La odisea de una pianista de Granada para escapar de Rusia en plena guerra

Invasión de Rusia a Ucrania

La profesional granadina Paz Sabater relata la aventura de diez días que supuso abandonar San Petersburgo, donde realizaba una investigación única en el mundo

Paz Sabater, junto a la profesora de la Academia Vagánova de San Petersburgo, Galina Bezuglaya
Paz Sabater, junto a la profesora de la Academia Vagánova de San Petersburgo, Galina Bezuglaya / G. H.

Y Paz se vio envuelta en una guerra. En 48 horas le cambió la vida a esta pianista especialista en ballet granadina, que pasó de realizar una investigación única en el mundo a verse atrapada en un país en conflicto, sin acceso a su dinero, y en mitad de los extensos bosques estonios sin tener a dónde ir. Revive su huida de Rusia con congoja, aflorando el agobio, el enfado y la tristeza entre sus palabras. Nunca imaginó verse en un escape hacia su propia supervivencia que duró diez días, dos de ellos empleados para recorrer los 4.300 kilómetros que separan San Petersburgo hasta Granada.

Paz Sabater es pianista titular en el Conservatorio Profesional de Danza Reina Sofía de Granada, especialista en ballet, que realizaba la primera de sus dos estancias de investigación en San Petersburgo para la mención internacional de su doctorado. En concreto en la Academia Vagánova de Ballet, una de las escuelas más prestigiosas del mundo junto a la Ópera de París y que por primera vez en su historia abría sus puertas a una extranjera para un trabajo que investiga el programa de formación para pianistas especializados en ballet, codo con codo con la profesora Galina Bezuglaya, y conviviendo con todas las pianistas que configuran el departamento.

Paz Sabater, durante su estancia en San Petersburgo
Paz Sabater, durante su estancia en San Petersburgo / G. H.

La ocasión era única, por eso cuando decidió marcharse a San Petersburgo no le echaron para atrás los tambores de guerra que ya sonaban desde hacía tiempo, "y consciente de que podía pasar algo" que cambiara la situación. Y cambió en la mañana del 24 de febrero. Las tropas del Ejército ruso, desde varios flancos, empezaron a invadir Ucrania y efectuaron los primeros bombardeos sobre puntos estratégicos. "Parecía que el conflicto estaba más lejos", cuenta Paz Sabater, que aunque tenía billete de vuelta de esta primera estancia para el próximo día 12, entre su marido y ella empezaron a moverse para regresar lo antes posible. Entonces comenzó un calvario de días que no acabó hasta el viernes pasado... Diez jornadas de agobio y desazón.

Aviones cancelados

Primer vuelo cambiado, primera cancelación de billetes. "A los dos días nos llegó un mensaje de que los dos vuelos estaban cancelados". Eran billetes destino Madrid vía París. "Ahí empezamos a asustarnos un poco", añade. Empezaban entonces a llegar las noticias de cierres de espacios aéreos, limitaciones para sacar dinero de los bancos, pagos con tarjetas de crédito, transacciones extranjeras con Rusia. "Todo lo hemos estado gestionando con mi familia en Granada. En Rusia, para el poco tiempo que llevaba, y porque estaba trabajando muchas horas al día en espacios con wifi, yo no me hice con ninguna tarjeta de telefonía, entonces no tenía internet, por lo que estaba un poco aislada del mundo", detalla Sabater.

La pianista granadina no podía comprar con tarjeta tampoco, ya que el código de seguridad nunca le llegaba al teléfono, por lo que los billetes de avión y muchas gestiones por internet las tenía que hacer su marido, José María Delgado, desde Granada. Él fue quien le buscó su segundo billetes de avión "a donde sea" para salir "cuanto antes", ya fuera a "París, Berlín o Helsinki" y desde ahí buscarse la vida para regresar a España. El primero disponible fue a la capital francesa este pasado fin de semana, "pero a las tres horas de comprarlo nos lo cancelaron. 'Esto no pinta bien', nos dijimos".

