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De nombre Ilusión y de apellido Constancia

  • Javier de Teresa ha dejado la presidencia del Colegio de Médicos de Granada

  • Creyente del poder de la palabra, a través de ella intenta llegar a todas las voluntades

Javier de Teresa, en su despacho.

Javier de Teresa, en su despacho. / g. h.

Unos días antes de que se inaugurara la nueva sede del Colegio de Médicos de Granada, un grupo de jubilados jugaba a la petanca en una pequeña pista que hay justo enfrente del edificio. Por allí pasó Javier de Teresa y se puso a hablar con ellos. El presidente del Colegio de Médicos notó que los jubilados estaban mosqueados porque creían que con la actividad de la nueva sede se iba a resentir la práctica de su pasatiempo favorito.

-Este colegio también es de ustedes -dijo señalándoles la nueva sede-. Además... estoy pensando en que podemos organizar aquí mismo un campeonato de petanca.

Este gesto de Javier de Teresa con el que se ganó a los jubilados resume el talante del hombre que ha estado ocho años al frente del colectivo médico de Granada. Es impulsivo, cercano y lúcido, tres cualidades que unidas pueden accionar la palanca con la que se mueve cualquier causa tenida por imposible. Y es que en boca de Javier de Teresa todos los tópicos de la vida suenan a verdaderos. Creyente del poder de la palabra, a través de ella intenta llegar a todas las voluntades, a todos los diálogos posibles en esta sociedad en la que tan difícil nos resulta comprender al que piensa de otra manera.

Pero vayamos por partes, que diría Jack El Destripador.

Javier de Teresa Galván nació en Madrid pero ha pasado casi toda su existencia ejerciendo de granadino. Y es que cuando tenía 5 años sus progenitores, Eduardo De Teresa y Carmen Galván, lo trasplantaron a la ciudad donde los nazaríes construyeron la Alhambra. Su padre era representante de unos laboratorios médicos y a los 38 años le dio por estudiar Medicina. Todo un ejemplo de voluntad y coraje. Si en aquella casa se derrumbaba una estantería alguien podía quedar sepultado por libros y tratados médicos. En ese ambiente era fácil quedar contagiados por el espíritu que inspira la profesión de Hipócrates. Cuatro de los seis hijos que tuvo el matrimonio se han dedicado a la Medicina y partiendo del talante que el progenitor mantuvo ante los colegas, se puede decir que surgió una actitud formal y dialogante que se transmitió al resto de la camada y que se ha venido a llamar 'Deteresismo'. El 'Deteresismo' no es otra cosa que lo que practican los hermanos De Teresa (Fernando, Javier, Carlos y Fernando), un ejercicio de voluntad de ejercicio, algo que, como dijo el doctor Bartolomé Beltrán en la inauguración de la nueva sede del Colegio, "no falla porque es familiar, conciliador, trepidante y consensual. No entiende ni de derechas ni de izquierdas. Es una determinación compartida y una consistencia moral y profesional".

En cuanto a su madre, Carmen Galván, dedicó su vida a cuidar de la camada y cedió lo que siempre creyó debía ceder por sus hijos. Y si su padre era una persona bondadosa y entregada a su trabajo, "mi madre fue la culpable de todo lo bueno de esta familia", suele decir Javier a los amigos.

El protagonista de este perfil periodístico estudió en los Escolapios y a los 15 años conoció a Isabel, con la que se casó en 1976 y con la que ha recorrido todas las etapas de su vida. De ese matrimonio nacieron dos hijos, Isa y Javier, que han completado una familia que sólo necesita reunirse para entender que ese es el estado ideal del ser humano. El confiado y feliz ambiente familiar de Javier de Teresa lo completa un bebé de año y medio, su nieto, una emoción nueva y diferente que ha incrementado su grado de satisfacción en esta vida.

Cuando Javier de Teresa terminó el bachiller y quiso entrar en la Universidad, tuvo dudas porque también le gustaba la Arquitectura. Pero al final se matriculó en la Facultad de Medicina. Su especialidad es la del aparato digestivo y ejerciéndola se ha convertido en ese experto que todo el mundo consulta. Actualmente es el director de la Unidad de Gestión Clínica de Digestivo del Complejo Hospitalario de Granada, puesto al que ha llegado después de escalar todos los peldaños posibles. Está convencido, como Ortega y Gasset, de que el esfuerzo continuado del profesional proviene de una fuerza interior que proporciona felicidad: la vocación.

Hombre afable

Pero lo primero que adviertes cuando entras en la jurisdicción de Javier de Teresa es la afabilidad. Reparte abrazos con la naturalidad con que se dice buenos días a un vecino de barrio. La sonrisa limpia de un hombre como una rebelión en calma. Luego está la seguridad de su mirada. Es una persona con ideas muy claras y se expresa con la rotundidad del que es completamente sincero. Los que hemos colaborado con él hemos conocido el espacio de libertad que es capaz de conceder a aquellos de los que se rodea. Nos ha enseñado que con ilusión e imaginación se puede conseguir cualquier cosa que lleve la etiqueta de imposible. Han sido ocho los años que ha estado al frente del colectivo de facultativos de Granada. Una vez dijo que ese era el tiempo que iba a estar en la presidencia del Colegio de Médicos y ha cumplido su promesa. Durante su mandato como presidente se mostró partidario de colaborar con la Administración en general y con la Consejería de Salud en particular. Siempre desde la lealtad y el respeto porque cree que así lo exige la sociedad en la que vivimos. Ahora se ha marchado a ejercer la profesión que tanto ama y le apasiona. La profesión por la que ha comprendido que la vida vale la pena vivirla. Se va después de haber conseguido que el Colegio de Médicos de Granada sea un referente en toda España y crear una impresionante y moderna sede que ha abierto a la sociedad granadina y que será la casa de muchas generaciones de médicos. Pero los que le conocemos también sabemos que no se quedará quieto. No puede. Es de ese tipo de personas que participan en una carrera contrarreloj contra sí mismas. Campechano, generoso, impulsivo, incansable… estará en las batallas que a él le interese estar y siempre en favor de su profesión y de Granada, la ciudad que considera suya.

Cuidadoso en las maneras de vestir, lleva la elegancia como un signo de saber estar en un sitio. Buen conversador y amigo de tertulias, le encantan las reuniones de amigos. También le chifla hablar del Real Madrid, equipo en el que jugó su padre de extremo izquierda. Amante de la lectura, es de los que piensa que el café por la mañana con un periódico es uno de los placeres a los que nunca se debe renunciar. Ahora le queda su futuro, un futuro que inevitablemente pasa por estar más rato con su nieto. En los años que he trabajado con él le he anotado frases que pueden resultar verdaderas recetas para los males del alma: "El hombre que es capaz de defender su dignidad es capaz de defender cualquier cosa que merezca la pena en cualquier momento". O esta otra: "Lo más importante para mí es esta satisfecho de mí mismo: no puedo vivir sin el convencimiento de que soy fiel a mis principios". O esta última que incluso ha puesto en su perfil del 'guasap': "En la vida la felicidad no está en ningún sitio. Y si estuviera sólo en uno, sería terrible equivocarse". Javier de Teresa es, ante todo, un hombre llamado unas veces Ilusión y otras Constancia.

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