José Antonio González Alcantud. catedrático de antropología social

"Hay que plantearse que el yihadismo es un problema para la humanidad como lo fue el nazismo"

  • El granadino defiende el mito de Al-Ándalus y la recuperación de su dialéctica y tolerancia Ve Andalucía como "una frontera fertil de Europa, donde el contacto cultural es un hecho cotidiano"

El catedrático de Antropología Social José Antonio González Alcantud (Granada, 1956) es uno de los máximos defensores del mito bueno de Al-Ándalus pensado independientemente de su propia realidad histórica. Además, sus estudios abarcan desde el exotismo hasta la antropología política o el patrimonio cultural.

-¿Qué debemos retomar de Al-Ándalus?

-Los aspectos más positivos, que sobresalen porque dieron lugar a un mito, el de la convivialidad no sólo entre tres religiones, sino entre tres culturas, y también debemos tener presente que los no creyentes tenían una presencia. Lo importante es que aprendieron a tolerarse y discutir sus ideas. Fue una época muy dialéctica: las influencias filosóficas, teológicas y culturales circularon en un sentido y en otro y esto es muy importante.

-¿Qué ha llegado hasta nosotros de eso?

-Creo que el pueblo andaluz, al igual que el marroquí, el argelino y el tunecino, participan de un mismo paradigma. Es decir, son pueblos que valoran mucho la vida, conviven con naturalidad, saben valorar el día a día y no convierten las ideas en un hecho de batalla. El pueblo andaluz actual hereda en buena medida del Al-Ándalus antiguo esa manera de concebir la existencia.

-Hay algunos estudiosos que piensan que esa tolerancia es más bien una ensoñación. ¿Por qué hay esas dos opiniones tan contrapuestas?

-La península Ibérica es un conglomerado y las opiniones sobre una época histórica son muy divergentes, de manera que esta sensibilidad que tenemos para la comprensión de Al-Ándalus es muy grande en la mitad sur de España y sin embargo a veces se encuentra una gran incomprensión en la mitad norte. Yo diría que los que se oponen a esta idea no dejan de tener un punto de razón, ya que evidentemente es una idealización porque los periodos de paz en Al-Ándalus verdaderamente son pocos, pero son muy fructíferos. Y los que decimos esto también tenemos nuestro punto de razón. Es un mito instrumentalmente muy importante para que nosotros podamos prosperar y proyectar una sociedad de futuro.

-¿Sobre qué bases podemos proyectar esa sociedad de futuro?

-Convergen dos elementos fundamentales: no sólo Al-Ándalus sino también la Ilustración europea. Los ilustrados del siglo XVIII se fijaron mucho en el islam, en Al-Ándalus y el mundo turco, y empezando desde Voltaire hasta Rousseau y otros tantos, reflexionaron sobre la idea de tolerancia, fundamento de la cultura europea. Pensemos que Voltaire, que ha estado muy de actualidad a raíz del atentado de Charlie Hebdo, escribió un tratado de tolerancia en el que hacía un llamamiento hacia esta convivialidad en el seno de la cultura europea. En ese sentido, la propia idea de Europa y del área euromediterránea no sólo no son diferenciadas sino que forman parte de un mismo proyecto de futuro en el cual han convivido dos tradiciones que se dirigen al mismo lugar, que es ser plurales.

-¿Puede perjudicar a los andaluces el hecho de que el yihadismo quiera recuperar ese paraíso que fue Al-Ándalus?

-Dentro de mis escasos conocimientos sobre el yihadismo y los motivos ocultos que se encuentran tras él, soy de los que piensan que es desde el punto de vista del islam una herejía que por supuesto tiene sus fundamentos locales. También en el cristianismo ha habido sectores muy violentos partidarios de la solución final. En esto Europa no puede dar muchas lecciones porque ha tenido dos guerras mundiales tremendas donde la degradación del ser humano ha sido espantosa. Pero el yihadismo, como se repite frecuentemente, no es el islam, que por regla general predica todo lo contrario: el humanismo, la tolerancia, ha sido la primera religión que dio un estatuto a las religiones del libro que no eran islámicas, ha protegido a las minorías... En consecuencia, lo que conocemos como yihadismo no sólo es herético, sino que se sale fuera del tiesto. Lo que esté detrás de él probablemente no tenga nada que ver con el islam o responda a lo que algunos han llamado el islam del desierto, una visión simplificada del islam. Creo que habría que pasar página sobre esto y plantearse que es un problema para la humanidad como lo fue el nazismo y tantas otras cosas.

