"La política necesita una reforma radical; coger la escoba y barrer todo lo que hay"

La ex parlamentaria, que ha participado en la ESNA con una conferencia sobre la segunda Transición , aboga por una profunda reforma del sistema y sopesa la idea de volver si ve gente dispuesta a implicarse al máximo

Montserrat Nebrera, ayer, horas antes de pronunciar su conferencia en Granada.
Montserrat Nebrera, ayer, horas antes de pronunciar su conferencia en Granada.
Guillermo Ortega / Granada

19 de marzo 2010 - 01:00

-Su conferencia se titula 'España, la segunda Transición'. ¿Qué debe ser? Por el título entiendo que está por hacer.

-Está por hacer. La primera, encomiable por muchos motivos, ha llegado a su fin. Ha hecho un recorrido, ha madurado y finalmente se ha degradado. Los motivos que propiciaron el sistema que ahora padecemos en su momento tenían sentido, pero han dejado de tenerlo. Ha llegado el momento de hacer unos nuevos deberes, de utilizar otros mecanismos de representación y hacer que los partidos dejen de tener el poder omnímodo.

-¿Todo eso se traduciría en qué tipo de reformas?

-Consistiría en una reforma radical del sistema político, con la consecuencia de reformar también otro tipo de instituciones. Por ejemplo, el pago por parte de los contribuyentes a los partidos políticos. Si son entidades privadas, deben pagarse sus casas, no pagárselas nosotros. El sistema estaba pensado en su momento para fortalecer a los partidos, porque veníamos de una etapa sin democracia. Eso tenía entonces un sentido y ahora no. Lo que pasa es que los partidos no quieren hacerlo, no les interesa.

-Claro, reciben dinero público por escaños y demás.

-Tienen clientelizados los escaños, colocan a las personas en el orden que quieren, no por la valía sino por el papel que juega en el partido. A lo mejor se favorece a un político porque ha comprado su escaño aportando dinero, o porque se le debe un favor... Cuanto mayor es un partido, más capacidad tiene de hacer eso. Es como una cadena que se va retroalimentando y cada vez es más fácil repartir el poder. Dentro del propio partido, en los escaños o más allá, en entidades que funcionan con subvenciones y en las que colocan de jefes a los que ya no sirven para la primera línea. Son ya enormes empresas, que pagamos todos.

-Cosas como ésas son las que le hacen pensar, y cito sus palabras, que la política es una charca ponzoñosa...

-Al final se produce un juego entre esos partidos-empresa y ciertas llamadas empresas que han dejado de serlo, por la escasa competencia que juegan en sus sectores, y que van retroalimentando esa endemia. Grandes empresas que pagan a todos los partidos durante el tiempo que le piden las subvenciones. Hay poca transparencia en el sistema de financiación, hay una concitación de subvención pública y privada y al final nadie quiere marcharse de la política. Gente de todo tipo de ideología lleva treinta años viviendo de esto. Es un exceso, sobre todo si se lo pagamos nosotros. Aunque sea a golpe de obligación, esto hay que cambiarlo, y yo estoy dispuesta a denunciarlo, primero, y luego a colaborar con quien quiera para que la gente recupere el poder, que es suyo.

-Ahora no milita en ningún partido. ¿Se siente liberada?

-Desde luego estoy más ligera de equipaje. Las únicas veces en que me he aburrido ha sido votando cosas absurdas, superfluas o que no sabía qué eran, comprobando la inutilidad del trabajo parlamentario. No porque no se trabaje, sino porque todo lo deciden los partidos.

-La disciplina de voto también influye. El diputado al final vota lo que su partido le ordena. Recuerdo pocas excepciones. La de Celia Villalobos, que no apoyó al PP en su política contra el aborto.

-Votó en contra, se señaló y le pusieron una multa. Es curioso: el PP votó a favor de la objeción de conciencia como un derecho y luego la multó por ejercerla. Es un ejemplo de hipocresía política. Porque además, en el caso de la Ley del Aborto, votaron en contra, salió adelante y cuando gobernaron no la cambiaron. ¿Por qué incumplieron su promesa? Si un individuo incumple un contrato, se le cae encima la legislación vigente.

-Con el agravante de que un político representa a quienes le han votado.

-E incumplen. Los parlamentarios son el instrumento de los partidos para conseguir el poder, pero no el reflejo de las necesidades de la gente. En Inglaterra tienen colgado en los comercios carteles del diputado del distrito especificando qué promesas ha cumplido y cuáles no. Trabaja por su territorio y éste lo desbanca si hace falta. Ver a los diputados de Blair criticándolo por la guerra de Iraq es sanísimo, el Parlamento así se llena de dignidad. Allí saben qué significa la democracia y que hay determinadas instancias que tienen que vivir al margen. Pero aquí los partidos se han adueñado del CGPJ, del Tribunal Constitucional, de los Consejos Audiovisuales. Cuando se han apropiado de todo, ya no queda nada. Y todos los partidos han jugado exactamente al mismo juego.

-¿Está políticamente disponible?

-Estoy trabajando en un proyecto nuevo, cuya pretensión es que sea empujado por la gente. Sólo se presentará a las elecciones si la gente, de forma masiva, clamorosa y colaboradora, se implica. El principal objetivo sería coger la escoba y barrer el panorama actual.

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