horas antes y tener un evento exclusivo”, cuenta Arronte, quien explica que en contrapartida ellos obtienen contenido para sus perfiles. “Es lo mismo que ocurre con los periodista, que obtienen material para sus medios”.
El caso de No sólo una idea el caso es diferente porque además de haber contado con influencer e incluso representan a varios de ellos. “El fenómeno ha cobrado fuerza sobre todo en los dos últimos años. Aunque hay algunos afincados en Madrid que pueden llegar a pedir hasta 5.000 euros por un post, en Granada hay unos pocos que pueden cobrar entre 300 y 500 euros”.
No sólo una idea representa a lo que se denomina ‘microinfluencer’, aquellos que tienen entre 10.000 y 50.000 seguidores como Ana Sáez, Tete Caballero o José Siempre Feliz. Y con un mercado más nacional, Denisse Cliyton, la más hot de las influencer locales, que reparten normalmente sus fotos entre gimnasio, moda, familia y alguna fiesta.
“Instagram ahora es la ‘Superpop’ de antes, pero con miles de páginas”
Por sorprendente que parezca en la era del movimiento #MeToo, las influencer que triunfan en Instagram parecen responder a modelos cercanos a las recomendaciones de la vieja Moderna enciclopedia femenina: una mujer cuya preocupación central es la moda, la belleza, la decoración y la familia.
Mientras las estadísticas señalan el retraso de la edad de las madres primerizas, muchas de las instagramer que triunfan presumen de una maternidad relativamente temprana para los tiempos que corren o exhiben a sus retoños con los mismos modelos de gorrillos que lucían las muñecas de Mariquita Pérez hace décadas.
Con independencia de que esos conjuntos puedan ser o no tendencia de nuevo, las voces expertas en comunicación y medios han empezado a manifestar su preocupación por la verdadera rentabilidad de estos perfiles para publicitarse. Tanto es así, que algunas estás recurriendo justo a lo contrario. Por ejemplo, una marca de ropa juvenil como Diesel centra su última campaña publicitaria en una serie de anuncios contra los influencer con el lema: "Be a follower", sé un seguidor.
Pero los expertos también muestran su preocupación por los valores que transmiten y advierten de los retos que se abren ahora para las administraciones en materia de regulación.
En ese sentido, Victoria Cabrera, CEO de la agencia GPS, experta en TICs, señala que la figura de los influencer ha existido siempre en materia publicitaria pero el perfil ha sufrido una gran variación “en los últimos años debido al impacto de las nuevas ventanas de la comunicación". “Las marcas siempre han recurrido a profesionales del deporte o la cultura para dar a conocer sus valores pero ahora recurren a personas que son populares pero no tienen esa parte profesional detrás”.
Ese mal uso puede afectar no sólo a las imágenes de la marca, también a los más jóvenes, “que al final son los más vulnerables en cuanto a las influencias” porque, según la experta, “les ofrece una imagen del mundo que no es la real”: “Instagram es algo así como la nueva Superpop, pero como miles de páginas”.
“No todo vale y hay personajes que son completamente falsos”, subraya la CEO, quien lamenta la citada involución sufrida en la escala de valores en redes sociales con el postureo: “Al final las mujeres tienen que estar siempre guapas y preocuparse por la belleza y la ropa”. “Por ejemplo, en el tema del cuerpo, se vende el deporte no como una actividad saludable sino como un mecanismo para tener buen físico. El premio es estar guapa y las chicas posan con posturas estudiadas”, detalla.
Aunque el responsable de redes sociales de la agencia de comunicación Squembri, Luis Arronte, explica que hay influencer de moda, decoración, gastronomía, tecnología y viajes, el fenómeno se asocia en la mayoría de los casos con el género femenino y la moda.
Por su parte Cabrera, para quien las instituciones y administraciones son conscientes de las necesidades en materia de regulación, advierte que “las nuevas herramientas ofrecen nuevos puestos de trabajo pero también nuevos retos”.
Y si bien es cierto que al final casi todas las cuentas registran más o menos hater –que es un eufemismo para referirse a los followers que se dedican lapidar o como poco 'chotearse' del seguido– en materia publicitarias mientras no sea falso, lo mismo puntúa un troll que un fan. Es la nueva versión del “que hablen, aunque sea mal”.
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