La nueva Granada tiene estética 'vintage'
La estética 'vintage' importada de Malasaña hace años que llegó a la ciudad para quedarse y ahora son numerosos los bares que oscilan entre lo retro, lo añejo y lo industrial
Hartos de tanto minimalismo los decoradores primeros y los jóvenes después -o a la vez- empezaron a apostar hace años por bares y restaurantes de estética mucho más acogedora y de paso más económica: vintage. Bajo ese término se engloba un estilo de decoración que utiliza objetos y mobiliario antiguos o nuevos pero con estética retro. Como se valora la exclusividad de las piezas, en muchos casos son de segunda mano, por lo que resultan más baratos y se cumple con la máxima ecológica del reciclaje. El resultado fue un tipo de establecimientos que mezclaban en sus cartas los sabores de medio mundo pero daban la impresión de que uno comía o bebía en el salón de la casa de la abuela.
Esta moda importada de Malasaña y otros barrios bohemios de ciudades europeas hace tiempo que llegó a Granada y poco a poco ha ido aumentado el número de locales, aunque cada uno tenga un matiz diferenciador.
"Creo que el principal motivo por el que muchos establecimientos hayan optado por esta estética ha sido el presupuesto, porque el minimalismo usa materiales muy nobles y resultan caros", explica la decoradora Silvia Bueno, copropietaria precisamente de uno de los últimos locales de este estilo que ha abierto en sus puertas en Granada: La Milagrosa, una cafetería con encanto situada en la calle Jaudenes esquina con Alhóndiga que se inauguró el pasado mes de julio.
Como la mayoría de estos nuevos bares, sirve desde desayunos a copas. "La cocina está abierta todo el día", comenta la propietaria sobre la carta del local, que se encuentra en sintonía con la estética del mismo. "Hemos procurado que sea una decoración natural, sencilla, con poco artificio. Queremos que la gente esté agusto por lo que hemos hecho un sitio sereno", cuenta sobre este luminoso y delicado establecimiento de amplios ventanales. Se mantienen a la vista los pilares del edificio y las paredes están decoradas con un sutil papel de flores, a la vez que en la barra se sirve un brunch con yogur casero, todo tipo de panes, una amplia variedad de zumos naturales o una deliciosa repostería de la casa.
A escasos metros, en esa misma calle pero en la esquina ya de la Plaza de las Pasiegas, se encuentra otro local del mismo estilo: Lío.
De estética vintage pero con un toque más de reciclaje, con maderas sin tratar y bombillas de filamentos, el local cuenta con un animado ambiente -sobre todo los fines de semana- y tiene un plus de valor incalculable: cuenta con terraza en la plaza más bonita de Granada, la de las Pasiegas, con la Catedral encajonada entre edificios históricos. Abrió sus puertas en el mes de mayo y cuenta ya con una consolidada y numerosa clientela.
Y las últimas incorporaciones a este club 'retro' han tenido un éxito igual de fulgurante: el Lemon Rock abrió sus puertas a mediados de septiembre y ya se ha convertido en uno de los locales más de moda en la ciudad. En pleno centro de la capital, en la calle Montalbán, cerca del Jardín Botánico, está situado en los bajos del hotel del mismo nombre, un moderno establecimiento al estilo de los ya clásicos hostel europeos que se enmarca en una casa patio señorial del siglo XVII.
La rehabilitación del edificio ha resultado determinante en este local que conjuga la estética vintage, -con sus tradicionales sofás de tapicería añeja, lámparas retro y un comedor sin dos sillas iguales- pero con un punto mucho más industrial, con luces de neón alrededor de los espejos del baño en lugar de los tradicionales marcos de tipo más barroco.
En cuanto a la cocina, también es de lo más ecléctico: "Casi todo es para compartir, con un toque asiático y buenas hamburguesas norteamericanas", explica María Rodríguez, la responsable de comunicación del establecimiento, quien destaca también otro de los dos puntos fuertes que lo han convertido en uno de los locales más bulliciosos: un cuidado servicio de coctelería y el aliciente de un programa de música en vivo. En concreto, el sábado a mediodía blues o country y el domingo jazz.
Pero la más reciente incorporación al circuito es la de Baraka, que sólo cumple el mes de vida. Situado en la calle San Jerónimo, ofrece también un ambiente cálido, con toques de reciclaje y vintage, pero es el más industrial de esta nueva hornada. Con una cocina que anda a caballo entre la fusión norteamericana y los desayunos londinenses, es muy frecuentado por los estudiantes de la vecina Facultad de Derecho entre semana y tiene un toque más gayfriendly los fines de semana, pues sus propietarios son también los responsables del vecino Pub Six Colours y el restaurante La Gayedra, dos clásicos del lobby rosa de la ciudad.
Además, dispone de una amplia terraza en la que pueden estar a sus anchas los fumadores y los animales, ya que ellos cuentan con un cacharro para el agua en este espacio.
Muy cerca, en la calle Marqués de Falces, se encuentra otro local de toque gayfriendly, El Bar de Fede, "de estética retro pero muy colorida", tal y como detalla su camarero, Fran Fernández. El más almodovariano de todos los establecimientos vintage, ofrece una cocina "más tradicional" en palabras Fernández. El resultado es un enclave único para tomarse un arroz empedrado ante un mural pop del propio dueño.
Pero el precursor de la estética de Malasaña en Granada y uno de los más puros del género es el Papaúpa, situado en la Calle Molinos. Allí, en pleno corazón del Realejo, uno de los barrios más bohemios de la capital, abrió hace cuatro años con esa decoración que tiene "un poco de todo", tal y como la define Francisco Chinchilla, uno de sus camareros.
Con ese toque retro casi añejo y un ambiente hogareño, abre desde primera hora hasta media noche para ofrecer una cocina que fusiona los platos sudamericanos y los mediterráneos.
Pero si el Papaúpa ofrece el espejismo de tomarse una arepa en el comedor de una tía abuela, el Carmen de Isabela da a sus clientes la posibilidad de degustar cocina de autor en un bar bohemio. Ese es el encanto del restaurante que ha abierto el chef Juan Andrés Morillas en la Carretera de la Sierra.
Un año lleva funcionando este restaurante que ofrece lo que su relaciones públicas, Rebeca Martínez, denomina "cocina a fuego lento" en un ambiente cálido que tiene el aire vintage pero con una inclinación hacia el lujo kitsch en el que se fusionan los azulejos antiguos con los coloristas sofás de terciopelo elegidos por el propio Morillas.
Y también alejado del centro, pero en el extremo opuesto, cerca del Estadio de la Juventud, se encuentra el Caradura. Con una decoración retro pero tirando a la vertiente industrial ofrece una "cocina tradicional" y cosmopolita, "con toques norteamericanos y mexicanos", tal y como detalla el encargado, José Feliz Alonso. Aquí se mezcla un ambiente de bar de barrio, con clientes del cercano supermercado Covirán, al estilo de los locales de los antiguos gastro-mercados de las grandes ciudades, con el público más joven que acude atraído por su estilo cuidadosamente desenfadado.
Ese es su punto diferenciador dentro de este nuevo tipo de bares y restaurantes que triunfan en la oferta gastronómica de la ciudad.
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