-¿Cuál es su posición respecto al conflicto sobre la titularidad de la Mezquita-Catedral de Córdoba?

-Creo que hay un equívoco intencionado en la opinión pública ya que ciertos agoreros del antiguo régimen e intelectuales con poco respeto verbalizan demasiado cosas que les interesa soberanamente que circulen y quizás profundizan poco en ellas. Cosas como que existiese un proceso de reislamización cuyo punto y final sería que la Mezquita pasase otra vez al culto musulmán. Esto es un disparate, la opinión pública puede estar tranquila. A nadie se le ocurre en su sano juicio en estos momentos, nada más que a cuatro delirantes. La Mezquita ha tenido un uso por parte de la Iglesia, que durante siglos la ha cuidado, si bien al principio, en época de Carlos V, intentó demolerla. La población católica especialmente puede estar tranquila porque nadie pretende suplantar una religión por la otra. Lo único que se pide, conforme a los principios más modernos y patrimonialistas, es que la Mezquita debe ser tutelada y probablemente también gestionada por el Estado, sea central o autonómico. La Iglesia católica debería estar en disposición de negociar y no de encastillarse en posiciones numantinas que no le conducen a ella ni a nadie a ningún lugar. De manera que debería usar su inteligencia para saber que hemos pasado página histórica y que es muy importante que ese monumento, que es un símbolo para toda la humanidad, esté al nivel de Santa Sofía y otros lugares que han sido secularizados. Sería loable que la propia Iglesia construyese incluso una catedral moderna, encargándosela a un gran arquitecto, que dignificaría mucho a la ciudad de Córdoba.

-¿Tiene Andalucía más nexos con el mundo árabe o con Europa?

-Andalucía es una paradoja, como tantas otras culturas. Por un lado tenemos la presencia material, a través de nuestro patrimonio, de la cultura islámica, y por otro la presencia cotidiana de las migraciones. Pero no podemos negar que seamos Europa: el gótico, por poner un ejemplo material, llega a Sevilla o a Granada, la tumba de los Reyes Católicos está hecha en gótico florido. También están el Renacimiento italianizante y el humanismo renacentista. Los grandes intelectuales andaluces, por ejemplo Blas Infante, fueron muy conscientes de esta situación paradójica de Andalucía. Por definir, creo que Andalucía es una frontera fértil de Europa, donde el contacto cultural es un hecho cotidiano y lo ha sido siempre, incluso en las peores épocas de nuestra historia.

-¿Cómo son en la actualidad las relaciones entre Europa y el mundo árabe?

-Son extensas. De hecho hasta las primaveras árabes todos los mandatarios europeos tenían un pie en el mundo árabe, donde pasaban sus vacaciones. Siempre ha habido una estrecha relación con las élites, igual pasaba en época del franquismo. Francia ha traído siempre a los sultanes y hoy en día ocurre igual con Catar, Dubai, Emiratos Árabes o Arabia Saudí. Se tienden puentes de plata continuamente cuando se trata de la élite, sobre todo si vienen acompañados de inversiones. Sin embargo, nos hemos llevado siempre mal con el musulmán de a pie, con aquel que no tiene capital. Pasa igual con el mundo hebreo; todos los judíos no son ricos, al contrario, siempre fueron muy pobres. Esta doble vara de medir de Europa debe acabar porque hoy día hay otros elementos interpuestos como los universitarios, las clases medias, la gente que va y viene, que es una población muy numerosa. De forma que Europa y los países musulmanes no sólo deben mantener relaciones de élite sino posibilitar la movilidad de sus ciudadanos y su conocimiento mutuo.

-¿Es esta visión extensible a España?

-Por supuesto. Recuerdo haber hablado por la televisión marroquí hace 15 años, cuando empezaron las largas filas de marroquíes que iban a los consulados para pedir los visados para entrar en España, y dije que había que acabar con esto porque todo ser humano tiene derecho a la movilidad. Esas colas sólo crean frustración, sobre todo en el sector más sensible, que es el de la gente letrada, los intelectuales y estudiantes, que en otras épocas, incluso en las coloniales, pudieron circular libremente entre Europa y estos países sin necesidad de tantos obstáculos. Esto les posibilitó enamorarse de esos otros mundos, de la diversidad, y convertirse en seres híbridos.

-¿Ha aumentado el racismo en los últimos años?