Paisaje entre San Petersburgo y la frontera con Estonia
Paisaje entre San Petersburgo y la frontera con Estonia / G. H.

Helsinki, Dubai, Estambul...

Conforme Paz y José María gestionaban la logística del regreso, la granadina, como no podía ser de otra manera, contactó con la embajada en Moscú y el consulado de San Petersburgo. Y el comportamiento que tuvo el cuerpo diplomático español fue casi peor que la propia experiencia del viaje. "Me tranquilizó que dijeran que la decisión de salir de Rusia era personal. Si no me estaban dando una situación de emergencia, lo mismo podía volar con mi billete original", expresa Sabater en primera instancia, pero tras la cancelación del último billete volvió a contactar con ella y la remitieron a las páginas web de ambas organizaciones, pero en ellas no había ningún tipo de información válida. Era el domingo 27 y Rusia ya llevaba tres días invadiendo Ucrania.

Pero la decisión de salir estaba tomada. Tras el frustrado avión a París, una amiga rusa le ayudó a comprar otro billete, este de autobús con Helsinki, pero a dos horas de la frontera con Finlandia, el país más próximo para salir de Rusia. Pero no había ni para el domingo, ni el lunes, ni el martes, y el único disponible era para el miércoles 9 a las siete de la mañana. Los trenes eran imposibles, solo para fineses y rusos y con la web colapsada, y los aviones, aparte de las cancelaciones, empezaban a dar enlaces caóticos. "Sé de un español que voló a Dubai y luego a Madrid, otro a Estambul...".

Carteles pro-ucranianos en la puerta de la embajada rusa de Tallinn, Estonia
Carteles pro-ucranianos en la puerta de la embajada rusa de Tallinn, Estonia / G. H.

Gritos del cónsul y un ángel de la guarda

Paz no era amiga de hacerse Twitter, pero tuvo que verse obligada a hacerlo para encontrar información. "No me sirvió de nada hasta el lunes 28, cuando el Ministerio de Asuntos Exteriores publicó que todos los españoles que estaban en territorio ruso y que quisieran salir del país 'lo hicieran de inmediato'. Imagina. No era ni la mejor manera ni la que más ayuda en esa circunstancia", relata con angustia ya que aún le quedaban tres días en San Petersburgo antes de emprender el viaje a Helsinki: "Como cierren, me quedo en el país. Tenía miedo de quedarme atrapada, sin dinero, porque yo tenía una disposición de efectivo que se me iba a gastar, y no podía sacar dinero de los cajeros, ni pagar con tarjeta, y el rublo tenía pinta de estancarse. Entonces, ¿de qué vivo?".

24 horas de congoja hasta que el martes regresó al consulado de la ciudad del Báltico. Quería saber cuánto de seguro era pasar la frontera con Finlandia y tanta "tranquilidad" le estaba provocando justo lo contrario. Unas sensaciones que corroboró al hablar con una de las trabajadoras de la institución, que al contarle su plan de huida, le echó una mirada que "no me gustó nada". "Mejor volar, fue su respuesta". No le dio explicación más allá de que "hay algunas zonas limítrofes con la frontera que estaban siendo conflictivas".

No pitaba bien la cosa pero allí mismo había coincidido con Jorge Gallo, un zaragozano que "literamente me salvó el pellejo". Tras la descorazonadora conversión que acababa de tener, la misma empleada le recomendó asimismo que la segunda mejor opción era la que había escogido Gallo: un autobús hasta Estonia. La historia de Gallo también daría para otro reportaje: pocos pueden decir que un cónsul les ha gritado por teléfono mientras le desbordaban las llamadas. "No estaba gestionando la situación nada bien", se queja Sabater.

Puesto fronterizo de Ivángorod (Rusia) y Narva (Estonia)
Puesto fronterizo de Ivángorod (Rusia) y Narva (Estonia) / G. H.

