Granada

"Todos tienen su oportunidad en la prisión. Vivir bien, mal o regular depende de cada interno"

  • El contacto de los presos con las familias ha hecho mucho bien en cárceles como la de Granada, donde la conflictividad ha descendido y donde llueven las cartas a un director que sabe escuchar

Dos amables funcionarios piden a la periodista y a la fotógrafa que se identifiquen. A continuación pulsan un botón que abre una reja de color amarillo, la primera que hay que atravesar antes de acertar el camino hacia el despacho de Jaime Hernández Alonso (Medina del Campo, Valladolid, 1956), el director del Centro Penitenciario de Albolote. Tras sentir el abrazo del mural pintado por Zaafra, dejar un patio arbolado a la derecha y encontrar un nuevo control, se abre a los ojos un espacio de oficinas que por sus paredes blancas y sus puertas sin barrotes hacen olvidar al visitante por un momento que se encuentra en una cárcel. El director abandona una reunión para recibir a Granada Hoy y desvelar en sus respuestas cómo es "el pueblo" que coordina. Lo hace desde una silla que ha jubilado al gastado sillón de director que encontró al llegar a Granada en 2011. "Hace falta renovar el mobiliario", dice. También haría falta una veintena de funcionarios más para alcanzar el número ideal para un penal como el de Granada. Sobre su mesa hay varias cartas de reclusos dirigidas a él.

-¿Qué le piden los reclusos en las cartas que le mandan?

-La mayoría de las veces quieren contar con mi apoyo de cara a una progresión de grado, a un permiso, o a veces, sencillamente, tienen problemas familiares y me los cuentan para ver qué puedo hacer yo. En alguna ocasión ha sido para informarme de que están sufriendo una extorsión por parte de otro interno, pero le diré que también contactan para cosas buenas, porque tienen o proponen alguna iniciativa formativa.

-¿Es difícil dirigir una prisión?

-No. Más que difícil es complicado. Una prisión funciona de una manera parecida a un pueblo, sobre todo en su interior. Los habitantes son los reclusos y tenemos todo tipo de servicios: lavandería, panadería, cocina, escuela, actividades, cursos formativos... Pero claro, está la otra parte, la que tiene que ver con la situación penal, penitenciaria, procesal de los habitantes. El subdirector de régimen es quien se ocupa de esas cuestiones, aunque el director también tiene que conocerlas; un director tiene en realidad que saber de todo y ser experto en casi nada. Mi ventaja es que he pasado por todos esos puestos: he sido administrador y he sido subdirector. El administrador también tiene un trabajo impresionante, aunque en este momento tiene muchas limitaciones presupuestarias. Lo básico (alimentación, educación formación...) está totalmente cubierto, pero luego hay otras necesidades. Hay por ejemplo necesidad de reposición del mobiliario.

-¿Albolote es un lugar realmente seguro?

-¿Para quién? (Risas)

-Para que no se escape nadie.

-Albolote es una prisión tipo. Prisiones tipo hay bastantes en España; se empezaron a construir en la década de los 90 y no se ha fugado todavía ningún interno a la antigua usanza, saltando los muros. El que se fuga lo hace saliendo por la puerta y si lo logra es un fallo de seguridad de las personas que manejan los sistemas de seguridad.

-¿Entonces no ha habido ninguna fuga?

-No (pensativo)... Bueno, hubo una. Tenemos internos que tienen que estar fuera, en la zona de Paquetes y Comunicaciones, pues la limpieza la realizan ellos, y uno se fue, pero no desde el interior sino desde el exterior. Entonces, digamos que es segura.

-¿Con qué medidas de seguridad cuenta?

-Aparte de que tiene unos muros de 6 metros de altura, cuenta con cuatro barreras metálicas y efectivos sistemas de seguridad: barreras microondas, sensores de presión, 44 cámaras repartidas por todo el recinto... En fin, es segura.

-¿Cuántos módulos hay?

-Hay 14 módulos de régimen ordinario. Luego están cuatro minimódulos, que son la zona de aislamiento para primeros grados, y los módulos de Enfermería y de Ingresos. En el de Enfermería hay desde sexagenarios hasta internos que tienen problemas para deambular porque están en silla de ruedas o padecen enfermedades mentales o crónicas. En el de Ingresos se encuentran los internos que acaban de ingresar. Allí se realiza una evaluación y se determina el módulo al que va cada uno en función de las características de la persona. Si son preventivos tienen que ir a unos módulos en concreto y, cuando pasan a penados, se les envía al módulo que más convenga. Hay cuatro módulos de respeto, donde impera eso, el respeto, y donde hay actualmente cerca de 400 personas. Allí no hay problemas, no hay conflictos. Hay educación. Las celdas siempre están limpias y ordenadas y ellos van siempre aseados. Además, celebran a diario una asamblea en la que tratan los problemas que ha habido el día anterior y resuelven cómo gestionarlos.

-¿Qué población reclusa tiene la prisión de Granada?

-Tenemos unos 1.520 internos; hemos bajado en un año en 140.

-¿Cuántas mujeres hay?

-Unas 200.

-¿Hay masificación?