-Tengo un libro llamado Racismo elegante, publicado hace cuatro años. Sin estadísticas, simplemente por el día a día, uno se da cuenta de que ha ido aumentando la tensión ambiental. Hay países como Holanda donde el racismo ha ido en aumento, incluso no sólo con los procedentes de los países del Mediterráneo sur, sino con los propios españoles, portugueses e italianos. No olvidemos que nosotros estamos también en el bombo del racismo. Esto es un obstáculo evidente porque ha producido monstruos históricos como la Segunda Guerra Mundial puso de manifiesto, con el Holocausto judío. Por tanto, tiene que aumentar nuestra alerta y no sirven de nada las medidas pedagógicas que con buen criterio desarrollan la Unesco y los gobiernos. Esto es algo más profundo y que exige pedagogías ciudadanas e ingenierías que eviten que reduzcamos lo múltiple a lo uno.

-¿Qué valoración hace de los resultados de las elecciones andaluzas?

-Creo que tenemos la suerte de tener un abanico amplio de grupos políticos en el Parlamento andaluz; todos razonables, de gente educada capaz de ponerse de acuerdo y buscar soluciones en una situación muy difícil como la que estamos viviendo, presionados por problemas externos pero también internos tales como la crisis, que parece que se ha hecho crónica. En este sentido, creo que por primera vez desde hace años ha ganado la democracia. Se ha roto una dinámica bipartidista que era nefasta para Andalucía porque creaba unas relaciones de clientela, que creo que en estos momentos se han roto y hay más juego. Y donde hay más juego hay más posibilidades.

-En Andalucía lleva el mismo partido 33 años en el gobierno a pesar de varios escándalos. ¿Qué ocurre en esta tierra?

-En 1997 escribí un libro llamado El clientelismo político, un pequeño volumen en el que analizaba este fenómeno hasta después de la Guerra Civil. Creo que nosotros no nos hemos liberado de esa plaga, que mina la democracia pero por otro lado es casi natural, es decir, la tendencia de los grupos sociales y casi de los seres humanos es, de alguna manera, agradecer los favores, buscar recursos, etc., de tal manera que el hombre es corrompible en potencia, no digo que sea corrupto. Tenemos que poner los frenos para que no se produzca esto y es un buen momento para pasar una cierta página y devolver la dignidad a los ciudadanos andaluces. Eso pasa por romper la espina dorsal que durante toda la época democrática previa, que ha sido muy fructífera, ha lastrado que lleguemos a tener una democracia de ciudadanos realmente importante.

-¿Cómo se puede hacer eso?

-En primer lugar procurando el desarrollo económico. Nos engañaríamos si dijéramos otra cosa. Hace falta una reindustrialización de la región, que fue desindustrializada a finales de los 80 porque eso fue un pago para entrar en la Unión Europea. Hacen falta hacer verdaderas políticas de excelencia, que pasan por que las mejores cabezas tienen que ser puestas a pensar sin demagogia, y si es necesario entrando en confrontación dialéctica, sobre hacia dónde y cómo hay que desarrollar no sólo la industria, sino también el mundo agrario andaluz, que está muy abandonado y sometido a la política de la subvención, sobre todo en lo referente a los grandes cultivos. Hay mucha materia de la que hablar. Hablar no es un problema, el silencio sí lo es. Lo que hace falta es verbalizar o que estaba ahí tapado por el silencio, que algunas veces se parecía al silencio siciliano.

-¿Qué papel juega Andalucía en el contexto de España y Europa?

-Tiene un potencial simbólico, lo que ahora llamamos la marca, que sobrepasa incluso en ocasiones a la de la propia España; de forma que, para empezar, nadie puede prescindir de ella. Está relacionada con el descubrimiento de América, los vínculos con Canarias, Marruecos... Estamos en un lugar estratégico. Tampoco podemos pensar que somos el centro del mundo, es decir, estamos incorporados al proyecto europeo pero tarde por razones políticas, especialmente por la dictadura de Franco, que nos aisló del mundo exterior. Andalucía debe permanecer en el mundo europeo en una España federal. Creo que España será federal o no será. Ser un buen español significa ser federal, es decir, amar a su propia tierra, identificarse con el lugar donde uno ha nacido y vivido, y ser educado. No quiere decir ser separatista. Creo que a este proyecto hay que incorporar a Portugal, que ha sido siempre nuestra asignatura pendiente, son hermanos que viven a espalda nuestra y eso no lo podemos tolerar.

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