Parecía Fargo

El 'ángel de la guarda' de Paz le recomendó una página web nueva para sacar billetes de autobús desde San Petersburgo, pero debido a los problemas de pago que tenía con la tarjeta, le pidió que le comprara el pasaje. Tras ver varios horarios ya completos, milagro, había sitio en uno a las cuatro de la tarde. Y no sólo sacó el de Paz, sino que él también cambió su viaje al mismo bus para salir juntos de Rusia: "Así nos acompañamos, es menos desagradable y si en un momento dado nos necesitamos ayuda".

Y menos mal, porque el control fronterizo entre Rusia y Estonia fue el momento más complicado, más extremo de todo el viaje. "He cruzado otras fronteras terrestres en viajes de aventura y ninguna ha sido como esta. Cinco controles de pasaporte, la mitad de los pasajeros en el autobús eran ucranianos, con maletas, niños... Todo muy triste", relata Paz, que encima durante 40 minutos creyó que nunca saldría del país porque un militar no le daba permiso. Todo en un paisaje que "parecía Fargo", junto a la Fortaleza Medieval de Ivángorod, tras cinco horas de carretera como si fuera una Nacional en España, rodeada de nieve, luz plomiza, árboles sin hojas, enrejados de hierro, alambres de espino, y una garita de guerra sin medios electrónicos.

"En el tercer control de pasaportes no me dejaban salir del país", recuerda con estrés Paz. "Ellos querían la documentación de estancia y salida pero en papel, y no la llevaba. Llegó un oficial militar que me decía net, net (no, en ruso). No sales. Y no sé de dónde salió un señor de nuestro autobús, que hablaba un poco de inglés, y que fue quien me ayudó a comunicarme con él, y me rellenó una solicitud explicando mis circunstancias, y gracias a eso salí", continúa el relato la profesora del conservatorio de Granada. "Pasé mucho susto, estaba en mitad de la nada, al menos en San Petersburgo conocía gente si me quedaba atrapada", añade. Así que el posterior bocadillo de jamón que sacó Jorge para celebrarlo le supo a gloria. 48 horas después, tras volar a Oslo y después a Málaga, le esperaban en el aeropuerto su marido y sus dos 'peques' de 5 y 3 años. Se acabó la odisea. Ahora queda terminar el doctorado. Pero la maldita guerra hará que sea online.

Sabater, en la puerta de la Academia Vagánova de Ballet
Sabater, en la puerta de la Academia Vagánova de Ballet / G. H.

"Esta no es la guerra de los rusos"

"Rusia es una burbuja. La información que a ellos les llega está muy sesgada en los medios de comunicación. Ellos están muy tranquilos pero con inquietud, pero las personas que he conocido están horrorizadas con todo lo que está pasando", relata de primera mano su experiencia en San Petersbugo Paz Sabater.

"No es tanto una guerra de Rusia contra Ucrania como una invasión de un hombre loco a un país. He conocido a rusos y ucranianos, que están muy mezclados. He conocido matrimonios, familias, amigos íntimos... A favor de la invasión no he conocido a nadie", añade al relato Sabater.

De hecho, en la segunda ciudad en importancia de Rusia "están asustados porque se van a hacer pobres. En el resto de Rusia no sé cómo será, pero eso es lo que he vivido en San Petersburgo. No lo están pasando bien. El rublo se ha estampado en muy poco tiempo. Los billetes de tren para salir del país se están encareciendo a la velocidad del rayo. Es mucha incertidumbre. Cuando lo ves en la cesta de la compra... No puedes hacer transacciones con tarjetas bancarias", dice.

"La gente vive con una normalidad pasmosa en San Petersburgo. Iba a trabajar como si nada, muy tranquilos. En ningún momento había miedo por la seguridad. Pero ayer mismo me escribí con una amiga que me decía que por favor, esto no es la guerra de los rusos, no todos están a favor", traslada el mensaje que le llega desde el país invasor.

stats