-¿Masificación? Yo creo que no. Hombre, lo ideal es un interno por celda, pero estas prisiones tipo se han hecho con dos camas por celda. Tenemos 1.520 internos y el ideal serían 1.008, uno por celda.

-¿Y los funcionarios? ¿Son bastantes?

-Mire, existe una RPT (Relación de Puestos de Trabajo) establecida y, si no se cubre, hay falta de funcionarios. Se supone que la RPT, cuando se creó, se hizo en función de las necesidades del centro, y si tienes menos, estás por debajo de lo necesario. No está habiendo concursos oposición, y entonces no hay funcionarios de reposición para aquellos que están jubilando, y ése es un problema que cada año se va notando más.

-¿Cuántos hay?

Debería de haber 475 funcionarios, más 42 laborales. Pero hay 454, más 42 laborales.

-Por delitos, ¿cuál es el que más abunda en Albolote?

-Hay delitos que siempre están por encima de los demás con diferencia: robo y contra la salud pública, y muchas veces el primero tiene que ver con el segundo.

-En la prisión también se siente la crisis, ¿no?

-Se nota.

-¿De qué modo afecta al funcionamiento del penal?

-En esta prisión no hay trabajo productivo externo; aquí no hay empresarios que estén trabajando en la prisión. Lo normal es que haya internos trabajando y ganándose un sueldo, y eso se nota. Todos los internos que están trabajando en la prisión, trabajan para la propia prisión. Si hubiera talleres productivos del exterior habría más gente con posibilidades económicas, aparte de que se crean hábitos laborales. Las colaboraciones externas del voluntariado están en función de las subvenciones que puedan tener y también han caído bastante. La crisis se nota y lo que antes le decía: el mobiliario se va poco a poco deteriorando.

-¿Hacen falta mesas y camas?

-No, de eso no hace falta. Sí renovar cierto mobiliario.

-¿Qué le parece la imagen que se da en el cine de las cárceles?

-Yo no he visto todavía ninguna película que se adapte un poco a la realidad de las prisiones, salvo Celda 112, que se rodó en la prisión de Zamora, cerrada hace muchos años. La imagen que tiene el ciudadano es la que ofrecen las películas americanas y no tiene nada que ver con la realidad. Mire, la relación que existe aquí entre el funcionario y el interno es directa y permanente. Tanto el director, como los demás, entramos en los patios, en los módulos y estamos con los internos, y conversamos normalmente. Eso no se ve en las películas.

-¿Se respira entonces el respeto en los pasillos?

-(Rotundo) Sí, salvo en casos puntuales. Imagínese que ha habido una pelea y tiene que intervenir el funcionario. Lo normal es que lo respeten y eso se acabe ahí. Es raro que vayan en contra del funcionario. Parecen más violentos con las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado que con nosotros.

-¿Ser funcionario de prisiones está bien pagado?

-¿Bien pagado? Yo creo que podríamos cobrar un poco más todos, tanto los funcionarios como el director (risas).

-¿Qué le diría a quien piensa que una cárcel es un infierno?

-Hombre, una prisión no tiene que ser vida y dulzura, aquí estás privado de libertad. Le diré, no obstante, que en la cárcel cada uno tiene lo que quiere. Vivir bien, mal o regular depende fundamentalmente del interno y de la gente con la que se relacione. Si quieres estar en el patio y no quieres hacer nada, eso lo tienes en la cárcel, pero las posibilidades de que andes trapicheando son mayores que si estás ocupando tu tiempo haciendo algo. En la prisión hay módulos de internos conflictivos y allí la actividad es menor, es mínima, pero porque ellos quieren. Si uno no quiere grescas y lo demuestra, se le pasa a otro módulo donde la gente busca ocupar su tiempo en actividades formativas, ocupacionales, en deporte...

-¿Sirve para reinsertar la prisión?

-Hay muchos que lo que necesitan con la prisión es un toque de atención y que, seguramente, no necesitan ni reeducación ni reinserción. Hay otros, en cambio, que en la calle tienen una vida desorganizada, desordenada, y esto les ayuda muchísimo. Aquí los horarios son una exigencia para todo el mundo y adquieren ciertos hábitos que no tenían en el exterior. Además, se entablan relaciones amistosas y no tiene que haber problemas; de hecho, no hay problemas en la vida de los módulos casi nunca. Todo el mundo tiene su oportunidad en la prisión, pero tiene que aprovechar ese momento. En una prisión es fundamental ocupar el tiempo, lo que no puedes hacer es pasear por el patio y perderte.

-¿Usted cree en la reinserción?

-(Tajante). Sí, por supuesto, hay mucha gente que deja de hacer lo que hacía antes. El problema de muchos de ellos, y más en este momento, es que cuando salen, vuelven a su ambiente, a su barrio, a su círculo de amistades y ahí vuelven a caer. Insisto, aquí hay cuatro módulos de respeto y dos de semirespeto. En esos módulos se puede vivir bien, dentro de que estás privado de libertad, y son la mayoría de los módulos. Lo que pasa es que ahora también el tipo de interno está cambiando poco a poco.

-¿En qué sentido?

