La parricida de Charches declara que cuando cometió el crimen "no era ella"

María Dolores R. L. afirma en su declaración que estaba "hundida" por las humillaciones de su marido y que incluso le propuso ir a conocer a la prostituta con la que le era infiel

María Dolores, de 46 años, a su llegada a la Audiencia Provincial de Granada.
Y. Huertas Granada

24 de junio 2014 - 01:00

"No era yo". María Dolores R.L. repitió ayer una y otra vez estas tres palabras durante su interrogatorio ante el tribunal popular que esta semana, en la Audiencia Provincial de Granada, decidirá si mató a su marido, Francisco Medina Espigares, empujada por la depresión y la obcecación, o si lo hizo sin ningún tipo de atenuante, disparándole dos veces con una escopeta mientras dormía profundamente.

El jurado, compuesto por seis mujeres y tres hombres, no perdió detalle del testimonio de la procesada, que reveló, sin poder reprimir las lágrimas, que Paco, como llamaba a su esposo, había sido el "único hombre" de su vida y que "lo quería mucho". Se casó con él siendo una cría, con tan solo 15 años, y ambos tuvieron dos hijas, Loli y Paqui, de 22 y 18 años, que vivían en la misma casa que ellos, en Charches, un pueblo cercano a Guadix, de unos 500 habitantes.

"¿Cómo se encuentra usted?", le preguntó la fiscal. "Mal", contestó ella, antes de detallar diversos detalles de su biografia, como que conoció a Francisco a los 14 años; que estudió hasta cuarto de EGB; que comenzó a trabajar a los 16; o que tenía sus propios ingresos por las tareas que realizaba en el campo.

Cuando empezaron las preguntas sobre su marido y el contexto en el que se produjo el crimen, María Dolores aseguró que Paco solía ser "muy agresivo" con ella y que "lo sobrellevaba" como podía, aunque en los últimos meses antes del crimen "cada día iba enfermando" debido a su actitud. "Siempre daba muchas voces", manifestó, añadiendo que tuvo que soportar "puñetazos, tirones de pelos y patadas" además de insultos. "Me hundía", aseveró. La noche del 12 de mayo de 2013, la llamó, según su versión, "espantapájaros y sosa".

María Dolores, de 46 años, sabía que su marido tenía una "amiga con la que estaba", una prostituta llamada Ángela con la que se mandaba mensajes por Whatsapp y de la que le enseñaba fotografías. Descubrió su infidelidad en agosto de 2012. Y ahí comenzó, según su defensa, toda su "obsesión". Francisco mandaba a la prostituta mensajes delante de ella, y "quería que le acompañara a verla y a hacer un trío". María Dolores se sentía angustiada y se pasaba las mañanas mirando el móvil y controlando cuándo se conectaban ambos. Sus hijas le decían que dejase a su padre, pero "tenía una venda en los ojos".

La noche del crimen, la pareja tuvo "una discusión". Ya en la cama, en un momento dado, ella se levantó y cogió una escopeta que tenía al lado de la cortina. El arma estaba allí porque su esposo "solía matar perros" que se acercaban a la casa. Sobre este punto, la fiscal recordó a María Dolores que en su primera declaración, la que prestó ante la Guardia Civil, reconoció que había sido ella quien había puesto el arma ahí. "Yo no la puse allí", insistió la mujer, agregando que si afirmó eso en su día fue porque "no estaba bien", porque estaba "bloqueada". La fiscal pidió que se tomase nota de esta "contradicción".

María Dolores disparó a Paco en la cabeza. A muy corta distancia. No lo negó. Fueron "dos" disparos. Después, pensó en ir en busca de su suegra a contarle lo que había hecho. Pero finalmente se sentó en el sofá y pasó allí toda la noche. "Me quedé paralizada", dijo. "En esos momentos no pensé nada", añadió.

Por la mañana despertó a su hija para ir a trabajar y no contó nada de lo ocurrido a nadie. Le dijo que su padre, que trabajaba en el Infoca, se había marchado ya. Le preguntaron por un disparo, y ella respondió que "había sido a un perro o a un venado". Después se llevó el cadáver de su marido a un paraje llamado la Rambla del Agua. Lo cogió "por los pies" y lo trasladó hasta el garaje. Se ayudó de una cuerda para subirlo a la C-15 familiar, tras intentar sin éxito meterlo en el maletero del otro vehículo de la pareja: un todoterreno. Era, según detalló, como si no fuera su marido. "Era como si hubiera llevado un venado al campo".

Ya en la Rambla del Agua lo arrojó por un barranco, cubriéndolo de piedras y ramas, aunque "en ningún momento" trató de ocultarlo. Volvió a su casa y lo limpió todo "como todos los días". Quemó las sábanas y los trozos de colchón salpicados por la sangre, y cambió la mesita de noche de Francisco porque "estaba rota" por las postas. Pintó la pared del cabecero. "No era yo", repitió.

Cuando cayó la noche, viendo que su padre no regresaba, una de sus hijas y su suegra denunciaron su desaparición. María Dolores admitió ante el jurado haber participado incluso en su búsqueda, porque "estaba enferma y era como si no hubiera pasado nada". Al final, como explicó, ante la presión de la Guardia Civil, confesó el crimen. "Yo lo quería mucho, mi marido era para mí todo; era lo único que tenía", manifestó.

La acusada, que está representada en el proceso por el letrado Jesús Huertas, no quiso responder a las preguntas del abogado de su suegra, Pablo Luna, que ejerce la acusación particular y que solicita que sea condenada a 21 años por un delito de asesinato y otro de tenencia ilícita de armas, con las agravantes de parentesco y abuso de superioridad. La Fiscalía pide, en sus conclusiones provisionales, que se le impongan 18 años por asesinato, pues cree que la acusada ideó un "plan perfecto para acabar con la vida de su marido". Su defensa, inicialmente, reclama cuatro años por el crimen, pues entiende que actuó con sus facultades mentales mermadas debido a su obsesión enfermiza y se ampara en dos informes periciales que así lo determinan.

En sus intervenciones iniciales, las acusaciones apelaron al sentido común y a la serenidad del jurado a la hora de valorar los hechos. La defensa dejó claro que no toda persona que comete un delito tiene que ser culpable. Las hijas de María Dolores no ejercen la acusación contra ella

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