-Los hábitos de consumo de droga, por ejemplo, ya no son los mismos de antes. Ya no hay esos problemas que había con la heroína y que requerían de tratamientos con metadona. Por otra parte, estamos en unos niveles en los que el 50% de los internos son reincidentes y el otro 50, primarios. Pero es que un porcentaje importante de esos primarios ingresan por delitos con penas inferiores a un año, sobre todo por delitos de tráfico o de violencia de género. Sólo por malos tratos hay en torno a 300. Ya no hay tampoco la agresividad que había antes; aunque puntualmente pueden surgir problemas, pues aquí tú le pides a alguien un paquete de tabaco y la semana que viene le tienes que devolver tres; los intereses en prisión son leoninos (risas).

-Habrá internos que cuando salgan de permiso tratarán de entrar sustancias prohibidas.

-Sí, sobre todo pastillas y hachís.

-¿Y alcohol?

-Alcohol, no. El alcohol tratan de fabricarlo aquí dentro, con fruta fermentada y una pizca de levadura. Pero se huele enseguida cuando pasas por una celda. Hablando de cosas prohibidas, [en este momento se levanta hacia un mueble y saca de un cajón una especie de adorno étnico que esconde en el interior un pincho] mire esto: alguien tuvo la ocurrencia de hacer esta 'manualidad', pero lo descubrimos a tiempo. Cuando entramos en un módulo se sabe si alguien está tramando algo; se nota en los movimientos.

-¿Los familiares tratan de introducir cosas?

-Más los internos que los familiares. Ayer, después de un vis a vis, se le encontró a un interno dentro de su ano dos móviles, algunas pastillas y hachís. Pitó el detector.

-Hablando de móviles, a Bárcenas lo grabaron al parecer con uno. ¿Eso podría pasar aquí?

-Nosotros tratamos de localizar los móviles antes de que los internos que intenten pasarlos lo consigan. Tenemos inhibidores, pero puede ocurrir. El contacto con el exterior, con las familias, a través del vis a vis y los permisos, reduce muchísimo la conflictividad en las prisiones, pero claro, tiene riesgos.

-Hay quien piensa que hay reclusos, como grandes empresarios o políticos de alto nivel, que gozan de privilegios. ¿Es una leyenda?

-Yo nunca he visto una situación de ese tipo y llevo 23 años como director. Todas las celdas son iguales y los controles y autorizaciones son para todos exactamente igual. Otra cosa es que uno tenga una necesidad personal. Por ejemplo, que el interno sea escritor. En ese caso, se le puede facilitar el acceso a la sala de ordenadores, pero ya está, no se va a llevar el ordenador a su celda.

-¿Qué inversiones están previstas, aparte de la depuradora?

-Vamos a ver. Esta prisión es del año 97 y hay una serie de cosas que se han ido deteriorando con el tiempo. A veces, el mantenimiento existente en vez de ser preventivo es para solventar los problemas que surgen, ya sea con la depuradora, con la electricidad, con la potabilizadora, con los sistemas informáticos... Están previstas importantes reformas y obras que supondrán una inversión de más de 4 millones de euros. Se aprobó en el Consejo de Ministros de 5 de julio y una parte considerable de ese dinero irá destinado a la depuradora.

-¿Cuándo empezarán las obras?

-Las primeras serán las de la depuradora. El comienzo está previsto para dentro de un mes o mes y pico. El resto de actuaciones están en proceso de licitación.

-¿Se ha enfrentado alguna vez a algún motín?

-Sí, me han sucedido plantes. Pero no hay una situación igual a otra ni existe un modelo de gestión. En Albolote no ha pasado, pero sería más controlable que en las prisiones antiguas, donde no existía la clasificación interior que hay actualmente.

-Uno de los últimos incidentes fue un incendio por una colilla.

-Eso tuvo mayor trascendencia de la que debió tener. Si una colilla se echa en un cubo y sale humo, lo primero que hace el funcionario es sacar a los enfermos de allí [fue en un pasillo de la enfermería]. Se apagó enseguida con un cubo de agua.

-Lo que sí suelen trascender son los suicidios en las celdas y no deja de sorprender que se produzcan en lugar con tanto control. ¿Qué falla?

-Uno si se quiere suicidar busca cómo. Nosotros ponemos los medios desde luego para que eso no ocurra. Cuando tenemos una persona depresiva, de entrada le ponemos un interno de apoyo, formado para acompañar a este tipo de enfermos. Luego hay un seguimiento permanente del funcionario. Esto se hace también cuando se produce un ingreso, en función del tipo de delito cometido y del estado del preso. El problema es cuando no se detecta que la persona está mal. A nosotros nos duele muchísimo, porque a veces pensamos que hemos fallado.

-El indulto de Montes Neiro, el preso común que estaba considerado el más antiguo de España, se produjo estando usted ya de director. ¿Hay muchos Montes Neiro en las cárceles españolas?

-Montes Neiro no era el preso más antiguo de España, eso es cosa de ustedes los periodistas.

-¿Ha conocido algún preso que no quiera salir de la cárcel?

-He conocido tanto a internos que no querían irse como a gente que ha delinquido para estar en prisión. Pero son casos muy puntuales.

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